Skip to content

EL ESPACIO COMO EXPERIENCIA. ENTREVISTA A MARÍA GABLER

Por Paloma Griesshammer y Víctor Díaz

Presentación

La práctica de María Gabler (1989) se caracteriza por una profunda y constante reflexión sobre el espacio circundante que habitamos. A partir de instalaciones específicas, se apropia de los lugares de exhibición y nos interpela a modificar nuestra mirada, a reparar en sus características arquitectónicas valiéndose de códigos constructivos, tensionados a través de materialidades que nos remiten a un proceso de edificación. Estableciendo nuevos recorridos, generando nuevos espacios dentro de los lugares que interviene, activando un muro a partir de la ausencia de un fragmento o simplemente a través del sutil gesto de develar el ornamento del parqué de un espacio deshabitado, Gabler nos interpela a observar y, sobre todo, a habitar durante nuestro breve paso por su espacio, aquello en que no reparamos.

Vista de la exposición "La Galería", de María Gabler, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2017. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición «La Galería», de María Gabler, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2017. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición "La Galería", de María Gabler, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2017. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición «La Galería», de María Gabler, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2017. Foto: Jorge Brantmayer
Vista de la exposición «La Galería», de María Gabler, en Sala de Arte CCU, Santiago de Chile, 2017. Foto: Jorge Brantmayer

Introducción

Conocimos a María Gabler cuando era estudiante de la Escuela de Arte de la Universidad Católica. Por aquellos años no se hacía notar, y no porque su labor en los talleres universitarios no fuese de calidad, sino porque su carácter no era el de alguien destemplada frente a su obra. Más bien algo tímida sobre su quehacer, silenciosamente se encontraba incubando las ideas que desplegaría tiempo después.

Hoy, María mantiene esos mismos rasgos: pareciera que cierto pudor la inunda cuando debe hablar de su obra. Esa incomodidad se ve redoblada cuando se reconoce públicamente la enorme calidad de su trabajo, tal como ha ocurrido recientemente, de forma consecutiva: fue distinguida con el Premio Ca.Sa (motivo por el cual actualmente se encuentra realizando una obra en el Museo de Arte Moderno de Chiloé – MAM), la Beca CCU (para realizar una residencia en el International Studio & Curatorial Program (ISCP) de Brooklyn, NY), formará parte de la programación anual de la Galería Gabriela Mistral, y además participará en la residencia del Centro de Investigaciones Artísticas Hangar, en Lisboa, a fines del 2022.

Pero ese particular recato parece también sinónimo de una forma de articular el discurso de su obra y sobre su obra, es decir, lo que sus creaciones proponen y lo que se puede decir respecto a ellas: la artista no desea imponer o pontificar en torno a una idea, sino en cambio generar un espacio de apertura disponible al diálogo. Sus obras podrían parecer en principio silenciosas, pero esa primera impresión se ve anulada cuando una multiplicidad de rumores y susurros atiborran la sala de exhibición intervenida por ella. Y eso se consigue gracias a un trabajo metódico y constante por parte de la artista, siendo este el otro rasgo que ha perpetuado, esto es, perseverar sin aspavientos innecesarios y dejar que el peso de su trayectoria hable más que ella misma.

Y, sin embargo, conseguimos que nos describiera algunos aspectos de su obra, la residencia que está realizando y su sentir ante estos reconocimientos recientemente obtenidos. Esto fue lo que nos respondió.

Vista de la exposición Mirador, de María Gabler, en Galería Tajamar, Santiago de Chile, 2015. Foto: Sebastián Mejía
Vista de la exposición Mirador, de María Gabler, en Galería Tajamar, Santiago de Chile, 2015. Foto: Sebastián Mejía

Paloma Griesshammer y Víctor Díaz: Para quienes todavía tal vez no conozcan tus obras, o deseen interiorizarse un poco más en ella, ¿cómo describirías tu producción? ¿Cuáles son las temáticas, problemas o discursos que reflexionas habitualmente en tus trabajos?

María Gabler: Me cuesta describir mis trabajos sin imágenes… diría que son instalaciones de sitio específico (o site-specific como se les suele denominar, término que no me agrada mucho por estar en inglés) con una dimensión arquitectónica.

Me interesa reflexionar sobre el rol que tienen los espacios dedicados al arte y sus visitantes, es decir, cómo la arquitectura determina la manera en que nos enfrentamos a esos espacios y sus obras: cómo los recorremos, cómo miramos o qué miramos. Me cuestiono mucho para qué hacer arte y creo que eso también está presente en mi trabajo. Por ejemplo, la idea de lo funcional en contraposición a lo absurdo, como una escalera que llega a un espacio oscuro o a una sala a la que no se puede entrar; me interesa desconcertar al espectador, que se pregunte qué es lo que tengo que ver o para qué estoy aquí.

