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Confusion in The Vault en el Museo Jumex

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A finales del año pasado se inauguró el Museo Jumex, uno de los recintos para el arte contemporáneo más importantes de Latinoamérica. Dio mucho de qué hablar: su edificio, sus exposiciones y la colección que alberga, pero hubo un detalle que se atendió poco: la muestra que se alojó en su estacionamiento exclusivo, Confusion in the Vault.

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Una mirada otra

En una de sus más célebres novelas, Alessandro Baricco esboza el perfil de una mirada utópica. Una donde no surgen preguntas, que no está desfigurada por el vicio del saber; una mirada que no toma sino que recibe. Una donde sólo dos cosas se tocan: los ojos y la imagen. Una que presupone un estar delante donde no cabe ni el asombro. Una mirada virgen. Ver y basta.

Tan lírica como apasionante, esta mirada de Baricco podría ser el total contrapunto de la mirada que el ecosistema glocal del arte contemporáneo ha generado, quizás como vicio, durante las últimas tres décadas. Esa que obliga a las personas a preformar su visión con un texto de sala muchas veces críptico; la misma que dibuja estructuras lineales dentro de las exposiciones con fichas explicativas y audioguías políglotas.

En una mezcla un tanto casual y otro tanto afortunada de estas dos formas de entender la mirada, se resolvió Confusion in the vault, una de las exposiciones que inauguraron el Museo Jumex de la Ciudad de México.

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Ver y basta

La primera gran característica de esta muestra fue su extenuante invisibilidad. No estuvo anunciada en el programa del museo, no tuvo carteles publicitarios ni menciones en medios. No tuvo ni un tuit institucional que le diera promoción. Sólo se sabía de su existencia al momento de visitar el recinto de Polanco, donde se indicaba su presencia en el estacionamiento del piso menos tres, la zona más profunda del edificio concebido por David Chiepperfield.

Al llegar a la exposición, por escaleras o elevador, se podía sentir de golpe un mareo. No había un comienzo específico, menos un final. No existía un vinil pegado a la pared con un texto introductorio. Tampoco una hoja que situara lo que ahí se hallaba. Ni fichas técnicas. Nada.

Desubicado, el visitante podía recorrer el estacionamiento de acceso restringido del Jumex sin un orden preestablecido. Bien podía comenzar por observar un antiguo Volkswagen café en perfectas condiciones o atravesando un pasillo blanco y estrecho con luces neón. Daba igual.

Iluminada sólo por una gran selección de piezas de luz –como la alucinante Aster 140 de Thomas Glassford-, la muestra apenas contaba con elementos de montaje: se utilizaron los resquicios de sol para colocar obras, se montaron videos con ayuda de la instalación eléctrica y las alarmas contra incendios, los cajones para autos funcionaron como habitaciones de aire. Una estrategia elegante para resignificar un espacio arquitectónico.

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El visitante negociaba el sentido de lo que veía ahí sólo con su mirada y el discurso palpable de cada pieza. ¿Qué significado tendrán unas serpientes muertas colgadas de un árbol sin hojas plantado sobre un posible mapa? ¿Qué relación existe entre expresiones sexuales en inglés y letreros en neón? ¿Por qué en una videoinstalación se reactúa una porra deportiva universitaria de tiempos pasados?

Confusion in the vault, que toma su título de la pieza homónima de Richard Jackson, también incluida en la muestra, fue un momento para mostrar algunos de los greatest hits de la Colección Jumex.

Los entendidos del arte pudieron identificar la documentación del performance de Santiago Sierra donde dio cocaína a seis adictos a cambio de que ellos se dejaran tatuar una línea recta en sus espaldas, una escultura desfigurada de Paul McCarthy o una pieza tremendamente sexual de Sarah Lucas.

Ante la imposibilidad de tener pistas para iniciar una pesquisa posterior sobre la mayoría de las obras presentadas, no quedaba más que resignarse a estar frente a ellas, ver cómo se relacionaban en el espacio, a estar delante. Los ojos y la imagen. Ver y basta.

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La confusión desde la bóveda

Al poner esta exposición en relación con el ritmo de las escenas de arte contemporáneo en la Ciudad de México, cabe preguntarse cómo se inserta dentro del circuito y cómo resignifica al museo como espacio, al visitante como espectador y a la colección de arte como bodega abierta. Cómo confunde al campo del arte.

Alejada de la rutina expositiva local, esta exposición no se fue por la vertiente académica del furor de las actividades paralelas y las activaciones de piezas. La muestra sólo fue una muestra, algo que se ha tornado raro dentro de los museos. Un ejercicio exclusivamente para ser visto, no para ser pensado. Para estimular a los vouyeristas, no a los intelectuales.

De esta forma, el público que asistió a esta muestra volvió a su estadio de espectador. Se terminaron, por un momento, las aspiraciones del arte contemporáneo de integrarlo a la obra, de emplazarle la responsabilidad de terminarla en su subjetividad, de hacerlo partícipe. Las personas estaban ahí con las piezas, no en ellas. ¿O al revés?

Se hizo presente la colección de arte casi en su estado puro, alojada en una bóveda oculta, oscura y siniestra, pero que se dejó ver. Ahí la confusión, una más. ¿Por qué nos hemos hecho a la idea de que los coleccionistas deben dejarnos ver sus tesoros?

¿En qué momento acostumbramos a nuestra mirada a “intelectualizar” las obras de arte contemporáneo? ¿Por qué hemos abandonado –sin nostalgia retinal- la recepción sensitiva de lo que tenemos enfrente? Esta exposición se erigió como una fuerte llamada de atención a esos comportamientos, a veces arrogantes, que asumimos frente al arte, como un recordatorio de que antes de ver quién o cómo se hizo la pieza, hay que ver la pieza.

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Datos duros

De acuerdo con Michel Blancsubé, curador de Jumex, Confusion in the vault fue una exposición realizada apenas un par de semanas antes de la inauguración del museo el 19 de noviembre pasado y no tuvo planeación previa.

Fue curada por Patricia Marshall, una de las asistentes de arte contemporáneo con más prestigio en el mercado mundial y parte del equipo de Eugenio López, fundador de la Colección.

En la muestra se presentaron obras de Iñaki Bonillas, Stefan Brüggemann, Abraham Cruzvillegas, Mark Dion, Gardar Eide Einarsson, Michael Elmgreen/Ingar Dragset, Darío Escobar, Cyprien Gaillard, John Giorno, Thomas Glassford, Richard Jackson, Mike Kelley, Gabriel Kuri, Sarah Lucas, Adam McEwen, Paul McCarthy, Richard Prince, Tobias Rehberger, Jason Rhoades, Jim Shaw, Santiago Sierra, Emanuel Tovar, Rosemarie Trockel, Francisco Ugarte, Cristopher Williams y Haegue Yang. Estuvo en exhibición hasta el 6 de diciembre de 2013.

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Alejandro Gomez Escorcia

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