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DEL ARMARIO AL ARCHIVO: INTERVENCIONES ESTÉTICAS SEXODISIDENTES EN LA ERA DIGITAL

El presente texto ha sido editado a partir de la conferencia virtual Del armario al archivo: intervenciones estéticas sexodisidentes en la era digital, a cargo de Mariano López Seoane, director de la Maestría en Estudios y Políticas de Género de la UNTREF en Argentina.

Su conferencia, transmitida en diciembre de 2020 a través del canal de YouTube del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), es parte de la serie Arte y actualidad, mediante la cual la institución colombiana propone pensar, desde el arte, distintos aspectos de la sociedad a ser evaluados críticamente a la luz de las fracturas y tensiones que la pandemia ha hecho aún más visibles.

Mariano López Seoane aborda en esta ponencia-convertida-en-texto cuestiones de género, feminismos, lo queer y las nuevas masculinidades, mediante un recorrido por proyectos activistas, artísticos y curatoriales, como Act Up, en Estados Unidos, o Archivo de la Memoria Trans, Mareadas en la Marea y Moléculas Malucas, en Argentina.

También discute ciertas formas que han asumido en los últimos años las intervenciones estéticas de las comunidades de la disidencia sexual, e indaga en aquellas producciones artísticas, intervenciones activistas y experimentaciones estéticas realizadas por determinadas comunidades que se caracterizan, se agrupan o se acuerpan a partir de una experiencia común disidente.

mujeres de pie Archivo de la Memoria Trans
Gentileza Archivo de la Memoria Trans

DEL ARMARIO AL ARCHIVO: INTERVENCIONES ESTÉTICAS SEXODISIDENTES EN LA ERA DIGITAL

Por Mariano López Seoane

Mi investigación académica tiene que ver con cómo se ha dado la interacción entre ciertas experiencias activistas de la disidencia sexual y la producción estética y artística. Muy gentilmente, el MAMM me invitó a pensar cómo en los últimos años, y también cómo en este particular año de pandemia global, se produjeron cambios o transformaciones en las producciones estéticas de estas comunidades.

En respuesta a esta invitación, pensé en presentar una serie de exploraciones que se vienen realizando desde las disidencias sexogenéricas en relación con el archivo. Hay un hilo conductor que se observa en América Latina -pero no sólo en esta región- que tiene que ver con la creación y consolidación de archivos, y con el uso y la apropiación de los archivos existentes. En este sentido, presento tres proyectos iniciados en Argentina, pero que tienen una cierta dimensión regional y global, y que coinciden en el hecho de poner en el centro al archivo.

Por eso el título de esta presentación es Del armario al archivo, y ya ahí tenemos posiblemente un problema, o una pregunta, porque tanto el “armario” como el “archivo” son espacios de encierro, de guardado, de conservación. Entonces, estamos ante el riesgo de entender desde el título que hemos salido de una cueva para meternos en otra. Y quisiera aclarar desde el principio que esto claramente no es así. Es bastante evidente que nuestras sociedades han protagonizado una transformación histórica que las ha llevado desde un momento de ocultamiento, marginalización, opresión y represión, a un presente de mayor visibilidad, preservación y protección, que incluye en dosis iguales experiencias de inclusión e instancias de mercantilización. Por eso, este recorrido debe ser siempre evaluado con cautela, y no darse por entendido con la mera referencia acrítica a la categoría decimonónica de “progreso”.

Otra aclaración. Al hilo del archivo, que ya mencioné, quisiera añadirle otro, para que esté presente a medida que vayamos avanzando. Ese otro hilo es esa pregunta antiquísima, y central, que tiene que ver con las relaciones entre estética y política, que ponen de manifiesto, o proponen, estos proyectos. Es una pregunta antiquísima, decía, que se agita por lo menos desde el romanticismo, si no antes, y que tiene distintas encarnaciones conocidas en el realismo, el naturalismo, en las vanguardias históricas, en las vanguardias latinoamericanas de los 60s y 70s, llegando hasta el arte del presente. Por supuesto, esta pregunta es una pregunta que también tiene su formulación y su tradición en las comunidades de la disidencia sexual. Y en este sentido, empiezo con una referencia histórica que forma parte de estos archivos disidentes. Me refiero al trabajo estético político de la agrupación sexo disidente y rabiosa conocida como Act Up.