PG/VD: ¿Cuál crees que es el motivo de ese interés por desconcertar al espectador? Te lo preguntamos porque pareciera que gran parte de tu obra se concentra en no sólo intervenir el espacio, sino incluso desmantelarlo. Como si se tratara de un grabado de Maurits Cornelis Escher, los lugares intervenidos por ti se tornan inhabitables y, como bien dices, incluso ilógicos.

MG: Siempre me ha gustado mucho la arquitectura y soy muy observadora de los espacios, sus materiales, formas, ornamentos y estructuras. Pero en el arte, en general, los espacios están pensados para desaparecer, destinados a pasar lo más inadvertidos posible, pues la idea es que los espectadores se enfoquen en las obras y no en donde están. Sin embargo, considero que los lugares entregan mucha información, de su contexto, de su historia, de cómo fueron concebidos. Entonces, al intervenirlos, efectivamente la idea es, por un lado, desmantelar o arruinar esa ilusión de que el espacio de exhibición es neutro.

Esto es algo que ha tomado particularmente mucho sentido haciendo obras aquí en Chile, donde muchos museos y galerías (me atrevería a decir que una gran mayoría) en su origen no han sido creados como espacios para el arte, si no que se han adaptado para ese fin.

PG/VD: Y puesto que tus obras tienen directa relación con lugares específicos, definidos para tus intervenciones, ¿ya has proyectado posibles resultados del trabajo que realizarás tanto en el ISCP como en Hangar?

MG: Para ambos proyectos me puse el pie forzado de trabajar en el espacio público y específicamente en la calle… Es algo que llevo tiempo considerando pero que no he logrado concretar. Para Chiloé también tenía esa intención, pero como se suele decir, “una cosa llevó a la otra” y terminé nuevamente dentro de la sala. Entonces, finalmente, dependerá de las características de esos lugares, de lo que me encuentre allá. Además, en Nueva York quiero intervenir la galería donde expondré al final de mi estadía (Proxyco Gallery) y también hay que considerar que en el ISCP tendré un taller que quisiera aprovechar al máximo. En el caso de Lisboa, es una ciudad que me llama mucho la atención por su arquitectura, materiales y espacios (techos de tejas rojas, azulejos pintados, pequeñas calles y amplísimas avenidas).

Proceso de obra Anfibia, de María Gabler, MAM Chiloé, 2021. Foto: Francisca Gabler
Boceto para proyecto Anfibia, de María Gabler, MAM Chiloé, 2021. Foto cortesía de la artista

PG/VD: Sabemos que eres muy constante en la elaboración continua de proyectos y postulaciones para ejecutar los mismos. ¿Cómo afrontas la importante cantidad de proyectos que se vienen en lo que queda este año y los que vendrán el 2022? 

MG: La verdad es que estoy ansiosa y feliz, pero al mismo tiempo, algo asustada. Efectivamente estoy acostumbrada a estar constantemente postulando a diversos proyectos, pero una nunca espera que de pronto resulten todos juntos. En casi todos estos concursos había participado antes, en algunos varias veces, entonces ha sido muy inesperado todo. Son muy buenas noticias y me emociona y motiva muchísimo el reconocimiento que significan, pero también siento que es como una gran responsabilidad. Una responsabilidad con quienes me han dado estos reconocimientos, pero también conmigo, mi trabajo y mis expectativas…

PG/VD: Cuéntanos en qué consiste la residencia en Chiloé y cuál es el proyecto que estás desarrollando, considerando que el tema del Premio Ca.Sa de este año es Futuros diferentes: hacia otros imaginarios posibles.

MG: El proyecto tiene que ver con varias cosas que he ido encontrando aquí y que confluyen en una idea. Se trata de una instalación dentro de la Sala Alemania del MAM de Chiloé (donde estoy haciendo la residencia) que tiene que ver con mis observaciones del entorno natural y arquitectónico de este lugar. Lo que propongo es volver a mirar la manera en que Chiloé se ha construido adaptándose a sus condiciones climáticas, su geografía y recursos. Me refiero principalmente a la relación que hay aquí con el agua y la madera. Por eso la exposición se llamará Anfibia, un término que se ha usado tanto coloquial como académicamente para hablar de la cultura chilota. Incluso para referirse a uno de sus habitantes más antiguos: los chonos, que hacían su vida sobre una embarcación construida de madera llamada dalca.

