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REDES DE VANGUARDIA. AMAUTA Y AMÉRICA LATINA, 1926-1930

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Amauta fue una revista que, con 32 números publicados entre 1926 y 1930, es hoy considerada como una de las más influyentes y progresistas de la América Latina del siglo XX. Fundada en Perú y dirigida por José Carlos Mariátegui (1894-1930), fue una plataforma de pensamiento crítico en la que una red de intelectuales, artistas y creadores tanto de Perú como del resto de América Latina y Europa contribuyó a una línea editorial revolucionaria, en la que convivieron en las mismas páginas la producción estética y el debate político-social de la época.

A diferencia de otras publicaciones modernistas centradas en los movimientos de vanguardia latinoamericanos de unos pocos países, Amauta –“maestro”, en quechua- abogó por la pluralidad de visiones y las conversaciones intercontinentales en torno a los principios fundamentales que encarnaba Mariátegui, uno de los principales estudiosos del marxismo en América Latina y fundador del Partido Socialista Peruano en 1928: el anti-imperialismo (término hoy reemplazado por anti-colonialismo), la reforma universitaria y de la tierra, y la inclusión de las comunidades indígenas en los grandes relatos de la historia moderna, tanto peruana como internacional.

Como lo pone en evidencia la exposición Redes de Vanguardia: Amauta y América Latina, 1926-1930, actualmente en el Museo Reina Sofía, la publicación –que tuvo una tirada de entre tres y cuatro mil ejemplares- estableció un importante diálogo entre movimientos americanos y europeos y, más aún, cimentó una vanguardia americana que fue, a la vez, una vanguardia socialmente comprometida.

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Curada por Beverly Adams, del Blanton Museum of Art de la Universidad de Texas en Austin, y Natalia Majluf, hasta hace poco directora del Museo de Arte de Lima (MALI), la muestra propone a Amauta como un singular contenedor de ideas y pensamientos a partir del cual cartografiar algunas de las escenas y debates de vanguardia que marcaron el arte latinoamericano de los años 20, esencialmente en Argentina, México y Perú.

A través de una serie de obras de arte y material de archivo, incluidos ejemplares de la publicación, la exposición presenta a Amauta como un proyecto visionario que cuestionó los binarismos nacionalismo/internacionalismo, localismo/cosmopolitismo, criollismo/indigenismo, tradición/modernidad que han organizado hasta ahora la discusión sobre el período.

La revista refleja una realidad menos dogmática y polarizada. En Argentina, identificada con lo cosmopolita, la ciudad se convertiría en el espacio para forjar una nueva identidad local; en México, las imágenes de las fábricas debieron convivir con escenas de mercados indígenas; en el Perú, también, los artistas y escritores comprometidos con el cambio estético y social fueron incorporando asuntos locales.

“La importancia de Mariátegui y de Amauta es haber estado abiertos a la inclusión de todos esos aspectos de la modernidad en Latinoamérica. El indigenismo fue importante para Mariátegui; de hecho, él acuñó ese término y la idea de representación de las comunidades indígenas. Para él, era importante la reforma agraria, la inclusión social, y que los indígenas fueran sujetos de representación en las manifestaciones culturales y artísticas, que fueran parte de la conversación internacional”, dice Beverly Adams.

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De hecho, el mismo nombre de la revista, Amauta, coloca el compromiso con lo indígena al centro de su programa editorial ya desde el primer número, que tiene en su portada un rostro indígena creado por el artista José Sabogal (Perú, 1888-1956), uno de los primeros líderes del movimiento indigenista peruano. “Amauta nació como una revista claramente identificada con el indigenismo, el movimiento cultural y político que cohesionó a los intelectuales peruanos en torno a la vindicación de ‘lo indio’ y produjo una radical redefinición del imaginario nacional. El indigenismo constituyó un horizonte amplio de visiones y proyectos enfrentados, que puso en debate perspectivas divergentes en torno a la vindicación de las poblaciones indígenas y su incorporación a un nuevo paradigma de la cultura nacional”, explica Majluf.

Sobre los orígenes de Amauta, la curadora se remonta a fines de 1919, cuando Mariátegui viaja rumbo a Europa gracias a una beca que le fue entregada por el gobierno de Leguía como una forma encubierta de deportación. “Mariátegui se exilia como periodista en Europa y se vincula más a las vanguardias literarias modernistas, no tanto así a las artes plásticas, dado el poco desarrollo de este campo en el Perú de esa época. Comienza así a explorar las artes plásticas en Europa, pero también, a investigar sobre la política internacional. Mariátegui tiene un enorme interés, no tanto por París, que era a donde iba la mayoría de los intelectuales latinoamericanos en esos años, sino que va a Italia, porque le interesan los procesos sociales que se daban allí, y luego viaja a Alemania, muy interesado también por los procesos sociales que se habían desencadenado en ese país. Y es del cruce de esas miradas, la de un periodista y un intelectual con un enorme compromiso político, con este nuevo interés por las artes plásticas, que surge esta idea de vanguardia diferenciada y socialmente comprometida” recogida en Amauta.