Para quienes no conocen el trabajo de esta agrupación, voy a decir muy brevemente -porque no quiero perder mucho tiempo en esto- que es una agrupación que surge a fines de los años ochenta en la ciudad de Nueva York como respuesta política activista a la crisis del sida tal y como se presentaba en esa ciudad de Estados Unidos durante la presidencia de Ronald Reagan. Act Up es interesantísima como organización por muchísimas razones; entre ellas, podría destacar que es en su actividad y en su lucha, en su trabajo en la calle y en las instituciones, que aparece o, mejor dicho, se produce la re-significación, que de cierta manera nos acompaña hasta hoy, del término inglés queer. Y si bien no conviene hoy detenerse muchísimo en los significados de este término, y en los debates sobre este término que son realmente interesantes pero también interminables, lo que sí quisiera señalar es que en esa definición y redefinición histórica que se hace de este término a fines de los ochenta hay una serie de elementos que se cruzan, que se activan, y uno de ellos es cierta manera de entender la relación entre estética y política.

En este sentido, es fundamental, por supuesto, estudiar algunas acciones de Act Up, pero también releer los ensayos que el crítico Douglas Crimp escribe por esos mismos años mientras participa de las asambleas y las acciones de coalición. Para decirlo muy brevemente: la concepción defendida por Act Up, y por Douglas Crimp, es una concepción en que el arte se pone al servicio de la acción política. Esto es muy claro en distintas intervenciones de Act Up, y se ve por ejemplo en un póster de 1988, que dice directamente que “El arte no es suficiente” [Art is not enough]. Aquí hay que preguntarse qué significa que el arte no es suficiente. No significa por cierto algo similar a la parálisis que sugiere la frase célebre de Theodor Adorno, que se tornó cliché después de la Segunda Guerra Mundial: “No hay poesía después Auschwitz”. No. Significa, más bien, que hay un cierto tipo de arte que no es productivo a la hora de enfrentar la crisis sanitaria sociopolítica que produce la pandemia del sida.

“El arte no es suficiente” llama a abandonar la concepción idealista del arte, es decir, la idea de que hay un arte autónomo por afuera y por encima de los conflictos sociales, para reemplazarla por la noción de que el arte debe ser desmitificado, desencantado y descompuesto para poder re-funcionalizar los elementos que lo componen. Es un arte que ha perdido su autonomía, que ha perdido su aura, y que se deshilacha para ser puesto al servicio de la lucha política. En el caso de Act Up, esto queda claro en las acciones e intervenciones (el concepto de obra pierde todo sentido en este contexto) que realizan tanto los distintos grupos que componen la coalición, como algunos de los artistas asociados íntimamente con ella, como Keith Haring y David Wojnarowicz.

En el caso de Act Up, entonces, puede decirse de forma anticipada que la dimensión estética de las protestas – evidente en canciones, en pósters, en la coreografía de las acciones, en el carácter performático de la manifestación – funciona como combustible, como energía para el grupo, como insumo gozoso que moviliza, pero también como amplificador, como herramienta que permite diseminar con mayor fuerza y mayor amplitud el mensaje político que se quiere transmitir.

Vamos ahora a la última década en América Latina, una década en la que asistimos a la reacción contra lo que se llamó la Marea Rosa de los gobiernos de izquierda y progresistas que habían gobernado muchos de nuestros países, con sus luces y sus sombras. Es en este contexto, que en Argentina recrudece a partir de 2015 con la elección de Mauricio Macri y la instalación de un programa económico de corte neoliberal, con las consecuencias sociales que eso puede tener, que aparecen los proyectos que quiero destacar.

