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FLAVIA DA RIN + MARIANA TELLERIA

El año pasado, uno antes de la pandemia COVID-19, las obras de Mariana Telleria y de Flavia Da Rin encontraron en muestras individuales de gran importancia la ocasión para sintetizar y dar visibilidad al trabajo que venían realizando desde el inicio de sus carreras. Telleria representó a la Argentina en la Bienal de Venecia. Da Rin tuvo su muestra antológica en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

Dar un vistazo al espejo retrovisor, al cabo de este año aciago, en el que la sucesión temporal vio minada su alianza duradera con la acumulación, parece necesario ahora que la galería Ruth Benzacar presenta en la muestra Flavia Da Rin + Mariana Telleria las últimas series de las dos artistas: UnU y New Animals, respectivamente.

Con estas nuevas obras, Da Rin continúa expandiendo el universo de personajes que ha venido construyendo valiéndose como herramienta del retrato de sí misma retocado digitalmente. Flavia se desdobla y se multiplica en otras tantas Flavias, cada una específicamente individualizada, todas ellas remitiendo radialmente a un centro que está en todas partes y cuya circunferencia en ninguna. Un juego de espejos o un juego de máscaras, como se ha señalado muchas veces, que aprovecha las posibilidades narrativas del medio, al tiempo que asume jovialmente las deudas históricas que la fotografía tiene con la máquina: la reproductibilidad y el simulacro. 

Si el procedimiento es recursivo en su consigna, en la iteración que supone cada nueva serie hay un desplazamiento a través del cual Da Rin explora diferentes estéticas, incorpora referencias y adecúa sus formatos de materialización. A la base de todas las series, sin embargo, se advierte la indagación constante por los modos en los cuales la imagen construye cuerpos. Con tres lustros de obra producida, surge, entonces, la posibilidad de definir retrospectivamente un programa que ha encarnado (literalmente, a través de la imagen de la propia artista) la problemática relación productiva que mantienen imagen y subjetividad.

Flavia Da Rin, Sin título (de la serie UnU), 2020, impresión gyclee, 5 + 2AP, 110 x 82,5 cm. Cortesía: Ruth Benzacar
Flavia Da Rin, Sin título (de la serie UnU), 2020, impresión gyclee, 5 + 2AP, 110 x 82,5 cm. Cortesía: Ruth Benzacar
Flavia Da Rin, Sin título (de la serie UnU), 2020, impresión gyclee, 5 + 2AP, 110 x 76 cm. Cortesía: Ruth Benzacar
Flavia Da Rin, Sin título (de la serie UnU), 2020, impresión gyclee, 5 + 2AP, 110 x 82,5 cm. Cortesía: Ruth Benzacar
Flavia Da Rin, Sin título (de la serie UnU), 2020, impresión gyclee, 5 + 2AP, 110 x 72 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

En UnU, la serie que presenta en estos días, este conjunto de elementos se pone en juego bajo una premisa singular: la sincronicidad que, delimitada dentro de los confines temporales y espaciales del aislamiento social, preventivo y obligatorio, hizo converger a la artista a su producción y a sus personajes. En varios sentidos, un conjunto de obras pandémicas, podríamos decir. Si Da Rin nunca ha renunciado al compromiso documental de la fotografía (como documento personalísimo de lo que se ve o podría ser visto), en esta serie es el testimonio cruzado y sin mediaciones de la existencia, el hacer y el representar de la artista, el que sobreimprime a las obras con una demanda: la de su urgencia y universalidad.  

El desgaste del encierro producido se plasma en las ojeras uniformes que comparten todas las retratadas. Cada foto es una captura y, por lo tanto, un golpe y una celada. Todas ellas aparecen sorprendidas, descubiertas cuando habían alcanzado un instante de soledad, un fragmento de existencia arrancado a la informidad de los días, dominados por el trabajo y las tareas de cuidado. Mirando la televisión, hojeando un libro o revisando el celular, a punto de salir a hacer las compras, acechando con sigilo la heladera o avizorando esperanzadamente el extramuro doméstico por encima de la medianera, encontramos a mujeres sumergidas en un desorden cotidiano que sólo se diferencia del nuestro (si acaso) por la estridencia fluorescente de algunos detalles incorporados digitalmente por la artista.

Flavia Da Rin + Mariana Telleria. Vista de la exposición en Ruth Benzacar, Buenos Aires, 2020. Cortesía de la galería

Por su parte, las obras que muestra Telleria podrían interpretarse como módulos arrancados a alguno de los siete tótems que el año pasado mostró en Venecia. En el ocaso del experimento social-financiero protagonizado por el gobierno de turno, aquellos ídolos construidos con rezagos de nuestra cultura material, sumergidos en la penumbra, dispuestos para un culto por venir, eran los testigos de una pregunta que la artista transformó en consigna y título de su intervención: “El nombre de un país”.