En Italia, Mariátegui conoce a Emilio Pettoruti –un retrato suyo pintado por el artista argentino en 1921 es parte de la exposición-, y es a través de él que se inserta en los círculos de vanguardia italianos. “Regresa así a Perú con la idea clara de hacer una revista, y de vanguardia. Para él, la vanguardia estética y la vanguardia política eran una sola. Esa es la propuesta central de la revista Amauta. La voluntad de pensar más críticamente, de producir una sociedad más inclusiva, de pensar que la cultura tiene un papel clave en las transformaciones sociales, es una de las contribuciones claves de José Carlos Mariátegui”, cuenta Majluf.

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A través de la muestra, comprendemos que Mariátegui no encontró contradicción entre las convicciones políticas y el pluralismo estético. Publicó en Amauta la obra de artistas tan distantes entre sí como Agustín Lazo y Diego Rivera, Carlos Quízpez Asín y José Sabogal, Adolfo Bellocq y Emilio Pettoruti. Cuando sus colegas cuestionaron la apertura de Amauta y exigieron que restringiera su línea editorial, Mariátegui comentó irónicamente sobre el “terror supersticioso e inquisitorial a toda idea más o menos alógena” que conducía a algunas personas a imaginar que “una revista de doctrina y polémica debe expurgar su material”.

Mariátegui también mantuvo una posición abierta sobre los términos en que era posible definir un “arte político”. El abanico de posibilidades fue amplio. Defendió el indigenismo por su aporte a la vindicación y visibilización de un grupo social relegado y oprimido, incluso cuando la pintura indigenista llegara a asumir sólo excepcionalmente un abierto tono de denuncia. También abrió las páginas de Amauta a las obras del grupo de pintores, escultores y grabadores argentinos que hoy se conocen como los “Artistas del pueblo”, formado por José Arato, Adolfo Bellocq, Guillermo Facio Hebequer, Abraham Vigo y el escultor Agustín Riganelli, por su compromiso político y por su cercanía a revistas como La Campana de Palo y Claridad, que estuvieron entre los principales foros de la izquierda en la Argentina de los años 20.

Con la colaboración del Archivo de José Carlos Mariátegui, la muestra reúne unas 250 obras, algunas de ellas reproducidas en Amauta, otras relacionadas con los proyectos artísticos que fueron discutidos en las páginas de la revista. También se incluyen trabajos en diversos medios y formatos, desde pintura, dibujo, escultura y fotografía, hasta piezas de arte popular y documentación, que ayudan a contextualizar el entorno cultural, político y social de la época en que se publicó la revista. Artistas como Ramón Alva de la Canal, Camilo Blas, Norah Borges, Martín Chambi, Julia Codesido, Elena Izcue, Carlos Mérida, César Moro, Emilio Pettoruti, Diego Rivera, José Sabogal, Tina Modotti y Alejandro Xul Solar forman parte de la exposición.

“El trabajo curatorial ha sido, esencialmente, seguir lo que la propia revista publicó. Hemos intentado ser rigurosas, porque muchas veces cuando se habla de las vanguardias se habla en términos muy generales o amplios, y los proyectos abarcan varias décadas. La exposición se ciñe a los años 20, un período clave, que tuvo un matiz distinto, donde las revistas fueron parte clave de la articulación del campo estético internacional de esa década. Limitarse a un período tan específico fue un gran reto”, indica Majluf.

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La exposición también destaca el surgimiento de una nueva pedagogía artística desarrollada contra los preceptos académicos como una de las propuestas que mayor cobertura tuvo en las páginas de Amauta. Desde México se difundió un nuevo modelo estético, inspirado en el ideal de un arte proletario y popular. Las nuevas pedagogías estarían también dirigidas a crear un nuevo ciudadano, identificado con formas estéticas “nacionales”. Serían las propuestas del método de dibujo de Martín Noel en Argentina, de Adolfo Best Maugard en México y de Elena Izcue en el Perú. De diversas formas, estas pedagogías alternativas estuvieron alineadas no sólo con el compromiso social de Amauta, sino con su clara posición anti-imperialista.

“Definitivamente, todavía hay lecciones que aprender de Amauta, tomando en cuenta las actuales posturas anticolonialistas. Hay puntos de vista y perspectivas de Amauta que aún resuenan en nuestros días”, dice Adams.

Redes de vanguardia. Amauta y América Latina, 1926-1930, que se podrá ver en el Reina Sofía hasta el 27 de mayo de 2019, viajará luego al Museo de Arte de Lima, al Museo del Palacio de Bellas Artes (Ciudad de México) y al Blanton Museum of Art.

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Imagen destacada: Julia Codesido, Mercado indígena, 1931, óleo sobre lienzo. Colección privada, Lima

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