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COMPRENDER JUNTOS: RESEÑA (PARCIAL) DE ACCIONES, IDEAS Y RESULTADOS DE LA MEDIACIÓN EDUCATIVA EN LA XIV BIENAL DE CUENCA

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En enero de 2018 me incorporé como Curador Pedagógico al equipo de la XIV Bienal de Cuenca Estructuras vivientes. El arte como experiencia plural, respondiendo a una invitación de Cristóbal Zapata, su Director Ejecutivo, y Jesús Fuenmayor, Curador General del evento. Luego de amplias y enriquecedoras reflexiones se propuso el programa educativo para esta edición, cuyo eje central apuntaba a la conformación de un equipo de mediadores destinado a la atención y formación de nuevos públicos. La coordinación e implementación de este programa requirió varios meses de trabajo ininterrumpido, durante los cuales tuve la oportunidad de participar en la preparación de los futuros mediadores, escuchar sus expectativas y, sobre todo, conocerlos personalmente.

Los aprendizajes fueron mutuos, tal como aspirábamos con la premisa Comprender juntos que encabezaba el programa educativo. Pude constatar que el deseo que nos animaba al principio, se hizo una práctica cotidiana una vez que la Bienal abrió sus puertas el 23 de noviembre de 2018. A continuación, hago una breve reseña de esa experiencia y dejo unas anotaciones sobre el significado de la actividad de mediación en la XIV Bienal de Cuenca, aprovechando la oportunidad para resaltar la calidad profesional y humana de quienes realizan esta función.

Transcurridos más de ocho semanas desde su inauguración, la XIV Bienal de Cuenca ha tenido una afluencia de público constante y entusiasta. Cada día, visitantes de todas las edades son recibidos y acompañados por un equipo de 27 mediadores, formados especialmente para orientar los recorridos y facilitar la interacción con las obras en exhibición, dispuestas en más de 20 sedes que acogen el evento en esta oportunidad. El trabajo de los mediadores aporta elementos informativos, didácticos y conceptuales, para una recepción motivadora y de calidad, según las edades e intereses de los visitantes. Para ello cuentan con una meticulosa preparación teórica y práctica que abarca el conocimiento de los contenidos y procesos del arte contemporáneo, herramientas de expresión corporal y técnicas educativas. Tales insumos se derivan del Curso de Formación para Mediadores, impartido por curadores, investigadores y artistas nacionales e internacionales de amplia trayectoria, entre agosto y septiembre de 2018.

A esa preparación se añaden los aprendizajes obtenidos a partir de la interacción y colaboración con algunos de los artistas invitados a esta edición de la Bienal, lo cual representa un factor de enriquecimiento conceptual y humano para el equipo   de mediadores, cuya formación de origen comprende una amplia gama de disciplinas, entre las que se encuentran arte, diseño, derecho, antropología, informática, turismo y psicología.

Este heterogéneo grupo de chicas y chicos, seleccionados proporcionalmente en atención a sus habilidades y buen desempeño, ofrecen un rostro amable y dinámico a quienes se sumergen en las diversas proposiciones artísticas que se exponen en esta Bienal, tanto en su muestra central como en las exhibiciones paralelas. Todo lo que se puede decir sobre el papel que juegan los mediadores artísticos en un certamen como éste se resume en las palabras dedicación incondicional y sana energía.

Dicho comportamiento ha sido manifiesto desde la jornada inaugural de la Bienal, día en que los mediadores actuaron simultáneamente como activadores y colaboradores de varios performances, al tiempo que compartían con el público la importante divisa educativa de Comprender juntos para la cual fueron preparados.

Durante el acaecer cotidiano, de martes a domingo, la labor de mediación en la Bienal ha permitido atender agendamientos con escuelas, colegios y universidades de la ciudad y el país, brindar recorridos mediados durante las noches, ofrecer encuentros de socialización en espacios públicos y generar ejercicios temáticos destinados al ensanchamiento crítico de la experiencia perceptiva.

Por supuesto, la exigente dinámica de las prácticas artísticas en la actualidad y la diversificación de las audiencias, plantean importantes desafíos logísticos y conceptuales que no deben soslayarse, incluyendo la persistencia de ciertas incomprensiones y sospechas a tener en cuenta. Apunto a continuación algunas de ellas.

