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MoMA DEDICA RETROSPECTIVA A ADRIAN PIPER, PIONERA EN TEMAS DE RAZA Y GÉNERO

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Desafiando nuestras suposiciones sobre las estructuras sociales que dan forma al mundo que nos rodea, Adrian Piper (Nueva York, 1948) ha producido consistentemente un trabajo innovador y transformador que ha moldeado profundamente la forma y el contenido del arte conceptual desde mediados de los años sesenta, y cuya vigencia y pertinencia se mantienen en el tiempo.

A menudo basándose en sus experiencias personales y profesionales, incluyendo su compromiso con la filosofía y el yoga, las contribuciones pioneras de Piper han abordado directamente temas tan actuales como el género, la raza, la xenofobia y, más recientemente, el compromiso social y la auto-trascendencia. A pesar de tratar algunos de los temas más aleccionadores y divisivos de nuestro tiempo, la artista se ha valido del uso de la ironía para crear un cuerpo de obra que es tan humorístico como incisivo.

Reconociendo la importancia de su obra y el impacto que ésta ha tenido en generaciones subsecuentes de artistas estadounidenses y de otras partes del mundo, el MoMA le dedica desde el pasado mes de marzo su mayor retrospectiva, que al ocupar toda la sala del sexto piso del museo -destinada solo a exposiciones especiales-, la convierten en la primera artista viva en recibir tal reconocimiento.

Un homenaje cargado de simbolismo en esta era de Trump, por tratarse de una artista mujer que ha proclamado la “ficción de la raza” o ha tocado temas como la misoginia. Esta celebración de su obra, profética y provocadora, se da además en momentos en que el mundo del arte rescata a figuras excluidas del canon de la historia, si bien desde principios de los años 2000 la misma Piper rechazó ser incluida en exposiciones dedicadas a la raza negra, por considerarlo “estereotipante”.

Como mujer de raza mixta, Piper ha llevado su identidad racial a ambos extremos para comentar sobre la inestabilidad e imprecisiones asociadas al concepto raza, como en sus conocidos Autorretrato exagerando mis características negroides (1981) y, más tarde, Autorretrato como una agradable dama blanca (1985). Esta idea la radicalizó en el año 2012, cuando en su página web anunciaba que había “dejado de ser negra”, y que, de ahora en adelante, su “nueva designación racial no será negra ni blanca, sino un 6.25% gris, honrando a su 1/16ª herencia africana”.

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Su retrospectiva en el MoMA –que viajará luego en versiones reducidas al Hammer Museum de Los Ángeles y a la Haus der Kunst, en Múnich, Alemania- recorre 50 años de su trayectoria artística a través de casi 300 obras en diversos medios, desde sus primeros dibujos hechos bajo los efectos del LSD hasta sus más recientes proyectos participativos.

Adrian Piper: A Synthesis of Intuitions, 1965-2016 es el resultado de cuatro años de colaboración entre la artista y los curadores Christophe Cherix, Connie Butler y Tessa Ferreyros, y toma su título de la principal obra del filósofo Kant, Crítica de la razón pura, que ha sido una gran fuente de inspiración para Piper a lo largo de su carrera, reconocida también en el 2015 cuando recibió el León de Oro en la 56ª Bienal de Venecia.

La exposición en el MoMA abre con una serie de pinturas figurativas -incluidos autorretratos- derivados de la experiencia de la artista con el LSD a mediados de la década de 1960. Aunque su práctica pronto evolucionaría como una altamente conceptual, en estas primeras obras Piper exploró las posibilidades de la representación figurativa, dibujándose a ella misma, sus amigos cercanos o incluso su gato, con un estilo psicodélico que marcaban desde ya su creciente preocupación por los límites de la percepción.

Pronto Piper abandonaría radicalmente el arte figurativo para comprometerse con las ideas y principios del arte minimalista y conceptual que afloraban en el Nueva York de esa época, especialmente en la obra de artistas como Sol LeWitt, con quien entabló una relación de amistad duradera y significativa (un buen ejemplo de los trabajos de esa época es Nine-Part Floating Square, de 1967).

