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CONCEPCIÓN, TE DEVUELVO TU IMAGEN: UN CENTRO LEJOS DEL CENTRO

Con la idea de construirle un relato descentralizado a la historia del arte en Chile, tres exalumnxs de la Universidad de Concepción (UdeC) se propusieron, desde el año 2014, relevar cómo se vivió –desde la escena del arte– la resistencia al Golpe de Estado y a la dictadura, ahí. En la ciudad donde estudiaron. La investigación, que se adjudicó el Fondart el año 2015, contó con la presencia inicial de la académica Claudia Ortiz y consideraba originalmente entrevistar a diez personas clave en la configuración de un movimiento político y artístico, hasta ahora, más bien desconocido. Pero a medida que la investigación se fue realizando, el equipo se reformuló y para la sorpresa de ellxs mismxs terminó extendiéndose por cinco años, ampliando las entrevistas a 45.

Ese enorme trabajo concluyó con la publicación del libro Concepción, te devuelvo tu imagen. Resistencia cultural 1972-1991, que acaba de ser lanzado en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (en Santiago) y en el Sindicato Petrox (en Concepción), y documenta, en sus casi 300 páginas, los hallazgos, recopilaciones y puntos de vista de las investigadorxs. Y es, a través de su mirada crítica, que el relato se enriquece. El equipo de autorxs está conformado por la artista visual y académica del Departamento de Artes Plásticas UdeC, Leslie Fernández Barrera, y los periodistas e investigadores en arte contemporáneo, Carolina Lara Bahamondes y Gonzalo Medina Parra. Lxs tres compartían, además del hecho de ser exalumnxs de la UdeC, la inquietud por construirle un relato –y una memoria– a la escena artística que emergió durante la dictadura en la capital de la región del Bío Bío.

Díptico de exposición en Escuela de Arquitectura, Universidad del Biobío, ColectivoArte80, Concepción, 1980. Archivo de Pilar Hernández

Fernández Barrera, Lara Bahamondes y Medina Parra hicieron un trabajo horizontal y colectivo. Se dedicaron a rastrear cuidadosamente una serie de testimonios que indagan en la memoria de quienes participaron o fueron testigos de la escena penquista y que en su conjunto construyen una polifonía de voces que le dan cauce a un renovado discurso histórico, político y cultural de resistencia. Durante los cinco años que duró el proyecto, lxs investigadores encontraron importantes rastros materiales (tanto en la prensa como en los álbumes personales, en los registros policiales o institucionales), que en el formato de libro le configuran hoy una entrada teórica a este acervo documental en construcción.

El relato comienza con una descripción de las condiciones que definieron las décadas previas a la dictadura (con un capítulo titulado “Las concepciones de la concepción”, a cargo del académico Javier Ramírez Hinrichsen), pero el proyecto tiene su foco bien puesto en las consecuencias directas del Golpe de Estado en Concepción. Es desde ese quiebre institucional y social que la investigación pone énfasis en el concepto de resistencia cultural, abordada como una táctica desde lo colectivo a partir del reconocimiento del trabajo en la calle y acciones en el espacio público creadas por artistas de Concepción.

Registro de Azul, TUE, performance en el Foro de la Universidad de Concepción (1982). Archivo de Ricardo Sepúlveda

Fundamentales para el entendimiento de la configuración de la escena penquista son los artículos y columnas de Annemarie Maack, quien publicó por años sus reseñas y opiniones en el diario El Sur, generando un pensamiento crítico a propósito de la producción local de arte. En una entrevista, realizada especialmente para el libro, la periodista recuerda que recibía llamadas por teléfono en las que le preguntaban “¿Usted está promoviendo a izquierdistas, a los miristas?, ¿No sabe lo que hacen?”. Pero ella no se dejó intimidar. Como cuenta, era morirse y echarse a morir, o pelear y echarse a pelear. Y eso hizo: pelear desde las ideas. Como relevan lxs autores del libro, “fue una mediadora entre el espesor crítico y estético de tales obras y el público”. En su relato, Maack reflexiona: “Queríamos informar al público que existía un arte en Concepción que había que mirar y eso nos importaba. A mí me parece que en un momento tan convulsionado como era la época, no cabía otra cosa. Era como una lógica de sobrevivencia” (p.8).

Otra importante voz femenina que le construye un acceso teórico al libro es la investigadora argentina Ana Longoni, quien comienza su texto reconociendo que nunca ha puesto un pie en Concepción. Pero eso no es impedimento para su reflexión, todo lo contrario. En su ensayo apunta lo imposible y a la distancia. Según Longoni, la publicación de Concepción, te devuelvo tu imagen es el resultado de un ejercicio que enuncia un enorme vacío: “La inexistencia de una historia del arte local, es decir, de un relato (o varios) y un archivo que den cuenta de las prácticas artísticas ocurridas allí” (12). Su texto resulta especialmente conmovedor por la misma distancia que ella detecta, que resuena como crítica con lo hegemónicamente centralista que ha sido la historia del arte no sólo en Chile, sino que en Latinoamérica.

