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CANTO DE SIRENAS EN GALERÍA TEMPORAL

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En 1930 el artista ruso Naum Gabo produjo una modesta pieza que de algún modo abordaba la pugna -o si se quiere, la constante tensión- que existe entre obra de arte y realidad. La pieza en cuestión, titulada Dos cubos: demostración del método estereográfico, operó como un cruce entre filosofía, ciencias naturales y matemáticas, lo humano y lo divino, lo individual y lo colectivo, lo tangible y lo espiritual; entre otras cosas, este pequeño dispositivo examinaba las nociones de «masa» y de «vacío», y planteaba -materialmente de la manera más económica posible- los incesantes flujos que van y vienen entre el espacio interior de una obra y la coyuntura que la circunda.

De alguna manera esa pequeña obra de Gabo anticipó las operaciones en el espacio social que cuarenta años más tarde fueron implementadas por el artista brasileño Cildo Meireles, quien a través de su proyecto Inserciones en circuitos ideológicos estableció un diálogo revelador entre alta y baja cultura, un gentil y astuto desmantelamiento de las relaciones de poder y una apertura hacia nuevos alcances para la poesía colectiva.

Podría afirmarse que, desde sus inicios, el proyecto de Galería Temporal ha apelado a problemáticas similares. Fundamentalmente, a la circulación de la obra de arte entre una dimensión y otra, o a su complejo trasvase entre lo público y lo privado: la realidad, el capital simbólico, y cómo ambos se contienen mutuamente en una puesta en abismo que se extiende hacia el infinito.

Las vitrinas en las que hasta ahora se han exhibido las obras de Galería Temporal forman parte del singular circuito de pasajes comerciales del centro de Santiago; pertenecen a salones de belleza, cafeterías, locales de reparación (de calzado, ropa, relojes y teléfonos), copiadores de llaves, confiterías, centros de apuestas, fotocopiadoras y otros pequeños o medianos emprendimientos que proliferan sin más pretensión que recibir la visita constante de transeúntes que entran o salen de los edificios vecinos, que buscan una pausa durante sus trámites, o que simplemente se encuentran con un atajo entre una calle y otra.

Sin duda, las galerías peatonales del centro de Santiago poseen una identidad muy particular, una densa carga emocional que provee -a pesar de la desangelada opacidad de su atmósfera- un entorno muy especial para exhibir arte contemporáneo. La superposición de sus múltiples capas de sentido en un espacio que es mitad residencial y mitad comercial, su condición de lugar de paso transitorio, junto a la reducida escala de los locales y cubículos, hacen que tanto para el público desprevenido -que se desconcierta, se intriga o sorprende con las intervenciones- como para los especialistas (que llegan «dateados» y provistos de todo tipo de antecedentes a visitar las propuestas), la experiencia siempre será inusual y diferente a lo acostumbrado.

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La actual exposición lleva por título Canto de sirenas, e intenta dar cuenta de éstas y otras particularidades del contexto. A partir de la exhibición de obra reciente de las artistas Analía Amaya (Matanzas, Cuba, 1979), Guillermina Bustos (Córdoba, Argentina, 1988) y Maria Karantzi (Atenas, Grecia, 1981), este proyecto busca explorar tangencialmente la convergencia de dos dimensiones que de madrugada se dan cita en el centro de la ciudad: por un lado, la promesa de fantasía del espectáculo nocturno (la magia, el embrujo y la seducción de la estética del cabaret, las luces centelleantes, las lentejuelas, el humo), y por otro, el inclemente apremio de la subsistencia urbana, el hambre, el frío, el cansancio, la soledad, el extrañamiento.

Considerando la creciente diversidad cultural y étnica en el centro de Santiago, las artistas participantes en este proyecto -ellas mismas también inmigrantes que en años recientes han aportado con su trabajo a nuestra escena artística local- presentan en esta ocasión obras específicas que comparten un cierto grado de humor y un espíritu lúdico, ambiguo, seudo-sentimental, simultáneamente glamoroso y decadente. En ese sentido, Canto de sirenas se refiere tanto a la tentación y fascinación de lo desconocido o lo prohibido, como a los lejanos aullidos de ambulancias y patrullas policiales en las noches del invierno santiaguino.

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Vitrina I

Merced 820. Galería San Antonio, local 10

Analía Amaya: Estrellas de la noche

Una pareja de vitrinas de la Galería San Antonio sirve como soporte de una instalación lumínica que propone dialogar con el público transeúnte a través de sus materiales: espejo y luces. Evocando los espejos para maquillarse del mundo del cine y el teatro, y desde el espíritu festivo que transmiten las luces de diversos colores, esta sutil instalación invita a las personas que transitan por el pasaje a convertirse brevemente en las estrellas de su propio espectáculo. Redescubriendo su intimidad en un espacio diferente e inusitado, los espectadores devienen de pronto actores de sus vidas reflejados ante su propia vanidad, auto-consuelo o desdén, virtud o desdicha, dialogando consigo mismos y con cómo pueden ser vistos desde afuera.

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Vitrina II

Pasaje Phillips 437. Galería Presidente, local 9

Maria Karantzi: Still life

A partir de la disposición orgánica de grandes trozos de papel celofán impreso y de fragmentos de calabazas, esta obra se apoya en la tradición pictórica de la Naturaleza Muerta para establecer un juego formal con respecto de la idea de descanso, del detenimiento del tiempo y del movimiento.

Según el lenguaje de la señalética, las líneas impresas en estos papeles corresponden al patrón asociado a la advertencia de prohibición o seguridad; en ese sentido, esta intervención estaría planteando una relatividad entre aquello -el peligro inminente- y lo decorativo, además de sugerir un cierto grado de irreverencia liberadora con respecto a la autoridad.

Por otra parte, el material orgánico se encarga de mantener la obra conectada con el presente: su deterioro -fuera del control de la artista- determina en la obra su duración de vida, y este comportamiento impredecible alude a la pugna entre lo que está fuera de nuestro alcance versus nuestra persistencia en la tarea de cargar algo suspendido.

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Vitrina III

Huérfanos 1373, local 25.

Guillermina Bustos: Amor usado

El trabajo consiste en la exhibición de una serie de peluches de segunda mano encontrados en locales de reventa, que fueron bordados mecánicamente con frases que incitan a revisar la idea tradicional, estandarizada y homogénea del amor.

A su vez, estos objetos han sido puestos en circulación en varios circuitos, tanto fuera como dentro del sistema de arte, exhibiendo la ambigüedad de su uso y su valor de acuerdo a diferentes contratos de lectura.

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CANTO DE SIRENAS EN GALERÍA TEMPORAL

Curada por Cristián Silva

Direcciones: Galería San Antonio, Merced 820, vitrina local 10 | Galería Presidente, Pasaje Phillips 437, local 9 | Huérfanos 1373, vitrina local 25.

Hasta el 27 de julio de 2018, de 9:00 a 18:00 horas

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Imagen destacada: Maria Karantzi, Still life, 2018. Vista de la exposición en la vitrina del local 9, Galería Presidente, Pasaje Phillips 437, Santiago. Foto cortesía de Galería Temporal

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Cristián Silva

Santiago, 1969. Artista, profesor y curador independiente

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