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HIDROPOÉTICAS. ENFRENTANDO LA SINDEMIA

El Colectivo Ultimaesperanza (Sandra Ulloa y Nataniel Alvarez) ha realizado, por casi una década, diversas acciones que fusionan la ciencia y los nuevos medios con el objetivo de desplegar un imaginario de reflexión colectiva sobre la protección de los hielos eternos que yacen en gran parte de los territorios y maritorios del extremo sur de América.

Estas investigaciones se presentan del 26 de marzo al 22 de mayo en Casa de América, Madrid, en la exposición Hidropoéticas, compuesta por archivos fotográficos, sonoros y audiovisuales que lindan con la ficción, la geopolítica y la espiritualidad ancestral. Mediante un trabajo de acción consciente, inserto en las complejidades de la geografía glacial de Chile, el colectivo explora la relación entre los elementos humanos y no humanos que emergen, modifican y quiebran, muchas veces, el sentido inherente de la biósfera. El curador de la muestra, Rodolfo Andaur, nos comparte unas reflexiones.

Colectivo Ultimaesperanza (Sandra Ulloa y Nataniel Alvarez), Hidropoéticas. Imagen cortesía de los artistas

El imaginario multimedial producido por el Colectivo Últimaesperanza ha generado diversas contemplaciones sobre la agreste textura que exhiben los hielos eternos del territorio subantártico y patagónico. Estos paisajes relucen rasgos versátiles bajo el marco de una naturaleza siempre indómita. En este sentido, la relación que han creado para percibir la biósfera confirma la interpretación que ellos han construido sobre estos paisajes y cómo se han enfocado en su estudio.

No hay dudas: el paisaje es aprehendido también en el momento en que se comienza a avanzar cada vez más hacia sus ‘adentros’, más allá de la objetiva representación, hasta descubrir el orden de lo visible en una total desilución del yo.[1] Es más, cada percepción es, por tanto, intencionada y fundacional. Percibir es una manera de proyectarse sobre una realidad concreta, sintetizarla o interiorizarla, y representarla a través del espacio y el tiempo. En la experiencia estética el paisaje se transforma en arte gracias a la extensión y a la intensificación de ese acto intencional.[2]

Las percepciones que rodean la interpretación del paisaje, de la mano de los nuevos medios y las tecnologías que lo visualizan, diseñan una parte del imaginario del Colectivo Últimaesperanza. Este suceso ha elavorado múltiples significantes que tratan de descifrar la existencia humana, lo no humano, y también lo visible e intangible. Con esto a cuestas, considero que tanto lo audiovisual como lo sonoro -que este dúo interconecta-, acepta y, al mismo tiempo, invoca al paisaje. Desde esta dimensión, el simple acto por capturarlo, con cierta fidelidad, altera el proceso de asimilación que construimos sobre él.

Además, entre medio de estas interpretaciones, la narrativa que está presente en las acciones sobre estos hielos eternos exterioriza una serie de fisonomías que están adosadas a todo lo que engloba un paisaje que hoy aparece amenazado por una serie de factores, principalmente, antrópicos. Entonces, el paisaje seguirá exponiendo antecedentes físicos y abstractos que han marcado los productos históricos de su misma evolución, ya que en definitiva hemos sido envueltos con una sensibilidad asociada a lo que existe, a lo representado y, por cierto, a lo simbólico y las simbolizaciones –extremas– de él.

Pero también el paisaje es un hecho ecumenal. Y no solo porque reconocemos una cultura globalizada-neoliberal en el paisaje, sino porque además estamos constantemente exclamando sus interpretaciones. En este caso, esta última frase considerada por Agustín Berque, depende de la manera en cómo se establece en nuestro rededor y el medio existencial que pertenece a tal o cual sociedad. Por tanto, el paisaje no sería universal; es contingente como la historia y concreto como la ecúmene[3].

Es más, según Raffaele Milani, el paisaje “es así una aventura de nuestro hacer, de nuestra mirada y de nuestro espíritu, porque solo establece reglas provisionales y cambiantes; los cánones de la visión, aunque se reiteren en la historia, viven de superaciones permanentes” [4]. Pero, para el paisaje, los hechos inasibles de su interpretación cultivan transiciones, en nosotros mismos, acerca de los cambios que la Pacha ha experimentado. Milani continúa: “El paisaje no es una experiencia de rutina. Muy al contrario, está vinculado sobre todo a las capacidades de modelar y esculpir el territorio, de ver, al estupor del contemplar, a la movilidad de la mirada, al placer de pasear. El paisaje no depende de un antes y un después; es incoherente e irregular, y no privilegia un sistema de observación determinado. Tiene un componente que podemos considerar onírico, porque está vinculado a la imaginación”[5].

Indudablemente, si Berque y Milani extendieron una definición hegemónica-europea mucho más allá de lo que se nos ha permitido inferir desde este rincón de Sudamérica, sobre esa quimera llamada paisaje, también es posible reconocer que el somero paneo que imaginamos, sobre sus indefinidas huellas, provoca una indolencia hacia la manera en cómo lo comprendemos y escuchamos, a pesar de que para nosotros estas características pueden estar inmensamente arraigadas en las tradiciones e interpretaciones de la propia cultura globalizada, ya que siguen conservando cierta indeterminación colectiva que puede leventar varios puntos semejantes con el panorama en crisis que actualmente experimentamos.