Me voy a referir a ellos en orden cronológico. El primero, es el Archivo de la Memoria Trans, iniciado en el año 2012 por activistas trans y travestis argentinas, algunas residentes en mi país, otras exiliadas y viviendo en el exterior. El segundo proyecto al que me voy a referir es el archivo feminista Mareadas en la Marea, concebido por la artista Fernanda Laguna y por la crítica y activista Cecilia Palmeiro. El tercer proyecto es un archivo digital llamado Moléculas Malucas, llevado adelante por un grupo de activistas de la disidencia sexual y genérica, activistas feministas y queer reunidxs en la Ciudad de Buenos Aires, con el propósito de darle visibilidad, accesibilidad y un hogar digital a una serie de archivos pacientemente construidos contra viento y marea a lo largo de los años.

Gentileza Archivo de la Memoria Trans
Gentileza Archivo de la Memoria Trans

ARCHIVO DE LA MEMORIA TRANS

El Archivo de la Memoria Trans tiene su prehistoria en el activismo travesti en Argentina. En 1989, María Belén Correa, Claudia Pía Baudracco y otras compañeras fundaron la Asociación de Travestis Argentinas. El nombre es una apropiación insolente: esas pioneras travestis lo tomaron de un policía que, ante sus reclamos, las acusaba con desprecio de estar sindicalizadas. Con los años, ATA se transformaría en ATTTA, sumando otras dos T en representación de las personas Transexuales y Transgénero. En 2012, tras la muerte de su gran compañera y mentora Claudia Pía, y en el año de la sanción de la Ley de Identidad de Género en Argentina, María Belén creo un grupo de Facebook para reunir a quienes comenzó a llamar “las sobrevivientes”, con el objeto de preservar la memoria de esos cuerpos que sufrieron los atropellos de la policía, el abandono del Estado y la hostilidad de la sociedad, condiciones que llevaban la expectativa de vida de una mujer trans a los 35 años. Esas sobrevivientes construirían así, colectivamente, la memoria trans de la Argentina. En la descripción del grupo, Belén decía: “El Archivo es la recolección y protección de la memoria trans en fotos, recortes, videos, revistas, películas y entrevistas, pero sobre todo en las historias contadas por las sobrevivientes”. Más tarde, el archivo migró a Tumblr, y actualmente tiene una página web que se puede visitar.

En 2014, el Archivo organizó la muestra La construcción de una Líder, con fotos, cartas y objetos de Claudia Pía Baudracco. La exposición fue en la sede de la Federación LGBT de la Ciudad de Buenos Aires. En 2015, se organizó la segunda exhibición, En Busca de la Libertad: Exilio y Carnaval, en la que se mostraron fotos y objetos vinculados a los carnavales y pasaportes, documentos y fotos de quienes se habían exiliado. El carnaval y el exilio fueron dos espacios clave para la supervivencia de estas mujeres trans.

En 2017 se realizó en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (en el espacio de Memoria y Derechos Humanos Ex ESMA) la exhibición Esta se fue, a esta la mataron, esta murió. Centrada en la colección de fotografías del Archivo, la exhibición significó un antes y un después para el reconocimiento de la tarea estética y activista de sus creadoras. 

Exhibición en Campoli Presti, Londres. Gentileza Mareadas en la Marea
Exhibición en Campoli Presti, Londres. Gentileza Mareadas en la Marea
Exhibición en Campoli Presti, Londres. Gentileza Mareadas en la Marea

MAREADAS EN LA MAREA

¿Qué es Mareadas en la Marea? Sus creadoras definen su proyecto de distintas maneras. Y cada una de las palabras que escogen tiene algo para decirnos. Voy a detenerme en dos.  Primero, Mareadas en la Marea es un diariode la revolución feminista global que encuentra su punto de inicio en Buenos Aires en 2015. Cuando pensamos en un diario, un género tradicionalmente arrimado a lo femenino por cierto, pensamos en el registro de pensamientos, sentires, emociones, impresiones, ideas o recuerdos. Es decir, en esa serie de afectos y acciones que nuestra cultura ha colocado en el campo de lo “personal”.

Pero si Mareadas en la Marea es un diario, lo es al precio de invertir el conocido slogan feminista de los 70s. Para Laguna y Palmeiro, lo político es personal en tanto y en cuanto lo político, los acontecimientos políticos y colectivos, deben recibir tratamiento de diario, es decir, registrarse con la urgencia con la que se registra lo personal. Porque lo que caracteriza al diario es la relación casi inmediata que se establece entre las acciones, los sentires, los pensamientos y el registro de los mismos. Hay una inmediatez y una cierta desprolijidad, más allá de que el diario constituya un intento casero de poner cierto orden.

