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STANLEY STELLAR. EL PODER DE LA VULNERABILIDAD MASCULINA

La galería neoyorquina Kapp Kapp volvió a poner en el mapa del arte contemporáneo a Stanley Stellar, uno de los poquísimos fotógrafos que retrató la mítica escena de los muelles del West Village, en Nueva York, durante los años setenta. Una muestra de 30 de sus imágenes reactivó el interés de la prensa, coleccionistas y estudiosos por este período cultural y social. Las suyas son fotos íntimas de encuentros casuales, un archivo de afectos y vulnerabilidad de la comunidad queer cuando recién se estaba gestando.

Stanley Stellar, Pier August, 1980. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar
Stanley Stellar, Pier Fuck, 1983. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar

El fotógrafo Stanley Stellar lleva cincuenta años fotografiando la belleza y vulnerabilidad de la comunidad queer. Nativo de Nueva York y formado en Parsons School of Design, Stellar comprobó en primera persona cómo la apropiación de un barrio de la ciudad de Nueva York contribuyó a la configuración de una escena artística. Pero también a la creación de un espacio seguro para las identidades disidentes. “Durante la secundaria, en Brooklyn, yo era un chico tímido y poco popular, sin amigos. Pero cuando entré a estudiar a la universidad, en Manhattan, pude ser yo mismo. Me encontré con mis pares, personas creativas que, tal como yo, estaban descubriendo quiénes eran, qué nos gustaba, qué queríamos hacer”, recuerda.

A mediados de los sesenta, ser homosexual todavía era ilegal en Estados Unidos y bailar entre hombres era un crimen. “Todas mis exploraciones sexuales, como las de la mayoría de las personas queer de ese entonces, ocurrían en salas apartadas de la luz, subterráneos y callejones. Siempre de noche”, dice el fotógrafo. A medida que iba conociendo Manhattan, fue descubriendo espacios minoritarios en el West Village, un barrio en el que la comunidad homosexual era aceptada. “Al principio los gays hacíamos cruising en Greenwich Avenue. Ahí conocí a chicos de mi edad que venían de lugares, familias y contextos muy distintos a los míos. Lo cierto es que no sabíamos nada. Nada de amor, nada del sexo, nada de nosotros mismos. Pero juntos formamos una comunidad”.

La premisa del cruising callejero era encontrar sexo y quizás amor, pero Stanley dice que lo que los unía era mucho más que eso. “Juntos encontramos consuelo en ser hombres distintos a la mayoría”. Juntos también esquivaban a los policías que los correteaban en sus búsquedas. “No nos dejaban estar tranquilos en ningún lugar así que caminando por el West Village nos dimos cuenta que había una calle oscura y protegida que terminaba en el río Hudson. Ahí los policías no nos molestaban”.

Esa calle era Christopher Street y sus cuadras se empezaron a sentir seguras para ellos. Así, la comunidad disidente la empezó a transitar y ocupar de día. “Se sintió como el descubrimiento de un espacio en el que era posible ser nosotros mismos. Hasta ese momento no existía en Nueva York un lugar en que los homosexuales nos pudiéramos trasladar, expresar y conocer libremente”.

Stanley Stellar, Piers Late Afternoon, 1979. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar
Stanley Stellar, Robert I, 1983. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar

En el año 1976 Stanley se compró su primera cámara Nikon y en sus paseos por Christopher Street empezó a reconocer a los chicos con los que antes compartía los espacios clandestinos de noche. Pero ahora de día; en la calle, a la orilla del río, parecían otros. Por esa época una naciente comunidad queer se apropió de los muelles de Christopher Street para tomar sol y tener sexo en los antiguos hangares abandonados que había ahí. Stanley los empezó a fotografiar. Así se transformó, junto a Peter Hujar, David Wojnarowicz y Alvin Baltrop, en uno de los pocos fotógrafos que retrataron esa mítica escena de libertad, sexo y comunidad que se creó en la orilla del río Hudson en la década de los setenta.

“Hasta ese momento yo no había visto nunca en vivo y a la luz del día a un hombre desnudo. A mi papá y a mi hermano mayor jamás los vi sin ropa. En esa época los únicos hombres a los que podías ver semidesnudos eran atletas, nadando bajo el agua o peleando con tiburones en las revistas”, recuerda. Ver los cuerpos de sus pares, de sus amigos, de sus amantes, a plena luz del día lo hizo descubrir una belleza que antes le estaba oculta. “Los muelles se transformaron en un espacio público en el que podíamos cerrar los ojos y estar al sol tranquilamente. Era donde nos podíamos reconocer como individuos y como comunidad”.