Colectivo Ultimaesperanza (Sandra Ulloa y Nataniel Alvarez), Hidropoéticas. Imagen cortesía de los artistas
Colectivo Ultimaesperanza (Sandra Ulloa y Nataniel Alvarez), Hidropoéticas. Imagen cortesía de los artistas

Desde otra vereda, no debemos omitir los análisis del paisaje que ya fueron escritos por la epistemología de las primeras naciones americanas que, por cierto, dista mucho del ideario europeo-intelectual que domina una parte del discurso global sobre esta materia. Por ejemplo, al escuchar las narraciones de la Kawésqar Gabriela Paterito[6], o al interpretar los mitos y leyendas que han sido escritos del mítico Jemmy Button, adosamos otras concepciones del paisaje de esa parte de la geografía que Chile ha discrimando y violentado para construir otros paisajes. Unos que estén más acorde con el euroblanquismo y la maquinaria extractivista. No obstante, ante esta premisa, parece que estas formas pretéritas de estudiar el paisaje están retocadas con tantas aleaciones que singularmente sucumben en otros paisajes que no dependen solamente de una imagen estática o audiovisual, por lo que la ecuación del Colectivo Últimaesperanza, para interpretar el paisaje, yace en objeciones integradoras y temporales de cómo lo estudiamos en colectivo.

Al observar una y otra vez estas imágenes sobre los campos de hielo, los canales antárticos y los quietos cursos de agua, incorporamos un relato del quehacer político y conceptual de esos territorios aislados, muy lejos de la gobernanza centralista y fuera del alcance de los privilegios que asiduamente presenta el contexto chileno del arte. A este mismo binomio político y conceptual le sumamos un entorno físico en el que las texturas que se han originado proyectan, estructuralmente, más de una realidad. Junto a ello, este colectivo nos revela una particular versión de la complejidad que significa somatizar aspectos enraizados en la actual visión que poseemos del paisaje. Es más, estos mapeos asemejan las letanías geográficas del estudio en cuestión a través de un país tan inabarcable.

De esta manera, las ‘obras’ aquí presentes desprenden espacios naturales que convergen en una audiovisualidad y sonora armonía. Una estética que es recurrente en una época donde el aspecto de las tonalidades ya ha sido alterado por la ciencia tecnológica a pequeña y gran escala.

Cabe recordar que el paisaje hace tiempo que ya no es solo presentado como una imagen alegórica, sino que también es luz y sonido. En este sentido, la naturaleza se ha encargado de enredar al artista con los efectos que exteriorizan los diversos fenómenos atmosféricos.

Las exploraciones de Sandra Ulloa y Nataniel Alvarez intentan unir y separar, en varias partes, estas experiencias a la intemperie con el objetivo de profundizar sobre aquellos paisajes que han sido unificados como un curioso portal, y en donde aquellos espacios naturales, que han sido incorporados a sus viajes de exploración, dan cuenta de los infinitos reparos e incertidumbres del cotidiano de esos territorios. Porque si revisamos estas interpretaciones comprendemos que el formato audiovisual ha impuesto ciertas alegorías que fracturan el hábitat y la forma de re-nombrar el espacio. Es así como las Hidropoéticas contienen una fuerte relación con su hábitat para disfrazar los sitios baldíos que siempre miran al cielo y que, sin excepción, son travestidos por el paso del tiempo.

En resumen, las marcas de estas acciones han trastocado nuestra mirada a través de operaciones simbólicas, esas que representan, al mismo tiempo, las aspiraciones y desilusiones de los artífices. En este sentido, las estéticas de las Hidropoéticas pasan a formar parte de una plataforma de difusión que aplica otras perspectivas audiovisuales para describir un contexto que re-conoce en el paisaje una variedad de temas y sub-temas que no están estrictamente relacionados solo a su interpretación dentro del campo de las artes visuales.

Colectivo Ultimaesperanza (Sandra Ulloa y Nataniel Alvarez), Hidropoéticas. Vista de la exposición en Casa de América, Madrid, 2021. Cortesía: Casa de América

[1] MILANI, Raffaele. El arte del paisaje. Cap. 1: La estética del ambiente (Madrid: Biblioteca Nueva, 2015) p. 19.

[2] Ibíd., p. 21.

[3] BERQUE, Agustín. Cosmofonía y Paisaje Moderno, publicado en Paisaje y Pensamiento editado por Javier Maderuelo (Madrid: Abada Editores, 2006), p.160.

[4] MILANI, Rafaelle. Estética del paisaje: Formas, cánones, intencionalidad, publicado en Paisaje y Pensamiento, editado por Javier Maderuelo (Madrid: Abada Editores), p. 56.

[5] Ibíd., p. 57.  

[6] Aguilera, Oscar y Tonko, José. Relatos de viaje Kawésqar. Nómadas Canoeros de la Patagonia Occidental (Temuco: Ofqui Editores, 2013), p. 169.

Rodolfo Andaur

Curador de arte contemporáneo. Su trabajo de campo se ha enfocado entre la contingencia política y los conceptos que rodean la antropología latinoamericana. Además ha organizado una serie de seminarios y talleres que reflexionan en torno al arte contemporáneo y la práctica de la curaduría.

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