Segundo. Archivo. Como efecto involuntario del intento de poner orden y del registro obsesivo del progreso agitado de la revolución feminista se produce una acumulación de materiales, documentos, imágenes, clips, recuerdos, narraciones, eslóganes, etc. Ese “dulce montón”, como decimos en Argentina, constituye un archivo. Y así lo piensan las creadoras de Mareadas en la Marea. Es un archivo porque guarda, almacena y preserva restos materiales de momentos clave de esa revolución, restos materiales que devienen tesoros a cuidar. Y es un archivo porque esos restos se ordenan, se organizan, y se ponen a disposición de quienes quieran dialogar con esa experiencia colectiva. Dialogar quiere decir estudiar, aprender, tomar como punto de partida, apropiarse, continuar. Mareadas en la Marea es un archivo si entendemos que un archivo puede ser una caja de herramientas -como quería Deleuze que fuese la teoría, para llevar adelante nuevas luchas y desatar nuevos movimientos, nuevos estallidos, nuevos puntos de contacto y explosión colectiva o individual.

Ahora bien, lo que hace de Mareadas en la Marea un proyecto interesante para nuestra conversación es el hecho de que este diario y este archivo encuentran su rostro público y accesible cuando se vuelven exhibiciones, cuando se incorporan al circuito institucional y para-institucional del arte. Una breve lista de las ocasiones en que Mareadas en la Marea se volvió accesible para el público no deja dudas de esta dimensión. Su recorrido empezó en el año 2017 en la galería de arte Nora Fisch, en Buenos Aires, en el marco de una exhibición de Fernanda Laguna. Y continuó en Londres, en la galería Campoli Presti, en 2018; en Virginia, en el Institute for Contemporary Art, en 2020; y en Buenos Aires, en el Museo del Libro y de la Lengua, en 2020. Mojones dispersos de un archivo que trabaja para su diseminación global.   

Tapa del primer número de SOMOS realizada por Maxo [Dante Bertini]. Publicada en Moléculas Malucas. Gentileza Archivos Desviados y Dante Bertini
Tapa del Manifiesto “Sexo y Revolución” del FLH realizada por Maxo [Dante Bertini]. Publicada en Moléculas Malucas. Gentileza Archivos Desviados y Dante Bertini.

MOLÉCULAS MALUCAS. ARCHIVOS Y MEMORIAS FUERA DEL MARGEN

Moléculas Malucas es un proyecto iniciado a comienzos de 2020 por tres activistas feministas y de la disidencia sexual de Buenos Aires: Mabel Belluci, Juan Queiroz y Marcelo Ferreyra. Lo que distingue a estes tres activistas, más allá de sus recorridos personales-políticos divergentes y descollantes, es que les tres se han dedicado a lo largo de sus vidas a guardar, preservar y conservar documentos y materiales que capturan la historia de las luchas feministas y de las disidencias sexuales en Argentina y en América Latina.

Moléculas Malucas nace de la voluntad política de poner esos materiales y documentos a disposición del público. Es, en otras palabras, un proyecto que se propone asegurar el acceso de investigadores, activistas, artistas y curiosas a un acervo menor que se entiende hoy como tesoro cultural.

¿Cómo funciona Moléculas Malucas? Este archivo digital se presenta como una página web al estilo Tumblr que lo que hace es presentarle al público una serie de materiales archivados. El truco está en el modo de presentación: los materiales no se presentan como si dijéramos “al desnudo”, sin mediaciones, sino que van acompañados de pequeños ensayos que los contextualizan, los historizan, los introducen y los interpretan.