En esa escena, el cruising o sexo casual que ocurría en espacios en desuso se transformó en la dinámica central. Esa forma queer de conectar, en silencio, con relaciones espontáneas y efímeras, fue clave en la conformación de una cultura homosexual que luego, en los ochenta, fue azotada por la pandemia del VIH. Pero en los setenta, antes de eso, las preocupaciones todavía eran otras. “¿Me tengo que avergonzar por mirar a un hombre que encuentro hermoso?”, se preguntaba Stanley. “No”. A través de su cámara descubrió que tenía que vivir su verdad. “Sin pedir perdón ni sentir vergüenza por quién soy y cómo soy”.

Stanley Stellar, September, 1979. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar

En las imágenes análogas de Stellar hay cuerpos solitarios y en grupos, hay escenas de sexo, espacios deshabitados, grafitis de Keith Haring. Pero hay, sobre todo, espontaneidad. Los hombres aparecen desenvolviéndose naturalmente en un ambiente donde podían desplegar sus deseos, sus cuerpos, y donde podían crear conexiones sexuales, amistosas y afectivas literalmente al borde de la ciudad. La galería Kapp Kapp, fundada por los hermanos gemelos Sam Kapp y Daniel Kapp, mostró a principios de este año una selección de treinta imágenes de Stellar, tomadas entre mediados de los setenta y principios de los ochenta.

El fotógrafo se sorprendió con que cada vez que iba a la muestra se encontraba con jóvenes que querían hablar con él. “Creo que a la gente hoy le gusta mucho este tipo de archivo porque hay muy poco. Todas las personas a las que conocí durante esa época se han ido, hace mucho, mucho, mucho tiempo. Este material de archivo resuena con gran parte de las nuevas generaciones que saben que esta escena existió, pero que jamás estuvieron ahí. Realmente metidos hasta las rodillas”.

Stanley Stellar, Dennis Frost, 1980. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar
Stanley Stellar, Embrace, 1986. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar
Stanley Stellar, JD Slater and The Barking Dog, 1981. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar
Stanley Stellar, Late Afternoon, 1980. Cortesía: Kapp Kapp Gallery y Stanley Stellar

Stellar se considera privilegiado de haber nacido, estudiado y trabajado en Nueva York durante el siglo pasado. Esto le permitió ver cómo una comunidad fue formándose, creciendo, apropiándose de lugares públicos y luego transformándose con los años. “Nunca voy a olvidar la primera imagen que tomé”, confiesa. Stanley traía una cámara desechable en su bolsillo, e iba caminando por la calle, cuando pasó por el lado de un chico straight, colorín y con tatuajes. Compulsivamente se acercó al muchacho y le dijo que encontraba hermoso el diseño que se había tatuado en su brazo. En esa época tatuarse también era ilegal. “¿Puedo fotografiarlo?”, preguntó, y el chico le dijo que sí. Stanley apretó click, le dio las gracias y empezó a caminar, feliz con el registro que había hecho. Pero, a los pocos pasos, escuchó que le gritaba: “¡Tengo pájaros también!”. Stanley se giró y el muchacho se había levantado la camiseta. En sus pectorales había tatuadas dos golondrinas enfrentadas.

Al tomar esa segunda foto, Stanley supo que había hecho una imagen sexy, honesta, masculina, que no era pornográfica. Porque no había algo fingido. Era una foto espontánea y honesta. Con ese aprendizaje en mente, y con Diane Arbus como referente, comenzó a fotografiar hombres en las calles de Manhattan. Lo hizo con respeto, con delicadeza y acercándose a ellos directamente. Retrató hombres caminando. Hombres tomando sol en los muelles. Hombres haciendo cruising. Hombres teniendo sexo al aire libre. Stanley no era un extraño a la escena que fotografiaba, sino que muy por el contrario era parte. Entendía la sensibilidad de un espacio seguro y lo importante que era respetar la intimidad del otro.

“Yo sabía lo que quería, que era hacer arte. Y también intuía que esos hombres a los que quería retratar muy posiblemente me iban a decir que sí si les preguntaba. Jamás, al hablar con ellos, mezclé mensajes. Nunca detuve en la calle a un chico con el que quería tener sexo, sino que eran hombres a los que quería fotografiar porque me parecían simplemente hermosos”, dice Stanley. Cuando le pregunto si tenían en común algo más, el fotógrafo lo piensa. “Eran hombres reales”, dice.

Ariel Florencia Richards

Escritora e investigadora de artes visuales. Estudió Diseño en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV) y Estética en la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC). Realizó un Magíster en Escritura Creativa en la Universidad de Nueva York (NYU). Trabajó como editora cultural de distintos medios impresos, como revista Viernes, revista ED y Paula. Cursa un Doctorado en Artes en la PUC, donde investiga las relaciones entre performance y género.

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