
HABITABILIDAD, TIEMPO Y PAISAJE EN EL MAC QUINTA NORMAL
El Museo de Arte Contemporáneo MAC, sede de Quinta Normal, presenta hasta el 12 de agosto un conjunto de exposiciones que exploran las nociones de paisaje y habitabilidad desde diversas aristas, así como las relaciones entre tiempo, espacio y tradición y el impacto del modelo económico desarrollista de Chile en la naturaleza.
En Paisaje | Experiencia | Producción: Fotografía y Territorios Productivos en Chile (2000-2020), 31 artistas se reúnen en un cuerpo razonado de fotografías que registran, aluden u operan en los paisajes productivos en Chile. Las obras son testimonios de territorios que han sido adaptados, degradados, asegurados o mitigados a partir de los modos de extracción y producción.
José Ignacio Vielma cura esta muestra que da cuenta del cambio en el paisaje durante veinte años en el marco de su investigación Fondecyt Territorios elusivos: La fotografía de autor del paisaje productivo en Chile como experiencia y documento (2000-2020), en desarrollo desde el año 2021.
“Se busca representar el paisaje no amable de Chile. Este paisaje no tiene que ver sólo con la belleza clásica, sino con la interpretación cultural implícita en la mirada del territorio. Por lo tanto, el paisaje que buscamos fue el que se produce cuando las actividades económicas o sus consecuencias afectan los lugares. Las prácticas depredadoras, extractivistas, especulativas o de negligencia con los lugares urbanos o extraurbanos”, explica el curador.
“Fichamos unos 160 trabajos, después seleccionamos un grupo de 28 obras sobre las que realizamos la investigación en detalle, entrevistamos a los autores en profundidad, e hicimos análisis de esas entrevistas cruzadas con su obra”, agrega.





De lo anterior, se desprenden siete categorías agrupadas en diferentes salas: infraestructura, especulación territorial, depredación, conflicto, seguridad y control, simulación, y territorialidad contingente.
“Son series, piezas o instalaciones que incluyen lo fotográfico, o en ocasiones lo metafotográfico. Quería que en la muestra hubiera una mirada paisajística, pero también independiente de la escala, privilegiando la mirada sobre el territorio o el espacio. Dada esa mirada, no era posible incluir una cantidad muy importante de documentalismo social y reportaje sobre problemas sociales y ambientales que se hace en Chile, pero que justamente por ser tan amplio, no podía entrar en la muestra. En ese sentido, era importante quedarse enfocado en lo territorial y espacial referido a las actividades económicas, productivas, y sus consecuencias no muy felices”, finaliza Vielma.
En la muestra participan Gaspar Abrilot, Ignacio Acosta, Pía Acuña, Javier Aravena Costa, Carlos Avello, Agencia de Borde, Colectivo Caja de Cartón, Catalina de La Cruz, Alexis Díaz Belmar, Francisco Donoso, Andrés Durán, Catalina González, Jorge Gronemeyer, Claudia, Inostroza Morales, Cristián Maturana, Sebastián Mejía, Fernando Melo, Bertrand Meunier, Rosario Montero, Sady Mora, Sachiyo Nishimura, Carolina Redondo, Celeste Rojas Mugica, Xavier Ribas, Sebastián Rivas, Nicolás Rupcich, Nicolás Sáez, Gastón Salas, Demian Schopf y Marcos Zegers.




Paisajes rotos, de Camila Lobos Díaz, invita a una reflexión en torno a las fronteras y las raíces, a partir de los conceptos territorio y nación. Curada por Joselyne Contreras Cerda, curadora asociada del MAC, la muestra indaga en las relaciones de poder en contextos geográficos y políticos. Raíces y árboles secos recolectados por la artista funcionan como una radiografía de lo que está bajo el suelo, de lo que ha sido extraído, señalando la imposibilidad de una vida sin raíz.
“Las raíces aluden al pasado y al futuro, ya que podemos mapear y especular sobre orígenes e historias que forman un momento en el presente, y también podemos imaginar y proyectar recorridos si plantamos una semilla, movemos un árbol, si dejamos que las raíces no estén contenidas. Las raíces no reconocen las fronteras ni los límites, su impulso, incluso en el encierro, es moverse”, destaca la curadora.
En otra sala se exhibe un mapa de Chile que fue realizado con hilos transparentes y que da cuenta de la presencia de los límites del país y sus instituciones, mostrando lo poco evidentes y frágiles que son.
“Durante los últimos años he trabajado en torno a la geopolítica, los símbolos nacionales y la idea de nación y pertenencia, su representación y los límites de estas. En esa búsqueda, que pasa por hacer visible aquello poco visible, como las fronteras entre los países, comencé a imaginar cuáles son las características de los límites geopolíticos y cómo se representan”, destaca Camila Lobos. “En relación a esto, apareció la pregunta por las raíces, las que tenemos y cómo éstas se crean, generando sentido de pertenencia a un lugar, al margen de ser nuestro lugar de nacimiento».