Moléculas Malucas funciona así un poco como un museo digital: no se limita a exhibir materiales, a poner materiales en disponibilidad, sino que en cada caso imagina e inventa modos de volverlos accesibles, atractivos y relevantes. Un ejemplo son los materiales que comparten sobre el Frente de Liberación Homosexual Argentino y sobre el grupo disidente neoyorquino Third World Gay Revolution. Las historias en sí son más o menos conocidas. Pero el recorte que propone Moléculas Malucas las revitaliza, ofreciendo ángulos desconocidos, costados vitales, dimensiones que pueden interpelar al público contemporáneo. Para el caso del Frente de Liberación Homosexual (FLH), por ejemplo, Moléculas Malucas hace foco en el diseñador de una de sus publicaciones: Maxo. De la mano de Maxo, nos reencontramos con las tapas de la revista Somos, con las ilustraciones que interrumpían la lectura en el interior, con los volantes… toda una dimensión estética del activismo que hoy sabemos que es crucial.

En el caso del Third World Gay Revolution, además de destacar la producción visual maravillosa de Juan Carlos Vidal, se pone el acento en el carácter interseccional de ese grupo diminuto, un aspecto muy valorado por los activismos del presente. Un tercer ejemplo nos permite acceder a la viva voz de uno de los nombres centrales del activismo LGTB en América Latina, el poeta Néstor Perlongher, uno de los fundadores del FLH.

Diseño de Juan Carlos Vidal para Third World Gay Revolution. Publicada en Moléculas Malucas. Gentileza Archivos Desviados

Como conclusión, pasemos a observar una serie de rasgos en estos casos que hemos repasado brevemente. Empecemos por el título de esta presentación, que reza “del armario al archivo”. Decimos “armario” para sintetizar en una imagen espacial ese momento histórico no tan lejano en el que ciertas sensibilidades, ciertas voces y ciertos cuerpos estaban condenados al silencio, a las sombras, al encierro. El armario como pieza de mobiliario ha representado tradicionalmente en las culturas occidentales esa política de ocultamiento, según la cual sólo se hablaba de los afectos y la sexualidad disidentes como en sordina, indirectamente o en voz baja, si es que se hablaba.

Todas esas vidas (Foucault diría “infames”), sus prácticas y sus experiencias, permanecieron durante mucho tiempo invisibilizadas, silenciadas, escondidas. Y todo lo que ellas tenían para decirnos pasó a engrosar la Biblioteca de Babel de lo que Foucault llamaba “saberes sometidos”, en la que se mezclan los saberes médicos de las brujas, los saberes ecológicos y narcóticos de los pueblos indígenas, el Camp o las formas ancestrales de practicar abortos.

Ahora bien, en este pasaje del armario al archivo lo que se produce es justamente lo que la teórica trans Susan Stryker ha llamado “insubordinación de los saberes sometidos”: las voces antes negadas, silenciadas, descalificadas (o mejor, calificadas de enfermas, de locas, de perversas, de patológicas) toman el micrófono, ocupan el escenario y se hacen escuchar, como si respondieran en el acto, y no en un paper académico, a la pregunta que a fines de los 80 formulara la crítica poscolonial Gayatri Spivak: ¿puede hablar el subalterno?

Si prestamos atención a lo que sucede en la industria editorial, en el museo, en el mercado del arte, en el activismo y en el espectáculo, la respuesta pareciera ser que sí. El subalterno, la subalterna, las lenguas sometidas, las lenguas de las locas, se hacen oír más fuerte que nunca, toman el micrófono, y el megáfono, ocupan el escenario, toman la cámara, cuentan sus propias historias, documentan sus propias vidas y exhiben sus formas disidentes de expresión.
Hasta llegar al archivo. Y aquí es que nos detuvimos. Porque no se trata sólo de hablar y decir presente de una vez por todas, de producir formatos y escenas para voces antes silenciadas: se trata además de preservarlas, organizarlas, cuidarlas, custodiarlas.

Quisiera finalizar con tres preguntas, una invitación a seguir pensando este problema.

Primero. ¿Por qué estos proyectos estético-políticos recurren a la forma archivo?

