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EL CUBO LÍQUIDO

 Flujo y congelación; glasé en francés significa cristal, espejo y helado;
transparencia, opacidad y agua… esta liquidez apunta en dos direcciones. Primero,
hacia el flujo del nacimiento –el líquido amniótico, la “fuente”−, pero después,
hacia la congelación de la estasis o la muerte –la estéril inmovilidad del espejo−.

 Rosalind Krauss

En los primeros años de la URSS, en el marco de una gesta civilizatoria con aires de universalista, se instaló con fuerza una poética racionalista y geométrica, pilar de grandes preocupaciones industrialistas, modernizadoras que han dejado su impronta hasta la actualidad. En su despliegue,  progresivamente se fue adornando de prácticas artísticas surgidas como su espejo cóncavo que, en su devenir geopolítico, propagó unas pulsiones que se dejaron sentir, por ejemplo, en la Holanda de De Stilj y la Alemania de la Bauhaus.

Sin embargo, la fuerza y la trascendencia de esta gesta racional y utópica fue progresivamente desarticulada al calor de grandes acontecimientos y pugnas históricas. Dos guerras mundiales reorganizaron el mundo y sirvieron de condición para el surgimiento de una nueva hegemonía, aunque posteriormente disputada abiertamente en lo que conocimos como el tiempo de la Guerra Fría.

María Fernanda Carlos. Vista de la exposición "El cubo líquido", en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

María Fernanda Carlos. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Eugenio Espinoza. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Augusto Ballardo. Vista de la exposición "El cubo líquido", en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Augusto Ballardo. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Así, mientras los derroteros de aquella utopía civilizatoria y sus formas artísticas comenzaban a redefinirse, replantearse, repensarse y articularse de otras maneras y con otras urgencias menos heroicas, en los Estados Unidos surgía un poco más adelante pero en la misma «línea de batalla» el expresionismo abstracto norteamericano; la geometría liberada, la racionalidad ahora sensible y “puesta al servicio de la libertad”. Y esto nos hace recordar las obras de Pollock y Jasper Johns desembarcando en la bienal de Venecia en aviones militares norteamericanos.

Pero en el mismo tiempo de esta confrontación, de estos derroteros de la utopía que tenía sus momentos más visibles en Europa, Estados Unidos y el eco cercano de la URSS, en el continente suramericano se venía articulando un hacer distinto, que aun cargado de aquellos sueños épicos y sus despertares de media noche comenzaba a fraguar otra manera de pensar y vivir la racionalidad, el sueño, la geometría… se colaban para sus procesos de fraguado otras aguas que no aparecían en aquellos contextos… reminiscencias prehispánicas, herencias del quilombo, concepciones aborígenes del cuerpo, temporalidades de ciudades nacientes, esfuerzos por generar identidades nacionales y abarcar fronteras territoriales lejanas. Es en estas condiciones que el artista uruguayo Joaquín Torres García comienza su reflexión  para invertir la geometría, o la ecuación: nuestro norte es el sur… y más allá de tal inversión geográfica y conceptual, en su obra se palpaba ya una realidad distinta, y una mirada otra, con un impulso que daba cuenta de su propio contexto histórico, cultural y político, y con la capacidad  de reapropiación y revisión contextualizada de aquellos problemas históricos, conceptuales y formales en esta otra orilla del mundo.

Así se expandieron, amplificaron, flexibilizaron y modificaron notablemente las posibilidades de la geometría como problema en el arte, no sólo a un nivel estético que ya de por si fue su carta de presentación más epidérmica, sino y en gran medida epistémica, en el sentido de que a través de todo este proceso se llegó a exceder al campo mismo del arte moderno con experiencias de participación horizontal del espectador en un intento de disolver las categorías de artista y público general como en el caso del Neoconcreto brasileño, la toma del espacio público como lugar de encuentro metaestético en el Cinetismo venezolano (desde el principio, una de las premisas del Muralismo Mexicano) y la reorganización de sus convenciones formales en el caso de MADI y Concreto Invención en la Argentina y el Uruguay de la década de los treinta.


El Cubo Líquido es un proyecto curatorial que he desarrollado en la Galería Jacob Karpio de Bogotá que integra a una serie de artistas latinoamericanos emergentes y de mediana carrera cuyas obras dialogan con esta tradición, continuando así la expansión de sus posibilidades. Cuenta con la participación de los artistas Alejandra Alarcón (Bo), Augusto Ballardo (Pe), Luis Arroyo (Ve), Jessica Briceño Cisneros (Cl), María Fernanda Carlos (Gt), Joel Grossman (Co), José Hidalgo – Anastacio (Ec), Ivelisse Jiménez (PR), Leonardo Moyano (Ec), Federico Ovalles – Ar (Ve), Tayron Luna (Ec), Juan Carlos Rodríguez (Ve), David Orbea (Ec), Felipe Seixas (Br), Jerónimo Veroa (Ar), y la participación de artistas referenciales como Eugenio Espinoza (Ve) y Darío Escobar (Gt).

A la izq: Federico Ovalles-Ar. A la der: Ivelisse Jiménez. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Juan Carlos Rodríguez. Vista de la exposición "El cubo líquido", en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Juan Carlos Rodríguez. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Luis Arroyo. Vista de la exposición "El cubo líquido", en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Luis Arroyo. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Luis Arroyo. Vista de la exposición "El cubo líquido", en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Luis Arroyo. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Jessica Briceño Cisneros. Vista de la exposición "El cubo líquido", en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.

Jessica Briceño Cisneros. Vista de la exposición «El cubo líquido», en Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019. Foto cortesía de la galería.


El Cubo Líquido permanecerá abierta hasta fines de 2019 en la Galería Jacob Karpio, Cl. 72a #2280, Bogotá

Néstor García

Nació en La Fría, estado Táchira, Venezuela, en 1981. En el año 2007 egresó como Técnico Medio en Arte Puro de la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas de Caracas y en 2012 como Licenciado en Arte Mención Pintura de la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Antiguo IUESAPAR). En el 2016 estudió guión cinematográfico en la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. Entre sus exposiciones colectivas recientes se encuentran “XV Premio Mendoza, Sala Mendoza, Caracas, 2019; “Lo uno y lo Múltiple”, Galería Mariela Lairet, Lima Perú; “Lecturas Urgentes”, Sala Asab de Bogotá, 2019, “El Vitrinazo”, Galería Valenzuela Klenner, Bogotá, 2017; “Razón”, Galería Abra Caracas 2016-2017; “Colectiva”, El Anexo Arte Contemporáneo de Caracas, 2016; entre otras. Entre sus exposiciones individuales se encuentran “El dominio de las estructuras”, Galería Jacob Karpio, Bogotá, 2019; “Hoy es la Danza del agua sobre el fuego”, Galería Abra Caracas, 2018; “Las paradojas de la representación”, Galería Jacob Karpio, Bogotá Colombia, 2018; “Pinturas Impresentables”, El Anexo Arte Contemporáneo de Caracas, 2017 y “Gran Ferrocarril del Táchira” en El Anexo Arte Contemporáneo de Caracas, 2014. En el 2012 participó en “Conexiones Emergentes” de la fundación Cisneros y en el 2013 con el proyecto “Crónicas desde el Arte” en el Taller Curatorial del Periférico Arte Contemporáneo de Caracas. Vive y trabaja en Bogotá.

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