La operación de Longoni le construye así, a la escena en Concepción, importantes vínculos con otra iniciativas y escenas del continente. Los conceptos de la nada, de lo colectivo y el recurso de las siluetas emergen a través de este ensayo, hermanados a otras escenas artísticas, tanto en Chile como en el Cono Sur que, durante las dictaduras, exploraron un lenguaje que pudiera, desde la potencia de lo simbólico, desajustar los regímenes opresores. Así, todo el proyecto del libro, de observar la escena en Concepción, se percibe como la devolución de una imagen enriquecida por el paso del tiempo.

Intervención gráfica Concepción, te devuelvo tu imagen, ColectivoArte80, en La Gaceta del Domingo del diario El Sur, 29 de agosto de 1982. Archivo de Pilar Hernández

El título del libro hace referencia una intervención gráfica, híbrida y experimental, publicada en el diario El Sur, en agosto de 1982, por una de las agrupaciones más trascendentales del relato: el ColectivoArte80. Esa obra, en que aparecía representada una persona no vidente pidiendo limosna en la calle, estaba montada sobre el plano de la ciudad. Como imagen proponía un cruce entre fotografía, grabado y texto e iba a página completa, impresa en el suplemento La gaceta. Los investigadores se refieren a esa acción como “una obra de arte conceptual que deslizaba una crítica al contexto social y político desde un énfasis territorial, un manifiesto artístico en el espacio de lo público que había sorteado el sistema de vigilancia y control de la tiranía imperante” (18).

Según releva el libro, la escena penquista tuvo, en su centro, al Departamento de Artes Plásticas y Visuales de la Universidad de Concepción, abierta en 1972. Desde ahí surgieron la mayoría de –sino todas– las iniciativas rescatadas en el libro. Para entender cómo se generó este espacio de resistencia, lxs investigadores cuentan que, tras el golpe de Estado, la intervención del régimen ocurrió con intensidad en la Universidad de Concepción, debido a que era considerada un “foco ultra” en la concientización marxista. Pero, pese eso, la reciente conformación del Departamento de Arte le aseguró su supervivencia, pues no tenía mayores antecedentes. El espacio contaba con un pequeño cuerpo docente, “la mayoría con militancias o con un pensamiento de izquierda, (que) contribuyó a sentir con mucha fuerza esa fragilidad” (67).

Pero esto no quiere decir que el Departamento estuvo exento de la violencia, censura y opresión que experimentaron los espacios de conocimiento y educación. El 10 de octubre de 1973, el diario El Sur dio cuenta de la “eliminación” del Teatro Universitario de la Universidad de Concepción, TUC, que había sido fundado en 1945. Lxs investigadores aseguran que su cierre “implicó el desmantelamiento de uno de los espacios de reflexión y creación más importantes a nivel nacional en el ámbito de las artes escénicas” (87). Así, la escena de arte de resistencia en Concepción surgió gracias a académicos que se las ingeniaron para sortear este tipo de dificultades y convocar a estudiantes a desarrollar un pensamiento crítico y un lenguaje experimental. En ese sentido, la investigación releva la importancia de Pedro Millar, del ColectivoArte80, quien impulsó constantemente a sus estudiantes a la obra y a la acción.

Registro de la exposición Arte Acción, de Pilar Hernández y Manuel Fuentes, 10 de diciembre, 1979. Instituto Chileno Norteamericano de Cultura, Concepción. Archivo Iván Cárdenas
Registro de montaje de exposición censurada en Galería Universitaria, Concepción, Chile, agosto, 1980. Archivo Pilar Hernández
Registro de exposición del Colectivo Arte80, Sala Goethe, Concepción, Chile, 1982. Archivo Elías Adasme

Así, bajo su alero, emergieron artistas como Pilar Hernández, Manuel “Munael” Fuentes, Germán Araos, Iván Cárdenas, Ricardo Pérez, Ruth Contreras, Sebastián Burgos, Viviane Mohring e Iván Díaz, quienes “actuaron desde la crisis política y la descomposición de lo social, con un cuestionamiento a la institución artística, a la academia, a los lenguajes tradicionales, a los espacios de difusión y circulación que crean la validación de lo que es arte” (114). La configuración de esta escena le construye un contrapunto a la escena santiaguina que ya ha sido abordada y canonizada como si hubiera sido la única. Pero Concepción, te devuelvo tu imagen nos recuerda que no fue así. En sus páginas vemos a los artistas resistiendo contra la violencia y la censura a través de la expresión cifrada de sus discursos. Los vemos haciendo obras y acciones de alto riesgo que muchas veces fueron coartadas por la vigilancia del régimen.

Una de las primeras exposiciones censuradas en Concepción fue Arte Acción, organizada en 1979 por dos estudiantes que estaban egresando de la carrera de Licenciatura en Artes Plásticas de la UdeC: Pilar Hernández y Manuel Fuentes. Se trataba de una “muestra” en que no había nada más que muros en blanco. La exposición, según lxs investigadores, buscaba ironizar sobre el excesivo control desde una universidad intervenida. Y a través de ella, sus autores abrieron “el arte local a la noción de happening, propia de las neovanguardias internacionales de los años 50 y 60, aportando incluso, en forma adelantada en la historia del arte contemporáneo chileno, la práctica de un arte relacional desde un sentido político” (116).