Esa relación con el agua se mantiene hasta el día de hoy. La vida de bordemar es un ejemplo de ello: los tradicionales palafitos no son solo una manera de construir sobre el agua sino también de aprovechar los recursos (cuando la marea sube se puede pescar y cuando baja marisquear). La carpintería de ribera (construcción de embarcaciones), en ese sentido, ha sido fundamental en la historia de la arquitectura chilota, donde esos conocimientos fueron en gran parte los que hicieron posibles sus famosas iglesias.

A esto se suma que el MAM tiene una arquitectura muy particular para ser un museo y una historia igualmente especial: la construcción original fue diseñada por el arquitecto Isaac Eskenazi en los años 70, como parte de un proyecto costumbrista. Luego fue retomado para convertirse en museo y, más tarde, creció, gracias al diseño de Edward Rojas y Eduardo Feuerhacke (dos de sus directores). Ahí se añadió el espacio donde tendrá lugar mi exposición: un gran galpón de madera, una construcción mínima (se podría decir), que sigue los principios más básicos del galpón sureño (dos amplias aguas, gran altura, tijerales de madera que permiten un espacio sin pilares, o como en este caso pilares muy distanciados, casi toda la estructura a la vista, muy práctico), a lo que se suman detalles como un gran tragaluz en la cumbrera.

Todas estas cosas me han motivado y, como decía, han ido confluyendo en una idea: llenar la sala de agua para generar un reflejo, e incorporar arena y madera.

Muro falso, de María Gabler. Intervención en la arquitectura de Galería NAC, 2018. Foto cortesía de la artista
Muro falso, de María Gabler. Intervención en Feria Ch.ACO, 2018. Foto: Felipe Cooper

PG/VD: Considerando el actual escenario pandémico, en donde el circuito cultural prácticamente se paralizó e incluso a propósito de los “futuros posibles” propuestos en tu proyecto para Ca.Sa, ¿has tenido que adecuar tu producción? ¿Te ha afectado el contexto en tu labor artística?

MG: Voy a contestar las dos preguntas con una respuesta: no me he adecuado en nada… Y por esa razón diría que me afectó mucho el contexto en relación con mi labor artística. Me interesa mucho trabajar en los lugares y no poder salir fue un obstáculo gigante. Además, soy profesora en un colegio y la educación a distancia fue un enorme desafío y algo poderosamente demandante. Así que el resultado fue que el 2020 no me dediqué a producir obra. Recién este año 2021 retomé, y con muchas ganas; tal vez por eso también postulé a todo lo que pude, por efecto de este entusiasmo. Además, comencé por primera vez a trabajar en el taller. Nunca había tenido uno, porque siempre mis proyectos han dependido del lugar, así que prácticamente casi todo se hace “in situ”. El asunto es que el trabajo de taller no me ha resultado mucho, todavía no me habitúo, pero no me doy por vencida aún (risas).

PG/VD: Continuando con esto de los “futuros posibles” y los “nuevos imaginarios”, en Chile además hemos vivido importantes situaciones tales como la movilización feminista, el estallido social y todo el proceso en torno a la construcción de una nueva Constitución. ¿Han afectado de alguna manera estos acontecimientos a tu modo de concebir tu obra, o incluso al modo en que piensas el rol de lo artístico en la sociedad? Para decirlo de otra manera, ¿de qué forma se ve afectada tu obra por las circunstancias que nos rodean?

MG: Cuando tuve el curso de semiótica en el posgrado de la Universidad de Chile, donde tú eras el profesor Víctor (risas), recuerdo que aprendí, o comprendí finalmente, lo problemático que es concebir al arte como un medio de comunicación (al menos como uno en el sentido habitual del término). Al respecto, creo que hay tareas que cumplen mejor las pancartas, los ensayos, los reportajes, etc. Siento que el rol del arte es relacionarse de otros modos con la coyuntura. Con esto no quiero decir que no deba haber arte político…  Me refiero a que el arte político no tiene por qué ser sinónimo de literalidad. Yo siempre he sentido que la idea de lo político va más allá de eso. Creo que todo arte que genera reflexiones o que cuestiona la manera en que nos relacionamos, la manera en que vivimos, es de alguna manera uno político ¿no?

Decía antes que me cuestiono mucho para qué hacer arte o por qué hacer arte, y creo que para mí tiene que ver más con una experiencia que con un mensaje. En el caso de mi trabajo, lo que me motiva son situaciones que me intrigan o relaciones que me llaman la atención del contexto en el que estoy trabajando. Muchas veces son cosas muy particulares y concretas del lugar (como detalles constructivos o arquitectónicos), otras veces elementos más circunstanciales, otras vinculados a la historia del lugar. Pero en todos esos casos, son cuestiones que de alguna manera son para mí el reflejo de un problema que va más lejos que esa situación específica. En ese sentido, las circunstancias que me rodean obviamente afectan mi trabajo, de hecho, podría decir que son fundamentales. Como la obra que hice en la Galería NAC en 2018: el que la exposición fuera al mismo tiempo que la Feria Ch.ACO era esencial para el trabajo. O el caso de Fachada, en la Residencia Cancha, donde el lugar en que se ubicaba la residencia era una casa que es monumento nacional.

