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NACIDAS EN PRIMERA LÍNEA

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Por Señoritaugarte

El estallido social detonado por les secundaries nos recuerda, con su indómita valentía, que llevamos enquistadas por generaciones otro tipo de evasiones en nuestras vidas… Estallido de ternura radical, de desobediencia civil que previamente el feminismo nos convocó a identificar y nombrar para romper las cadenas de una descendencia engendrada en abusos y violencia de género.

El “Estado” de la violencia nos remeció en una polifonía de réplicas. Abrió la herida de todas nuestras dictaduras internas y nuestros toques de queda, la doctrina del shock nos vuelve a recordar la angustia y el abuso de poder descarnado de una institución con especies endémicas caracterizadas por su psicopatía y sadismo, que sin pudor alguno llaman por cadena naZional, y de pasada en el circo-matinal, a volver a la “normalidad”.

La vida cotidiana, la rutina, la explotación laboral, el horario punta, el Sename, el paco violador confeso con firma quincenal, 63 femicidios a la fecha … ¿cuándo hemos habitado una normalidad?

En el incansable ejercicio de resistencia a la omisión, postergación, anulación y recuperación de nuestra memoria histórica nos cuestionamos: ¿Cuál es nuestro linaje?, ¿Cómo visibilizar nuestras genealogías? No deseamos continuar siendo objetos políticos de estudio, ni de análisis de los saberes racionales. Somos las protagonistas que nos estamos tomando la palabra-cuerpa y para ello debemos desenterrarlo todo, superar la historia-relato-lineal.

Para ello es trascendental homenajear la latente resiliencia rescatada por aquella tradición oral que todas encarnamos desde diversos acontecimientos; la violencia, el olvido, la pena, la soledad, las ausencias, los goces, las negaciones, las discontinuidades, la locura, los suicidios y los silencios…Temas que nos han interpelado con un desborde de preguntas sobre cómo cuestionar nuestras historias y politizarlas. Mi respuesta ante esta inquietud siempre ha sido la misma: de-construir nuestras genealogías feministas desde lo biográfico, sobreviviendo a la conocida dinámica de la invisibilización patriarcal.

Es necesario transitar por un pedregoso camino, naufragar en mareas muy profundas. “Hacerse cargo” de una introspección que nos impulse a identificar toda opresión que nos transporte al origen de nuestra esencia, una fuerza mayor, una energía brujeril propia y autóctona heredada de nuestras ancestras que nos manifiestan susurrándonos al oído la urgencia de volver a tejernos, a repararnos y a sanarnos en colectividad…

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Nacemos en Primera Línea

Vestidas de escolares junto a mi hija Magdalena, nos acercamos a las mujeres que asistieron a la inauguración del proyecto para que, voluntariamente, escribieran sobre la camisa escolar que llevaba puesta, su edad y alguna palabra o relato en relación con la violencia. Mientras la camisa se fue grafiteando con estas dedicatorias a la violencia, como el acto juvenil de despedida de un ciclo, se hizo una graduación simbólica en las que ellas (quizás sin saberlo en ese entonces) fueron parte.

Se da por iniciado el acto; no son demasiadas mujeres las que asisten y es comprensible: muchas deben seguir trabajando en casa o quizás en otra casa. Me gustaría pensar que están descansando y que los sábados son sus días “libres”…

Suena de fondo el inicio rimbombante del himno nacional, nadie se pone de pie, ni es invitada a hacerlo. El audio sólo repite las frases “que o la tumba” y “de los libres”, pegada como un disco rayado.

Magda y yo, instaladas en el escenario, nos movemos a los ritmos de una coreografía ensayada a la rápida, abrimos un lienzo blanco con delicadeza, como si fuese a ocurrir el adoctrinado acto de izar la bandera. Ambas llevamos guantes blancos a la usanza obligatoria de los desfiles militarizados de los colegios, “conmemorando” el proceder de lxs políticxs de guantes blancos. La derecha dándonos el charchazo en la mejilla como los retos a duelo en la edad media… la guerra fue declarada por todxs ellxs hace 500 años, no por nosotrxs.

Estiramos la tela blanca en el suelo y sobre ella cuatro adoquines saqueados de una calle cercana a nuestra casa. Magdalena traza con témpera negra las líneas imperfectas de este borrador de bandera que nunca ha tenido color, siempre ha sido en blanco y negro, como las fotos de lxs detenidxs desaparecidxs, un tiempo fragmentado y en eterna pausa.

