Marlov Barrios:rituales Disidentes
Adentrarse, como si fuera un laberinto infinito y pantanoso, a una pintura de Marlov Barrios (Ciudad de Guatemala, 1980) requiere atención. Si se observa con meticulosidad, puede ser que aparezcan símbolos o personajes reconocidos que entren en tensión o desacuerdo con otros, o que sus líneas densas de colores enmarañados nos envuelvan en una condición pegajosa que se rehúsa a soltar a su espectador sin haber descubierto su acertijo.
Con la curiosidad de niño obstinado, Barrios entra en un estado casi poseído y deja que el trazo se desvíe por caminos conocidos o invente nuevos que construyen dibujos elaborados y precisos, o pinturas abstractas y acuosas. Aun así, aunque sea un ritual automático la construcción visual de su imaginario, en el trabajo del artista también hay una profunda reflexión consciente sobre los materiales, las simbologías y los íconos de distintos tiempos y culturas en constante choque unos con otros.
Detrás de las tensiones entre la simbología, como personajes de la televisión o de la cultura pop, al lado de figuras prehispánicas, hay mucho más allá de lo obvio. Barrios pone en tensión no sólo la iconografía, como una suerte de accidente, sino que fricciona el imaginario entero de culturas que se han arrastrado hasta el presente convirtiendo nuestra identidad en un collage de imágenes provenientes de distintas partes. ¿Cómo podemos entonces hablar de identidad si lo que nos construye es la disparidad de esos símbolos?
En sus tallas en madera, por ejemplo, el artista aborda esos contrarios. Los personajes son bustos de personajes ícono de la televisión y el comic estadounidense, reconocidos por todos, que al estar tallados en madera exigen un ritual de artesanía desde un país no productor de tecnología, como Guatemala, que recurre a la elaboración manual de sus íconos; un fuerte contraste con la manera automática y en masa de la producción comercial.
“Mi trabajo es siempre un dialogo y territorio de fricción”, menciona el artista. Y es que hablar desde este territorio tambaleante, como lo es Latinoamérica, es el motor de todo su imaginario. Por eso su obra se concibe desde la región, y está hecha de relaciones, contrastes, alienaciones, imaginarios y simbologías que, si bien lleva mucho de referencia a Guatemala y su cultura prehispánica, ésta se extiende mucho más hacia resonancias globales.
Por esas mismas cualidades, al acercarse a una obra de Marlov Barrios hay que separar todos los elementos y significarlos. Por ejemplo, diseccionar una de sus esculturas y pensar el símbolo del espejo que sostiene un comal como elemento mesoamericano y que éste está cubierto de un polvo blanco que simula cocaína, y sobre ello una escultura de una mano que remite a la tradición española y a las señales que los narcotraficantes envían para advertir de un secuestro. ¿Acaso nuestra identidad no está construida bajo esos ideogramas?
Somos también construcciones simbólicas fragmentadas, seres colonizados múltiples veces por culturas externas. Vivir en Latinoamérica es enfrentarse a estas tensiones en una configuración barroca con fachadas de colores que disimulan su verdadero origen. El trabajo de Marlov Barrios es, entonces, una representación visual, desde su propia asimilación, de una herencia cultural manifestada y aglutinada en formas y simbologías que adquirimos desde una colonización aceptada en contraste con la verdadera colonización prehispánica.
Por esos sus pinturas cargan también una herencia del barroco que se combina con la propia técnica del artista y los símbolos que llegan a generarse entre sus trazos. Hay varios momentos en su pintura, y el último desemboca en pensar el resultado final con el mismo proceso de la posproducción digital que permite editar y volver al trabajo una y otra vez.
Aunque la mayoría de las piezas del artista en Rituales Disidentes aborden esos contrastes tan pesados, el balance perfecto lo dan otras piezas que se desprenden más del imaginario personal del artista; sus acuarelas incluso incluyen poemas de una bella sutileza y duda, mientras que sus dibujos en tinta se complementan con lúdicas ocurrencias que formulan nuevas simbologías personales.
Así, esta exposición es un proyecto que continúa la investigación sobre el choque cultural, “y como ello genera múltiples poéticas, gestos y procesos, que por resultado, dan paso a un decodificador distorsionado y agudo que irradia una señal impostergable, que por momentos nos estalla en la cara”, como menciona el artista. Pues al final, para él hacer arte es un Ritual Disidente.
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