Instalación de María Gabler en open studio tras su paso por el programa de residencias Molten Capital, en MAC Quinta Normal, Santiago de Chile. Foto: Bárbara Martínez, cortesía Molten Capital.
Instalación de María Gabler en open studio tras su paso por el programa de residencias Molten Capital, en MAC Quinta Normal, Santiago de Chile. Foto: Bárbara Martínez, cortesía Molten Capital.
Instalación de María Gabler en open studio tras su paso por el programa de residencias Molten Capital, en MAC Quinta Normal, Santiago de Chile. Foto: cortesía Molten Capital.
Instalación de María Gabler en open studio tras su paso por el programa de residencias Molten Capital, en MAC Quinta Normal, Santiago de Chile. Foto: cortesía Molten Capital.

PG/VD: ¿Nos podrías comentar con un poco más de detalle aquellas obras?

MG: Muro Falso (Galería NAC, 2018) fue un trabajo que se generó a partir de la idea de revelar lo que yo inicialmente pensaba era un muro falso en la galería, una pequeña pared (220 cm. de ancho aprox.) ubicada al centro de la sala, que imaginaba era una manera de aprovechar el espacio para tener más lugar para colgar obras. Sin embargo, resultó ser un muro estructural de hormigón, lo que lo hizo aún más llamativo para mí. Así, la operación consistió en cortar un pedazo del tabique que lo cubría para dejarlo a la vista y, simultáneamente, exponer ese pedazo en la Feria Ch.ACO. De esta manera, lo expuesto era el propio “espacio de exhibición” transformado en “objeto artístico” y potencialmente vendible.

En el caso de Fachada (Residencia Cancha, 2014), todo comenzó con las expectativas que yo tenía del lugar. En mi cabeza cuando vi el edificio que albergaba la residencia pasaron todo tipo de imágenes, desde pisos de parqué hasta altos cielos con molduras. Nada de eso se condecía con el interior: un enorme espacio con suelo cementado y con cielo falso (ese llamado americano, como de oficina noventera). Uno de los primeros días de residencia una de las planchas se había roto y había puesta una escalera debajo del hueco (la habían sacado para reponerla); subí y apareció un gran espacio, con cerchas de madera (algunas con rastros de quemaduras, otras reparadas) y paredes de ladrillos viejos. Como la escalera no era muy alta solo pude ver todo eso metiendo mi mano lo más arriba que pude y tomando fotos para todos los lados posibles con flash. La obra que resultó de la residencia fue una escalera que permitía subir hasta quedar parado al nivel del cielo falso y que con una luz estroboscópica (un flash que parpadeaba por pocos segundos), permitía ver fragmentariamente el espacio: algo así como una réplica de mi experiencia.

Fachada, de María Gabler. Obra realizada en la residencia Cancha, Santiago, 2014. Foto cortesía de la artista
Fachada, de María Gabler. Obra realizada en la residencia Cancha, Santiago, 2014. Foto: Felipe Cooper
Fachada, de María Gabler. Obra realizada en la residencia Cancha, Santiago, 2014. Foto cortesía de la artista

Cierre

Resulta sumamente interesante que María Gabler mencione en más de alguna oportunidad la noción de “experiencia”, tanto para describir los presupuestos desde donde concibe sus obras, así como también las expectativas en torno a la forma en que serán apreciadas. De esta manera, y probablemente a propósito de las nuevas experiencias vividas por ella, sus proyectos actuales parecen ir adquiriendo también paulatinamente nuevas direcciones; expansiones que reúnen dos aspectos íntimamente relacionados: la eventual internacionalización de su obra y el arribo de sus intervenciones al espacio público. Ambos aspectos dan cuenta de una mirada que hoy parece (si se nos permite la analogía) inundada de nuevos imaginarios y futuros posibles.

También te puede interesar

Francisca Infante, Registro de muralla rosa, 2020, pintura digital impresa en papel de algodón libre de ácido ultra smooth hahnemühle 300 grs., 120 x 90 cms. Ed: 2. Cortesía: NAC

FRANCISCA INFANTE: RÉPLICA DE UN REY ESTÁTICO

Valiéndose del dibujo y la pintura, Francisca Infante (Santiago de Chile, 1992) representa espacios arquitectónicos reconocibles. De esta manera, su obra incorpora herramientas digitales que utiliza casi de la misma forma que la pintura...