Las pocas fotos que le sobreviven a ese encuentro resultan conmovedoras, no sólo por la simpleza de su ideación, sino por la potencia de su significado. La exposición vacía se transformó, orgánicamente, en un lugar seguro de encuentro para quienes no tenían dónde reunirse y pudieron, simplemente, estar. Lo mismo ocurre al ver el registro de montaje de exposición censurada en Galería Universitaria, en agosto de 1980, cuyas obras fueron sin duda extraordinarios ejercicios de creatividad y resistencia. Con sus intentos, suspensiones, censuras, obstrucciones, es donde esos ensayos artísticos se vuelven más radicales. Al tener todo en contra, aparece su valor.

Registro de marchas y movilizaciones, Universidad de Concepción (s.f.). Archivo de Ricardo Pérez
Registro jornadas de acción del ADA. Archivo de Ricardo Sepúlveda

El libro despliega de manera muy bien documentada la configuración de espacios alternativos a los oficiales para juntarse y pensar entre artistas. Y la investigación destaca no sólo la importancia de estos espacios, sino la dinámica que se daba entre sus creadores y colaboradores. Artistas que, como trabajadores, “buscaban a través del arte ser un aporte al cambio social y político: desde la utilización de manera deliberada de nuevos lenguajes visuales y la necesidad de una ruptura de las fronteras del arte autónomo” (20).

Los recursos con los que trabajaban eran los mínimos, pero a la luz del contexto, su efectividad fue máxima. Vistas hoy, las acciones presentadas en el libro se opusieron deliberadamente a la opresión del régimen militar en su afán experimental y reactivo. Sortearon violencia con creatividad, represión con recursividad y precariedad con ingenio.

En estas obras, realizadas durante dictadura, hay crítica, pero también humor. Hay recursividad en piezas que tienen dimensiones no sólo políticas, sino que de género, que cruzan lo arquitectónico con el poder, la palabra con la acción y el cuerpo con las problemáticas sociales.

Registro de El virus que navega en el amor, intervención gráfica de Miguel Parra en el foro de la Universidad de Concepción, 1991. Archivo de Miguel Parra
Registro de La Octava de la Hora, ColectivoArte80, acción gráfica, serigrafía, 13 de octubre de 1980, Concepción. Archivo de Iván Cárdenas

Queda en evidencia que los artistas que resalta esta publicación pusieron el cuerpo en un periodo marcado por el peligro. Por las represiones, censuras y por las desapariciones de sus pares. El tremendo trabajo de documentación y reflexión que hay detrás del equipo interdisciplinario que creó este libro está sostenido en los afectos: la estructura del libro da cuenta de cómo quienes investigaron esto no sólo están comprometidos con visibilizar, sino que reconocen que sus pensamientos reflexivos son posibles, hoy, gracias al trabajo y valentía de quienes vinieron antes y que –desde el arte– se constituyeron como una fuerza política.

Los episodios fundacionales de esta escena están narrados al mismo tiempo en clave de ensayo artístico y crónica periodística, lo que enriquece el relato. En sus páginas se ahonda en la apropiación de los artistas de los formatos de los carteles callejeros, cuya resonancia con las tácticas ocupadas por los movimientos sociales en las marchas del 2018 y 2019, en Chile, son ineludibles. Así, el libro releva el oficio, creatividad y potente discurso político de una escena que no se ha inscrito en la historia oficial del arte en Chile, y cuya importancia sigue siendo fundamental para pensar el país de hoy y del futuro. En esa línea, el proyecto pone en relieve importantes acciones performativas hechas sin que se tuviera siquiera conocimiento de ese concepto, hechas desde la más pura intuición artística.

De hecho, el libro no funciona sólo como un homenaje al pasado, sino que asegura su aporte al presente y al porvenir. Lxs autores cuentan que, en 2019, justo al momento del estallido social, realizaron en la Sala David Stitchkin de la Casa del Arte UdeC la exposición Concepción, te devuelvo tu imagen. Arte y política 1972-1991. Ahí reunieron archivos de prensa y obras de la época, junto a testimonios sonoros y audiovisuales. “Afuera, en el centro de la ciudad, a pocos metros, se enfrentaban manifestantes y fuerzas de carabineros; todo estaba convulsionado, la ciudad transformada súbitamente, las vitrinas del comercio blindadas, las veredas desarmadas, las calles con barricadas de fierros y adocretos, los muros plagados de consignas, y las voces, los gritos”. Eran los mismos que se escuchaban dentro de la sala a través de un video con el registro de marchas y manifestaciones de los años 80 junto a un lienzo donde se leía “Hoy, igual que ayer”.

Ariel Florencia Richards

Escritora e investigadora de artes visuales. Estudió Diseño en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y Estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Realizó un Magíster en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York (NYU). Trabajó como editora cultural de distintos medios impresos, como revista Viernes, revista ED y Paula. Cursa un Doctorado en Artes en la PUC, donde investiga las relaciones entre performance y género.

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