Tiempo y espacio: la certeza de la repetición, de Carolina Pino, es una instalación de gran formato (5 x 10 metros) que se asemeja a un reloj digital con 56 manecillas que giran de forma aleatoria, hasta que el visitante, al ubicarse en medio de la sala, activa la hora de Marte en tiempo de real. Por otro lado, cerca del reloj, una pantalla muestra una imagen del planeta rojo en tiempo real.
El trabajo reflexiona sobre el tiempo como constructo social normado, basado en los seres humanos, sin tomar en cuenta que, aunque habitamos un espacio común, existen diversidades de tiempos en todos los seres biológicos, como animales, plantas u hongos. En una era de descubrimientos tecnológicos, este constructo social e histórico es llevado a otro planeta donde la posibilidad de instalar conceptos, reglas y formas de habitarlo son propios de la Tierra.
“Esta instalación surge a partir del cambio de percepción del tiempo y del espacio producido en la cuarentena”, señala la artista. “Desde ahí, se construye una reflexión que involucra el tiempo que transcurre mientras estamos conectados en espacios donde no está nuestro cuerpo, como internet o Marte. El tiempo parece ir no de forma lineal, sino simultánea. En este contexto, me pregunté por qué el tiempo no podría tener otra métrica, según el espacio que se habita, ya que lo percibimos desde una verticalidad occidental, un constructo que ha permanecido por los siglos, inamovible. Como especie humana, nos hemos desvinculado del tiempo que nos asociaba a la naturaleza, en donde las estaciones o el cielo nos daban guías de acción. Experimentamos el espacio digital, en donde por primera vez, el tiempo no es algo consecutivo, sino simultáneo”.
Según el curador de la muestra, Elías Pérez, vivimos “la experiencia temporal psicológica de un mundo digital descorporeizado, desmaterializado, que poco tiene que ver con aquella que provenía de la sucesión de hechos en el mundo real. Una concepción y percepción del tiempo que se produce en un entorno desvinculado del espacio físico real y regido por algoritmos en evolución. Un espacio digital con cualidades propias particulares, con medidas, pesos y formas de habitar que abren alternativas a la vertical y la horizontal, al borde, al propio cuerpo. Un espacio donde se podría también replantear la métrica del tiempo que allí transcurre, intransferible al mundo físico pero que lo condiciona a cada instante. El tiempo digital controlado por algoritmos nos ofrece un sinnúmero de eventos entremezclados y yuxtapuestos, que suceden al mismo tiempo en una vorágine de presente, pasado y futuro”.
Aleatoriedad reúne obras de tres artistas de Chile que originalmente fueron seleccionados para participar en la Bienal de Vancouver, en 2020 -la cual no llegó a realizarse por la pandemia-, y que reflexionan en torno al feminismo, la dictadura y pueblos originarios.
Con la curaduría de Sebastián Vidal, Máximo Corvalán-Pincheira extrapola la fractura de un sistema político, y de la vida, a la fisura del mismo edificio que alberga al MAC Quinta Normal.
Tejado de vidrio replica el tragaluz que se ubica en el hall de entrada del museo, pero con una trizadura, por donde filtra agua. Otros elementos, como tierra y plantas, propician una reflexión desde la propia biografía del artista, en torno a conceptos como el dolor de la pérdida y el ciclo de la vida.
“La intervención consiste en mantener suspendido este nuevo tragaluz que se encuentra trizado y que soporta un gran cúmulo de tierra donde crecen y mueren organismos. La obra se completa con un espejo de agua que alimenta la vegetación. Este espejo recoge el agua que se filtra a través del tragaluz fracturado y permite ver así reflejada la escena”, comenta el artista.
Así, el dicho ‘tejado de vidrio’ –que relacionamos con los asuntos no correctos, la hipocresía o moralina hipócrita–, se vincula aquí con la memoria traumática, la justicia irresuelta y el flujo del tiempo, exponiendo aquellas fracturas que no han sido sanadas junto con la imposibilidad de bloquear la fuerza de esa memoria en movimiento.

Bernardo Oyarzún presenta Anverso. Tramas en estado sólido, una video instalación inspirada en las grecas y diagramaciones iconográficas del arte textil Mapuche. En la obra, el tejido está fragmentado dinámica y estratégicamente, para generar un desplazamiento infinito. El conjunto parece una alfombra mágica que levita en un espacio y tiempo, como una condensación gráfica de ideas ancestrales.
“El tejido tiene implicado al cuerpo, performance, paisaje, cultura, materiales, territorio y lo que motiva en su génesis su labor. La obra funciona como un proceso de sublimación que decanta en una pieza gráfica en un anverso de un proceso absolutamente artístico”, dice Oyarzún.
En Casa particular, Pamela Iglesias cuestiona el rol de cuidado que históricamente ha tenido la mujer en la sociedad y cómo ese trabajo ha sido invisibilizado, así como el impacto de los los medios de comunicación masiva en la cotidianidad.
La pieza consiste en una estructura de hierro cubierta con retazos tejidos a crochet. Dentro, un televisor con señal abierta trasmite su programación como si fuera una escena cualquiera en una casa latinoamericana. La obra inserta el rol de la pantalla como un integrante más de la familia, que en algunos casos acompaña a mujeres en los quehaceres domésticos. A su vez, las mantas que cubren la instalación se vinculan al entramado doméstico y hogareño, que cobija, protege y decora.

Esta obra está inspirada en el mito Mapuche Lalen kuze, que en palabras de Iglesias “relata los infortunios de una niña que es raptada por un hombre, obligada a casarse y a cumplir con las labores de tejido e hilado, donde la niña afligida es escuchada por el fuego antiguo y pide ayuda de la araña antigua para realizar el trabajo que le ha sido encomendado”.
Por otro lado, la artista señala que esta obra busca “visibilizar los problemas sociales críticos derivados de la crisis provocada principalmente por el modelo económico inviable y una pandemia que lo hace visible y dramático: casa precaria o inexistente, desprotección, nomadismo urbano y migración forzada”.
Las exposiciones se podrán ver hasta el 12 de agosto de 2023 en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), sede Quinta Normal, ubicado en Av. Matucana 464, Santiago de Chile.
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