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DE ENIGMA, FAMA Y ERROR: SERGIO LARRAÍN, RETROSPECTIVA

A la edad de 80 años, viviendo en la lejanía y tranquilidad de la localidad de Tulahuén, cerca de Ovalle, muere Sergio Larraín. Es el año 2012 y la prensa chilena sella su muerte inscribiendo su vida como enigmática, y a su trabajo fotográfico como uno de los más importantes de Chile. El contraste entre el enigma del retiro con el que le da la espalda a la fama, y una obra fotográfica publicada y consagrada por prestigiosos medios de prensa internacionales, nos resulta hoy un tanto incomprensible. El fotógrafo de hoy se apasiona por las relaciones públicas, asiste con religiosidad a eventos sociales, produce imágenes tanto como produce la de sí mismo y se mantiene conectadísimo a internet, actualizando sin parar su portafolio.

Pero esta es otra historia. Larraín, hijo del arquitecto amigo de Roberto Matta, vivió una juventud errante. La gracia del error lo lleva a viajar a Estados Unidos, estudiar ingeniería forestal, desertar, ahorrar para una cámara, y seguir en eso: haciendo las cosas de otro modo. Goza de viajes familiares que activan en él nuevas ideas. Sigue fotografiando sin una meta, como un vagabundo, sin un ideal, y algunas de sus fotografías terminan siendo compradas por Edward Steichen desde el Museo de Arte Moderno de Nueva York. De ahí en adelante se va en subida: la Agencia Magnum lo recluta entre sus filas, lo acoge y le da un destino a su fotografía. Es el mismo Henri Cartier-Bresson quien lo invita. Sus imágenes ilustran portadas y reportajes de las revistas más leídas de la época: Paris Match, Du, Life. Desde estas ligas mayores y nunca imaginadas por él, decide bajar. Lo inquietan las crisis sociales y ecológicas del planeta, dedicándose de allí en adelante a meditar y construir un mundo espiritual que lo saca de la asfixiante realidad que parece irreparable.

Hoy, a dos años de su muerte, una muestra que revisa en retrospectiva su trabajo nos permite dejar atrás el estereotipo del mito y el enigma. Hasta el 28 de junio, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta Sergio Larraín, Retrospectiva, curada por Agnés Siré, directora de la Fundación Henri Cartier-Bresson en París, y quien mantuvo amistad y contacto constante con Larraín y su familia más cercana, organizando detalles de la que sería una exposición que el fotógrafo sólo permitiría luego de morir.

 

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

 

Fotografías, dibujos, catálogos, material audiovisual, sus particulares satoris y las publicaciones internacionales en las que participó Larraín son los componentes de la muestra. En la Sala Matta del MNBA se deja expuesto un universo intenso, complejo pero lleno de constantes que lo articulan. Ciudadanos hastiados y atrapados por la neblina del primer mundo, mujeres y hombres sin tiempo, sin nada que los hastíe más que sus propias existencias inútiles; viajes, niños vagabundos, indígenas y bares escaleras arriba por los cerros de Valparaíso. Calles de Cusco, Londres, París y Sicilia son retratadas con el ojo particular de quien en medio de los 60, más por instinto que por lección, quiso llevar a la fotografía más allá, sacarla de la camisa de fuerza que significaba ser un mero aparato de reproducción. Existía un pequeño universo plástico dentro de ese aparato, sólo faltaba que quien lo tomase no tuviera nada muy claro.

Pero esta falta de claridad es toda una fortaleza. Las fotografías granuladas, desenfocadas, compuestas algunas con más aventura que simetría, demuestran el valor de la mirada de Larraín. Y con valor me refiero a valentía y coraje por experimentar, por volver más difusos unos límites que nunca estuvieron tan claros. Una mirada desde abajo y más: a ras de suelo desde Londres, Palermo o Valparaíso. Larraín se sumerge en alturas y profundidades que dejan en claro la naturalidad de quien se mueve por la ciudad con la indiferencia hacia las postales archirreproducidas, con una mirada que nos transporta al horizonte de asfalto, haciendo notar que un cuerpo abandona la erguida comodidad detrás del lente. Son imágenes que nos noquean, dan con nosotros al piso y nos hacen mirar todo desde allí, como quien se mira a sí mismo tristemente pequeño, insignificante.

 

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

 

Las fotografías de Larraín gozan hoy de esta incomodidad, y levantan en ella un cuerpo de obra situado entre los años 50 y 60, décadas de las que pareciera poco queremos saber (el foto-reportaje de nuestra infame dictadura militar ha sido la única lectura posible). Nos incomoda un tiempo nebuloso, que imaginamos amarillento, poblado por borrachos y niños errantes, sucios y sobrantes en las hermosas fotografías del paisaje santiaguino que se moderniza con nuevos edificios y parques, convirtiéndose poco a poco en una metrópolis. Los desterrados de Larraín siguen habitando nuestra ciudad, y se han transformado en una estética obligada para la fotografía chilena contemporánea; es el estereotipo de las historias marginales que impactan, pero que son únicamente eso: un desgarro aislado, y nada más. Pero la fotografía de Larraín nació desmarcada en este cuadro. No son imágenes del recurso fácil, no son sólo el golpe de gracia de quien estaba en el lugar indicado y en el momento preciso. Es eso, pero no únicamente eso. Desbordando los estereotipos y las composiciones tradicionales, sus imágenes nos atrapan en una intensidad constante; en cada encuadre nos punzan y llaman a nuestro ojo a darles medida.

 

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

Vista de la exposición Sergio Larrain. Retrospectiva, en el MNBA, Santiago, 2014. Foto: Jorge Losse

 

Lucy Quezada

Nace en Talagante, Chile, en 1990. Investigadora, Licenciada y Magíster en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile. Actualmente es estudiante del Doctorado en Historia del Arte en la Universidad de Texas en Austin (Becaria Fulbright-Conicyt). Ha publicado en diversos libros, revistas y catálogos sobre arte chileno, y ha participado en encuentros sobre arte contemporáneo e historia del arte en Chile, Venezuela, Argentina, México y Perú.

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