El Legado de Marina Abramovic
Durante la primavera de 2010, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) alojó The artist is present, una exposición retrospectiva sobre el trabajo de Marina Abramovic, la artista de origen serbio que logró poner el performance art en órbita.
A pesar de que la obra que hipnotizó al público fue aquella en la que los visitantes podían sentarse en silencio y durante el tiempo que quisieran frente a la propia Abramovic, la muestra estaba compuesta por un total de 50 performances que la artista había desarrollado a lo largo de su carrera, y que para esta ocasión serían interpretadas durante un período de tres meses por otros artistas que ella misma había seleccionado y entrenado.
Como señaló entonces el New York Times, la finalidad de la muestra no era dar a conocer a Abramovic, quien lleva dedicándose a este medio artístico más de 40 años y tiene la cualidad midásica de convertir en oro todo proyecto que toca. La verdadera misión de la exposición era «demostrar que es posible preservar el performance art, un medio efímero, a través de las recreaciones en directo».
La exposición fue todo un éxito y en efecto Abramovic logró demostrar la anterior premisa. Sin embargo, el compromiso de la Madonna del performance con la conservación de las obras de este medio no podía concluir ahí.
Por ello, Abramovic ha creado el Instituto Marina Abramovic (MAI), un centro dedicado a la presentación y preservación de «trabajos de larga duración», un término acuñado por su equipo con el que se refieren a cualquier obra de performance art, danza, teatro, cine o música cuya duración exceda las seis horas. En esta categoría entrarían piezas como la película de Christian Marclay The Clock o el Bed-In de John Lennon y Yoko Ono, obras con unas duraciones respectivas de 24 y 168 horas.
Durante una reciente presentación del ambicioso proyecto en las oficinas de General Assembly, un espacio de coworking e incubadora de start-ups en Manhattan, Abramovic explicó que ella ve el instituto «básicamente como un spa cultural», ya que los visitantes podrán, además de contemplar obras de larga duración, disfrutar en primera persona del método Abramovic, un conjunto de actividades pensadas por la artista para desconectar del ritmo frenético de nuestras vidas y reconectar con nosotros mismos y los que nos rodean. «La gente está realmente necesitada de contacto humano. Es una emergencia. Por eso quiero ofrecer experiencias que no sean virtuales, que no consistan en estar sentado frente a un computador», comentó Abramovic.
En la presentación, Abramovic explicó que el espacio tendría una serie de normas para los visitantes. Por ejemplo, toda persona que decida acceder al MAI deberá comprometerse a pasar en el instituto al menos seis horas y llevar en todo momento unos cascos que anulan cualquier sonido y una bata blanca como la que se usa en un laboratorio. «Las batas blancas son fantásticas: son prácticas, igualan a todo el mundo y te imbuyen el ánimo de experimentar», señaló Abramovic. Al final del día, cada visitante recibirá un certificado de compleción de la actividad.
Aunque por ahora el instituto trabaja desde una oficina en Manhattan, el plan es poder trasladarse cuanto antes a Hudson, un pueblo a un par de horas en automóvil o tren desde el centro de Nueva York. En esa pintoresca localidad es donde se encuentra el edificio donde el MAI tendrá su sede, un antiguo teatro construido en 1929 y que la artista adquirió hace tres años.
El equipo de Abramovic ha calculado que para que el espacio pueda comenzar a funcionar necesitan 20 millones de dólares. Hasta ahora, Abramovic se ha encargado de todos los gastos de acondicionamiento del espacio, como la renovación completa de su techo. Los costes, que ascienden a un millón y medio de dólares, han dejado las cuentas de Abramovic tiritando. Por ello, la artista ha decidido lanzar una campaña en Kickstarter, la plataforma de financiación colectiva, para obtener el resto de los fondos.
La campaña, que acepta donativos desde un dólar, comenzó su andadura el pasado 26 de julio y tiene hasta el 25 de agosto para obtener los 600.000 dólares que se han puesto como meta. El sábado 10 de agosto, el día que la campaña cruzó su ecuador, el MAI había recaudado poco menos de la mitad de su objetivo. Hoy, a tres días de finalizar la recaudación en Kickstarter, aún les faltan 55.000 dólares.
Con estos 600.000 dólares el MAI espera poder cubrir la primera fase del desarrollo, es decir, la etapa de diseño, supervisada por Rem Koolhaas y Shohei Shigematsu, dos de los directores del estudio de arquitectura OMA.
«Marina está ilusionada con la forma en la que la campaña está progresando», explica la directora de comunicación de MAI, Maria Sprowls, quien añade que el proyecto en Kickstarter también ha catapultado la visibilidad del MAI, lo que ha ayudado a que aquellos interesados en colaborar con el instituto hayan podido hacer además «contribuciones emocionales e intelectuales».
Entre los contribuyentes al proyecto de Abramovic se encuentra Lady Gaga. Para ayudar a la promoción del MAI, la cantante publicó un vídeo de dos minutos en los que se la puede ver ejecutando algunos de los ejercicios del método Abramovic del mismo modo que la artista los ideó, ya sea desnuda, a ciegas, o recurriendo a utensilios como cristales y minerales de gran tamaño utilizados para mejorar el flujo de energía.
Otro de los colaboradores, en este caso intelectuales, del proyecto es Héctor Meza, quien lleva desde mayo asistiendo al equipo de Abramovic como asesor estratégico independiente. «Uno de los propósitos de la campaña es recaudar fondos sin tener que contar con la caridad de grandes donantes o corporaciones», señaló Meza. En efecto, esa era una de las ideas en las que Abramovic ha insistido con más vehemencia durante la promoción de MAI.
Durante la charla en General Assembly, uno de los asistentes le sugirió a la artista que la forma más rápida y sencilla de conseguir los 20 millones de dólares que necesita sería metiendo a un grupo de empresarios millonarios y ricos filántropos en un avión y llevándolos a Brasil a tener una experiencia chamánica. «Esto es exactamente lo que quiero evitar. No puedo soportar depender de un grupo de millonarios porque siempre te piden algo a cambio», recalcó Abramovic, quien se mostró mucho más interesada en la idea de crear su instituto contando con el apoyo y la participación de la comunidad, de aquellos que acabarán disfrutando del centro.
A pesar del esperanzador ritmo del proyecto en Kickstarter, el equipo de Abramovic no ignora la idea de que hasta que no entre el último dólar, la campaña podría fracasar. «Simultáneamente, estamos buscando fondos tanto privados, como públicos», comentó Sprowls, quien añadió que Kickstarter es solo una de las vías del plan de financiación de MAI.
Abramovic no puede evitar pensar que si cada una de las personas a las que su trabajo les ha hecho sentir algo único, como los cientos de personas que lloraron mientras miraban fijamente a sus ojos en el MoMA o todos los que han compartido en las redes sociales el vídeo de su reencuentro con Ulay, hiciera una pequeña donación al MAI, el proyecto estaría plenamente financiado en un instante. «Lady Gaga sacó a la venta su disco por un dólar durante 24 horas y consiguió cerca de medio millón de ventas», recordó la artista.
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