Fue también durante este periodo cuando Piper cursó sus primeros estudios en Filosofía (más tarde, en 1981, obtuvo un doctorado por la Universidad de Harvard, y desde entonces ha sido una destacada académica en el campo), lo que derivó en una serie de composiciones con palabras, algunas de ellas unidas como frases que indican instrucciones para acciones específicas («andar en bicicleta alrededor de la cuadra designada de 5 a 6 p.m»).

El enfoque del arte conceptual en las ideas más que en los objetos le permitió a Piper explorar proyectos que de otra manera parecerían imposibles desde el punto de vista logístico. La selección de collages y obras escritas a máquina de fines de la década de 1960 que se muestran en esta exposición ofrecen así una visión general de los experimentos radicales de la artista con los límites del lenguaje y la realidad, y con la naturaleza de los objetos.

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En el otoño de 1973, en un punto de inflexión en sus carreras artística y filosófica, Piper creó el Ser Mítico (Mythic Being), una personalidad que podía desplegarse tanto en performances como en otros soportes. Se disfrazó de hombre, con una peluca afro, bigotes, lentes de sol y jeans, y recorrió el centro de Manhattan -entre otros lugares- repitiendo pasajes sacados de su diario de adolescente. Estos pasajes, que Piper llamó «mantras», también aparecerían después –entre 1973 y 1975- junto a una fotografía del Ser Mítico en el semanario alternativo The Village Voice, llevando así al personaje a un público más amplio.

Esta es quizás la obra que marca el comienzo de sus trabajos abiertamente alusivos al racismo existente en la sociedad estadounidense de los años 60-70. El Ser Mítico es la representación del estereotipo de hombre afroamericano, joven, agresivo, que con sus arengas reveladoras de tales clichés (“Yo encarno todo lo que más odias y temes”) encaraba a los transeúntes.

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La obra de Piper, en particular aquella que lidia directamente con el género y la raza, se basa en la confrontación y en las expectativas de transformación de quien la recibe. «Una de las razones para hacer y exhibir un trabajo es inducir una reacción o cambio en el espectador», escribió Piper en 1970, tal como lo cita el texto introductorio de la exposición.

Así dan cuenta varios performances y trabajos participativos incluidos en la retrospectiva, como Everything #3 (2003), donde una serie de performers circulan por las calles aledañas al MoMA portando carteles tipo sándwich en los que se lee «Everything will be taken away” (“Todo se llevará»), aludiendo tanto a acciones de protesta tradicionales como a anuncios callejeros. En Everything # 10 (2007), el personal del museo lleva la misma frase escrita con henna en la frente. Como el texto está escrito al revés, el mensaje se hace legible solo cuando se miran al espejo.

Una de las obras participativas incluidas en la muestra es The Humming Room [La sala de tararear] (2002), que cuestiona nuestra confianza implícita en la autoridad institucional. La obra consiste en un pasillo por el cual los visitantes deben pasar obligatoriamente si es que quieren acceder desde una parte de la exposición a las secciones restantes. Bloqueando el pasadizo hay un guardia de seguridad y una señalización que indica al público que «para entrar a la sala, debe tararear una melodía. Cualquier melodía basta”. Los visitantes se encuentran con una proposición paradójica: la obligación de realizar una acción común, de modesta autoexpresión, en la forma que deseen. Una pieza que habla de las voces de autoridad institucional y de las situaciones, a veces forzadas, otras vergonzosas, que debemos afrontar cuando estamos en un espacio bajo control.

Otro trabajo participativo, The Probable Trust Registry: The Rules of the Game # 1- # 3 (2013), invita a reflexionar sobre la confianza, en uno mismo y en los demás, a través de la firma de contratos sociales que dicen: No estoy en venta, Siempre pienso lo que digo, o Siempre cumpliré mis promesas.

En tanto, What It’s Like What It Is #3 (1991), un trabajo recientemente adquirido por el MoMA, es una video instalación compuesta por un reluciente anfiteatro blanco con una columna cuadrada al centro, cada lado mostrando una pantalla de video en la que aparece un hombre afroamericano negando una lista de estereotipos raciales ofensivos: «No soy sucio, no estoy cachondo, no soy egoísta, no soy malvado».

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Imagen destacada: Adrian Piper, Catalysis III, 1970, documentación del performance, dos impresiones de gelatina de plata y texto, 21.6 × 27.9 cm. Fotos por Rosemary Mayer. Colección Thomas Erben, Nueva York. © Adrian Piper Research Archive Foundation Berlin

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