Me permito aventurar que en el pasaje al archivo hay una suerte de reconocimiento de la fragilidad de este nuevo protagonismo. Los subalternos estamos hablando, sí. Pero será bueno que además ideemos formas de almacenar y proteger nuestros legados. Imaginar espacios e instituciones en las que nuestros saberes y nuestras miradas, antes perseguidos, encuentren un refugio más duradero que la atención tal vez pasajera que les concede la agitación cultural del presente. Acaso en el vuelco al archivo haya una desconfianza en esta repentina fama, como si pudiera ser la encarnación disidente de la fama de 15 minutos que imaginó certeramente Andy Warhol.

Dice el Archivo de la Memoria Trans:

“Nuestra realidad siempre fue lucha y resistencia. Y un brillo intenso en los labios. Hoy, ensamblamos recuerdos para hacer el retrato de la amiga que no está. En la disputa por la versión real de la anécdota, descubrimos cosas, sutilezas que habíamos olvidado, pero que otra compañera guardó y que están en la órbita de nuestras estrellas. Miramos con nostalgia, alegría y dolor hacia adentro para traer entre todas el olor del perfume que la caracterizaba; ese timbre de voz que era sólo de ella; sus gestos; su cuerpo; las anécdotas más tragicómicas de calabozos y policías; quién era que la bautizó para siempre con ese apodo que no figuraría jamás en un DNI; el furor del traje para la gran fiesta de carnaval; la nueva familia en París, Roma, Villa Madero; los días previos a su muerte y las noches por Godoy Cruz, los Bosques de Palermo o el departamento privado. Rastros esenciales que se perderían sin en el ejercicio de la memoria íntima, subjetiva y que entre todas deviene en colectiva”.

Claro que se trata de archivos digitales, de fácil acceso, que además de atesorar ponen en disponibilidad para el uso y alientan a la construcción de redes de alcance global. Dice Moléculas Malucas:

“En nuestro portal ofrecemos archivos y memorias fuera del margen que resistieron la oscuridad del olvido. Al darles vida, intentamos transformarlos en una apuesta política para traficar saberes, experiencias y recorridos. Es volver la mirada a la acción política y teórica de nuestrxs antecesorxs que no todxs imaginaron la trascendencia que tendrían sus estrategias a futuro. En consecuencia, el trabajo de la memoria no se agota en recapitular los recuerdos, requiere de una interpelación a los archivos para que emerja a la superficie un resultado regido por las tonalidades propias de los acontecimientos históricos y sus protagonistas”.

Dice Mareadas en la Marea:

“La combinación de un lenguaje poético politizado en sentido corporal libidinal (el verso de la poeta mexicana Susana Chávez que da origen al nombre del movimiento) con el alcance global de las redes (#NiUnaMenos como consigna vuelta hashtag y trending topic) ha logrado que el impulso revolucionario salga del ciberespacio para conmover el cuerpo colectivo en las calles, en las plazas y en las camas. Internet ha permitido a su vez establecer un canal de conexión global que hace al internacionalismo de este movimiento y su traducibilidad en tiempo real, hinchando el tiempo de una intensidad histórica experimentada solo en momentos revolucionarios”.

Segundo. ¿Qué lugar ocupa en estos proyectos la dimensión estética/artística?

Creo que por lo que hemos visto, es fácil concluir que todos estos proyectos se piensan como proyectos estéticos, sino artísticos. Como habíamos visto en Act Up, son proyectos en los que el arte y la estética están, acaso recolocados, redimensionados, desbordados de su autonomía y, como quería Bertolt Brecht, re-funcionalizados. Y acaso este último término esconda el secreto de la función que el arte y la estética cumplen en estos proyectos. Porque es un concepto central en la historia y la teoría de las vanguardias, y nos permite entonces aventurar que estos proyectos se piensan acaso como proyectos de vanguardia, no en el sentido simple de “estar adelantados” sino en el sentido crítico de buscar un colapso de los límites entre arte y vida como uno de los modos de asegurar la transformación de las condiciones de vida. Esto es lo que dice explícitamente Mareadas en la Marea cuando se nombra como parte de una vanguardia feminista. Vanguardia en su triple dimensión: “Trinchera de resistencia y cobijo colectivo, refuncionalización del modo de producción, masificación de la vanguardia”.  