Termina su delineado y baja del escenario.

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Me despojo del jumper y de los calzones, abro la blusa a tirones y la corbata también. Tomo mi pintalabios y escribo en mi torso “PRIMERA LÍNEA”, visibilizando el lienzo que cargamos todas las que estamos en ese momento, presencialmente y energéticamente….

Sobre la tela blanca acomodo una olla-fondo-común gastada y abandonada hace años en el patio de la casa de mi disfuncional familia. La olla como uno de los elementos protagónicos de esta revuelta social; el caceroleo con la selfi “transmitiendo en vivo” v/s el caceroleo del hambre, la “the rial” dictadura económica, donde algunas mujeres de la pobla se resisten al narcotráfico, pero sólo algunas escapan de la violencia…

Un artefacto o un “dispositivo interesante de analizar”, dirían desde la academia de la alfombra roja del “Harte made in $hile”, la “Semiotic of the fried chicken” de una Martha Rosler a mi parecer cansada y despolitizada. La realidad supera la parodia, el activismo y también la performance…

“Echémosle más agua a la olla”. En un par de años, ¿que será más costoso?, ¿el agua o la comida? Frei, Lagos y ESSAL podrían responder esa pregunta…

Olla comunitaria llenada previamente con agua en la cual vierto un sobre de anilina negra, el color del anárquico estallido social y del luto por todas las víctimas de femicidio.

Coloco sobre mis ojos unos lentes de realidad virtual, ojos como una extensión de un territorio que a duras penas nos sostiene, una “realidad amplificada”, ortopedia infértil e impune que sólo queda en una retina sobreestimulada, sobreinformada, la “tecno-dictadura-online” frente al trauma ocular como política de represión.

Se escucha mi voz de fondo mencionando los nombres y edades de las víctimas de los 63 femicidios hasta el día sábado 28 de diciembre del 2019. Femicidio N° 1: Sandra Pozo Rivas – 49 años, Femicidio N°2: María Barría Mansilla – 56 años…

Dentro de la mochila que cargo, extraigo una piedra “angular” que es el cimiento, la primera piedra en la construcción de una casa, piedra bruta que simboliza el anhelo de construir un hogar, mientras a la par nos enfrentamos día a día a la violencia estructural de este sistema patriarcal neoliberal en el cual la vida de lxs niñxs, de las mujeres y las madres no tiene valor alguno, no sirve, no es útil, es desechable al igual que esas promesas en las que muchas hemos caído y que a algunas las ha llevado a la muerte… La metáfora de la piedra que golpea, mata y descuartiza… Estoy en La Pintana, una de las comunas con los más altos índices de violencia intrafamiliar de Santiago.

Lanzo la piedra al fondo, me estremece el ruido que produce al caer, no veo nada… a tientas la busco y siento que Magda me ayuda; se rompe la coreografía. Sigue sonando mi voz con una lista dolorosa e interminable, continúo la laboriosa tarea, lanzo varias veces más, me des-concentro y pienso en las mujeres que están presenciando mi acción y la imposibilidad de aunar todas las voces de mujeres, madres y niñxs víctimas de la violencia machista.

Vuelvo a lanzar la piedra con más fuerza una y otra vez, aún queda agua negra, la siento salpicar en mi pelo y lentes. Se acaba la lista y dejo suspendida por varios minutos la piedra sobre mi cabeza. Trato de no quebrarme pensando en la fortaleza de todas esas poderosas mujeres sobrevivientes a todo tipo de violencias, calmo mi agitada respiración y grito: NIÑOS, NIÑAS, MUJERES Y MADRES NACEMOS EN PRIMERA LÍNEA!!!

Quedan 12 meses para poder conocerlas, vincularnos, compartir sus experiencias y cerrar el 2020 con otra acción. Por ahora me quedo con el más sincero y emotivo abrazo de agradecimiento que me dio una de las mujeres que asistió, un abrazo profundo e insondable que me dio esperanzas y una templanza que necesitaba.

El registro no ha quedado al azar: Paula Corrales es una fotógrafa con quien mantenemos un vínculo de amistad activista y quien ha estado registrando incansablemente en la llamada “Zona Cero”.

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Performance de la artivista feminista Señoritaugarte (Santiago, 1980) realizada el 28 de diciembre de 2019 en el marco del proyecto Prevención de intervención de la violencia hacia las mujeres, a cargo de la ONG Escuela de Empoderamiento Amanda Labarca, comuna de La Pintana, Santiago de Chile.

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