En esas obras la artista consiguió aunar muchos de los materiales y procedimientos que hasta entonces parecían dispersos dentro de una producción deliberadamente exploratoria en su voluntad y heterogénea en sus productos; desde la iconoclasia en el espacio público hasta la pieza de joyería, atravesando la performance, el monumento y la escultura. Se exhibía de un modo definitivo cómo la apelación a los desechos vegetales y artificiales, que ha caracterizado a varias de sus obras, se subordina siempre a un minucioso ejercicio de composición que sólo se completa en la escenificación espacial. De ahí que, a pesar de la variedad de formas, técnicas y temas, podamos especular que la obra de Telleria no pareciera poder eludir su reducción, en última instancia, a la instalación como dispositivo alquímico. Y es que, contra todas las impugnaciones contemporáneas, pervive en la obra de esta artista la esperanza de que el arte pueda ser ocasión para una sacralidad profana, donde la sala pueda transformarse en templo, la obra en ídolo, los espectadores en fieles y el artista en profeta.   

Mariana Telleria, New Animal IV, 2020, paragolpes de auto curvado, hoja de palmera seca, tela de red, 120 x 180 x 30 cm. Cortesía: Ruth Benzacar
En sus nuevas obras, Flavia Da Rin continúa expandiendo el universo de personajes que ha venido construyendo valiéndose como herramienta del retrato de sí misma retocado digitalmente. Flavia se desdobla y se multiplica en otras tantas Flavias. Mariana Telleria, en tanto, construye sus esculturas recientes a partir del encuentro de los fragmentos de tres universos de cosas: automóviles, vegetales y textiles.
Mariana Telleria, New Animal II, 2020, puerta de auto chocada con pintura restaurada, volúmenes de tela, planta, 175 x 100 x 70 cm. Cortesía: Ruth Benzacar

Otra genealogía posible para las obras que ahora exhibe, más específica y, por eso, más precisa, se encuentra en unos collages en los que la artista se fue ejercitando durante varios años y que luego reunió en la serie Depredador. En estos, un vestido u otra pieza de vestuario arrancada a una revista de moda, por mero acto de superposición, animaba a una roca o a una ruina arquitectónica, imponiéndole movimiento, singularización y personalidad.

Cada una de las cinco obras que componen la serie New Animals fue construida en la mesa de disección de Telleria a partir del encuentro de los fragmentos de tres universos de cosas: automóviles, vegetales y textiles. Al observar las piezas de las paredes, resulta imposible no encontrar en estas composiciones de impacto, que se articulan en torno a chapas y plásticos retorcidos, un deseo de estetización del siniestro. Queda desplazada esta sensación en el caso de una columna de neumáticos entretejidos coronados por un helecho, donde el orden y la simetría colaboran a acentuar el carácter ornamental de la pieza.

En cualquier caso, y a pesar de que Telleria ha limitado la inclusión de la figura humana en sus obras (en casos, subrayando con el borramiento una ausencia), los objetos que ha producido en los últimos años parecen dotados de una cierta vocación antropomórfica, que quizás en esta oportunidad haya colaborado a develar la proximidad con la obra de Da Rin. En tren de especulación, también puede ser que la presencia de los cuerpos torsionados de Telleria entregue una perspectiva formal o material para evaluar las composiciones de Da Rin. En ambos casos, podríamos estar ante el signo o el síntoma de un recorrido generacional compartido. O quizás sea la diferencia, lo que las distancia, lo enteramente irreductible, lo que en este encuentro jerarquice la especificidad de cada una y las ilumine. Son cosas con las que puede conjeturarse con ánimo sobreinterpretativo a la hora de equilibrar los platillos y construir un balance compartido. Lo cierto es que la galería que las representa y las reúne en esta muestra se ahorra de ofrecernos alguna clave de lectura conjunta. Resume su convocatoria en un sólido y sincero signo de adición (“+”) con el que enlaza los nombres de ambas artistas en el título de la muestra.

Renato Mauricio Fumero

Se dedica a la investigación en Ciencias Sociales y en Artes. Participa en equipos en estas áreas en la Universidad Nacional de San Martín y en la Universidad Nacional de las Artes, Argentina. Cursó el Programa de Estudios Independientes del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (PEI-MACBA). Colabora con sus textos en publicaciones culturales y científicas argentinas e internacionales.

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