“Este archivo vivo reúne materiales que cuestionan la división tradicional entre arte autónomo y acción política, y los expone de un modo que desafía las convenciones del mundo del arte, pero también de la militancia política. No se trata de ‘obras comprometidas’. Se trata de artefactos (fotos, pinturas, imágenes, banderas, música, videos, flyers, performance, make-up   art, experimentos comunitarios y objetos de poder) que atraviesan el límite de la autonomía del arte para liberar las fuerzas creativas del ámbito estético (que se ve permeado a su vez por la lógica de la mercancía) y aplicarlas a la construcción de nuevos mundos posibles”. 

El carácter de vanguardia también podría comprobarse para Moléculas Malucas, un proyecto colectivo que ya en su nombre indica su linaje deleuziano. Moléculas Malucas fue un pequeño espacio de estudio de existencia efímera integrado por los argentinos Néstor Perlongher y Jorge Beloqui en San Pablo en 1982, luego de la visita de Félix Guattari, el filósofo que junto con la psicoanalista Suely Rolnik había definido la centralidad de la “revolución molecular” como movimiento estético político de transformación de la vida cotidiana por medio de prácticas disidentes inspiradas en la contracultura. “Malucas”, por supuesto, ilumina la locura como principio de fuga de la racionalidad burocrática capitalista (maluco en portugués es loco).

Y tal vez para el Archivo de la Memoria Trans, que aún en su aliento literalmente conservador (busca denodadamente conservar los restos de vidas que fueron condenadas al exterminio) esconde también un principio revolucionario si pensamos la revolución a la manera de Benjamin: el movimiento por medio del cual realizamos en el presente los sueños colectivos truncos de las generaciones pasadas. Las fotos, los recortes y las cartas del Archivo de la Memoria Trans atesoran la débil fuerza mesiánica que cada generación puede legarle a sus sucesoras para que flexione el músculo de la insurrección.

Tercero. ¿Cómo piensan estos proyectos la relación entre estética y política?  

Terminamos con esta pregunta filosófica, y cuando digo filosófica también quiero decir repetida a lo largo de la historia, escuchada una y otra vez y respondida de mil maneras diferentes. ¿Cómo pensar la relación entre arte y política? Hemos en parte respondido al inscribir estos proyectos en el linaje anciano y prestigioso de las vanguardias. Y al iniciar esta conversación haciendo referencia a Act Up, un grupo que reactiva las audacias de las vanguardias para el contexto de la crisis del sida, esa otra gran pandemia global que alteró nuestros modos de entender la sexualidad, los afectos, la vida en común, las políticas de salud, el rol del estado, etc., pero también las posibles funciones del arte y los usos de la estética.

En cierto sentido, entonces, la respuesta es simple: el arte y la estética han abandonado la torre de marfil y deben ponerse al servicio de luchas y conflictos que son urgentes, y en el camino abandonan su autonomía, se descomponen en sus principios activos y pasan a desempeñar una función poética subordinada a otras funciones que se evalúan más importantes: función comunicativa, función pedagógica, función estratégica, función energética. Porque el arte o los restos del arte pueden en efecto ayudar a comunicar mejor, a enseñar mejor, a trazar un mapa más claro y a incitar a quienes responden a un conflicto a continuar en la lucha y en la resistencia, dándoles energía, contagiándoles entusiasmo, apelando al placer y a la activación de sus terminales sensibles.

Benjamin decía que el dadaísmo y otros movimientos de vanguardia habían pulverizado el aura que nimbaba las obras de arte. Estos proyectos disidentes quisieran pensar que el polvo de arte resultante conserva ciertos poderes, y que su magia puede utilizarse para revitalizar la acción política conectándola con la fuerza del deseo.

Esto mismo sostiene Mareadas en la Marea:

“Los artefactos que reunimos son los artefactos que nos llevaron a imaginar medidas de fuerza, expresar consignas, imaginar mundos posibles y formas de organización nuevas. Es justamente su estar por fuera del mundo de la mercancía y de la autoría individual (las obras son colectivas y muchas veces anónimas) lo que les permite a estas prácticas romper las ataduras de la institución y su canon, su servidumbre a la lógica del mercado o de lo existente, para señalar las utopías, pero también ponerlas en práctica”.

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