
JUAN PABLO LANGLOIS: VANIDAD, DESEO, PERVERSIÓN, BELLEZA FUGAZ
La grandeza de un artista se mide por su capacidad de expresar pensamientos y sentimientos comunes de una forma irresistible.
No estoy hablando de la estética, por el contrario, me estoy refiriendo a la dote, casi mágica, que permite al espectador percibir, al mismo tiempo, la presencia de una forma y de un contenido, la materialidad y la abstracción, regalándole un sentimiento de empática pertenencia al universo de los hombres.

Juan Pablo Langlois, vista de la instalación de la retrospectiva en Matucana 100. Todas las imágenes son cortesía de M100 y Galería AFA
Entrando en el antiguo almacén industrial de Matucana 100 (ex bodega de la Dirección de Aprovisionamiento del Estado), con motivo de la retrospectiva del artista chileno Juan Pablo Langlois (Santiago, 1936), es difícil permanecer indiferentes. Aquí no se trata de conocer al arte contemporáneo, ni tampoco de aplicar nuestras facultades intelectuales a la búsqueda de un sentido, ya que muy a menudo sucede que el sentido se esfuerza en manifestarse: su trabajo, por el contrario, se demuestra autosuficiente, poderoso y conmovedor, tal vez por su naturaleza conceptual, que nos da la libertad para olvidar el objeto y quedarnos con una riqueza más consistente, es decir, con una idea, un significado.
Vale la pena comenzar con una observación general sobre los materiales: la obra presenta un elemento de reconocibilidad, el uso del papel de diario (a partir de la célebre instalación de 1969 en el Museo de Bellas Artes de Santiago, Cuerpos Blandos, donde una manga de polietileno rellena de periódicos invadió los espacios interiores y exteriores del museo), un material pobre, con fecha de caducidad, que tiene la función de informar sobre el efímero hecho de un presente que al día siguiente se convierte en basura. Lo que hoy es esencial, mañana ya está muerto; es útil pensar en la noticia como una entidad más orgánica que la comida, delicada, que se pudre desde la mañana a la noche: su existencia es impactante y, al mismo tiempo, esquiva como el brillo de una estrella fugaz. El artista sabe que la vida es la suma de un número definido de días, y a pesar del obstinado deseo de conservar la unicidad de cada momento, se trata de una batalla perdida.
La memoria es una identidad que conserva únicamente los aspectos de una historia que derivan de la percepción subjetiva de la experiencia. Así que la idea de construir un mundo, un imaginario y un universo de cuerpos de residuos de papel se presenta como un obsesiva y necesaria búsqueda de una identidad y un sentido.
La exposición abre su camino con un largo muro site-specific cubierto con papel de diario -fruto de la reactivación de un proyecto de 1965-, que dicta el ritmo de una sinfonía de notas expresionistas. La primera escultura con la que nos encontramos es una reinterpretación irreverente del mito de Ovidio Leda y el Cisne (2005-2008), tormento histórico desde el Renacimiento hasta los grandes maestros de la historia del arte, desde Leonardo a Dalí.
¿De qué quiere hablar? No creo equivocarme si me refiero a los temas que se repiten a lo largo de su obra: vanidad, deseo, perversión, fugacidad de la belleza, antítesis mente/cuerpo, tanto en la reconstrucción de un ideal ancentral de belleza (la mapuche) contrapuesto al paradigma occidental (Miss Chile, Onas, 1990; Miss vestidas históricamente desnudas, 1991), como en la declaración poética de una identidad y una emoción (Carnet Sentimental, 1980). De la misma forma, el uso del clasicismo, tanto en el mito, que resiste a la historia por su naturaleza épica, como en la composición que ofrece al espectador un icono visual a través del cual releer la perpetua repetición de lo humano, hace de su obra un medio de expresión contemporáneo independiente al tiempo.

Juan Pablo Langlois, El Carné Sentimental, 1980, carné intervenido dentro de un bolo de vidrio, con agua y planta, sobre plinto de cholguán. Colección del artista

Juan Pablo Langlois, El Carné Sentimental, 1980, carné intervenido debtro de un bolo de vidrio, con agua y planta, sobre plinto de cholguán. Colección del artista
De cada experiencia, como se insinúa arriba, la memoria suele capturar lo que más le llama la atención: una sala oscura donde la luz dramatiza los frágiles cuerpos de Papeles ordinarios en una estática y, por eso, eterna animalidad. Instalados como restos arqueológicos, las “marionetas” protagonistas del imaginativo mundo de Langlois dialogan con la proyección de los videos Papeles Sádicos, donde nuevamente se plantea el tema central de la relación entre vida y muerte, entre la destrucción y el renacimiento, entre el amor, necesidad y exasperación.

Recetario, Papeles Sádicos (J.P Langlois y Nicolás Superby), La Niña que Movía la Cabeza, Triángulo Sádico, Stop Motion, 2011 Galería AFA, Santiago de Chile

Recetario, Papeles Sádicos (Juan Pablo Langlois y Nicolás Superby), La playa, video, 2011, Galería AFA, Santiago de Chile

Recetario, Papeles Sádicos (Juan Pablo Langlois y Nicolás Superby), La playa, video, 2011, Galería AFA, Santiago de Chile
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