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Premisas y necesidad de la mediación educativa

Aún vivimos tiempos de sospecha. Todavía la gente se pregunta si una montaña de tierra en un museo es arte, del mismo modo en que muchos se cuestionan qué es un mediador educativo y qué hace. Lo cierto es que no todos los que visitan los espacios de exhibición artística en la actualidad conocen o manejan con destreza los códigos del arte contemporáneo. He aquí entonces una primera fricción que se da como condición necesaria de la mediación artística y de la que –por cierto–  se derivan algunos malentendidos como ese de presumir que la mediación es para explicar qué es el arte contemporáneo, cuando en realidad su propósito es permitir que cada quien se pregunte qué tiene que ver el arte contemporáneo con su propia experiencia.

Artistas, críticos y curadores coinciden en admitir la importancia de la mediación artística y se reconocen como parte de ese proceso, cuya divisa apunta a la formación de “nuevos públicos” (cuando se produce en centros culturales, museos, galerías, bienales e incluso ferias) o la “transformación social” (cuando se atienden necesidades de grupos vulnerables y el desarrollo comunitario)[1].  La mediación artística es una práctica multivocal y dialógica que se ubica en una zona de encuentro entre dos pares complementarios: la obra y su recepción, de un lado; la sensibilidad personal y la experiencia común, del otro.

En el arte contemporáneo espacio y obra, superficie y representación, materia e idea, logos y experiencia, son pares en tensión constante que requieren diversos niveles de ponderación y que pueden generar desconcierto o indiferencia en los visitantes de una exposición. La mediación artística coadyuva a la canalización crítica de esas tensiones. No se trata solo de explicar, sino de entablar un intercambio lúdico y reflexivo con el otro. Corresponde a la actividad de mediación colocarse en el lugar de los otros, según su edad, intereses, creencias y capacidades físicas y mentales.

Lo que la mediación artística pone sobre la mesa (o en la palestra) son las dificultades y tensiones propias de la recepción estética, particularmente cuando se trata de las prácticas de creación contemporáneas. La mediación artística reconoce que efectivamente hay un desacuerdo, una des-sincronía (hasta cierto punto natural) entre lo que se exhibe o muestra como arte y lo que la audiencia entiende por tal. La mediación artística, entonces, es un canal para ventilar esas fricciones, mostrar procesos, enseñar rutas y homologar criterios para que la experiencia perceptiva sea edificante y, si es posible, placentera.

El mediador ha de ponerse en medio de varias alteridades: la que representa el artista cuando plantea una proposición; la que constituyen cada de una de las personas -singulares y diferentes-  que interactúan con el arte en centros culturales, museos, galerías y espacios públicos o comunitarios; la que refiere a criterios o valores relacionados con instituciones, organizaciones y grupos de interés aludidos o afectados por los contenidos artísticos. Finalmente, lo que se espera de la actividad de mediación artística es que los visitantes o espectadores del arte ganen confianza de sus propias apreciaciones, que desencadenen e identifiquen sus emociones, que las ejerciten y logren configurar su propio criterio.

Cierro esta reseña parcial en torno a la mediación educativa en la XIV Bienal de Cuenca, agradeciendo al formidable equipo que ha sostenido esta tarea con seriedad y vigor contagioso. Extiendo mi gratitud a la dirección ejecutiva de la institución, así como a todo su personal técnico y administrativo por su complicidad y apoyo. Lo que cuenta, en cualquier caso, es la voluntad de compartir aprendizajes a propósito del arte contemporáneo y sus procesos.

 


[1] Cfr. Ascensión Moreno González. La mediación artística. Arte para la transformación social, la inclusión social y el desarrollo comunitario. Ediciones Octaedro, S.L. Barcelona, 2016. p 17

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Félix Suazo

Es profesor, investigador y curador de arte. Se graduó en el Instituto Superior de Arte de La Habana en 1990. Entre 2002 y 2003 realizó un Máster de Museología en la Universidad de Valladolid, España. Ha trabajado como investigador en la Galería de Arte Nacional (1997-2003) y en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas (2004-2008). Desde 2007 forma parte del equipo curatorial de El Anexo / Arte Contemporáneo. De 2008 a 2013 fue Coordinador de Exposiciones y Curador de Periférico Caracas / Arte Contemporáneo. Fue gerente de la Sala TAC (2015-2018). En 2018 fue nombrado Curador Pedagógico de la XIV Bienal de Cuenca, Ecuador. Actualmente vive en Miami, Florida, donde trabaja como curador independiente y asesor de proyectos artísticos.

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