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Yiyo Tirado Rivera:dislocaciones

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Con ellos la verdad, con ustedes lo demás.
César Vargas G.

 

 

Los colores de la sinrazón,
Como un fetiche inacabado
Definen unas nuevas estaciones,
La inexistencia llena el verano.
M. Houllebecq

 

I

Los proyectos artísticos de Yiyo Tirado Rivera poseen un carácter crítico que se ha vuelto una constante dentro de sus análisis del entorno y, más específicamente, de las múltiples transformaciones sociales, económicas y urbanas que han modelado el paisaje y el habitar isleño. Parte importante de su trabajo se constituye a partir de investigaciones de territorio que han ido consolidando una práctica profundamente reflexiva respecto a las formas políticas de asimilación y reproducción cultural existentes en Puerto Rico. En términos amplios, la matriz de sus procedimientos se articulan a partir de una conciencia radial del entorno que se vuelve —en el cuerpo y sistema de sus obras— una autoconciencia crítica de ese habitar. En esa dirección, creo, es desde donde arranca, se despliega e inscribe su más reciente proyecto titulado Dislocaciones. Hay en este título ya una clave de acceso general. Dicha clave está dada por el desplazamiento del uso del significado de la palabra dislocación hacia un nivel espacial, arquitectónico y objetual. En una primera instancia, el nombre de esta muestra señala la operación consistente en desarticular el sentido habitual de un objeto sacándolo fuera de su contexto de reconocimiento. Y, en un una mirada más acuciosa, esta muestra no se satisface bajo la simple descontextualización de los objetos respecto a su espacio y función, sino que apuntan a un procedimiento de alteración y dislocación total del modelo constructivo de éstos.

Lo que se presenta en Dislocaciones es el resultado de un proceso de trabajo singularmente especial, ya que sostiene su búsqueda crítica en el establecimiento de un perímetro de relaciones territoriales que pone en juego el paisaje, la arquitectura y las condiciones políticas del uso cultural y local de un color: el azul. Si bien este asunto cromático puede parecer superficial, y efectivamente lo es, no por ello deja de manifiesto la absoluta trascendencia político-estética que asume en esta exhibición. En efecto, lo que despunta en el estatuto cromático es un patrón de cohesión que organiza todo el régimen de sentido de las operaciones estéticas que nos exhiben las cuatro piezas de gran formato en las que se resuelve este proyecto. A su vez, la voluntad constructiva de estas cuatro obras proviene del estudio geométrico y cromático de cuatro objetos específicos: los techos de la casas damnificadas, una cancha de tenis, una piscina y una sombrilla.

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II

La elección y coexistencia de estos cuatro objetos obedece a un proceso de selección cromática establecida en relación al diseño estético y político del paisaje. Al modo de una “toma de color”, el artista identifica en la variedad tonal del azul la puesta en escena del carácter estético que asume el problema ideológico y la contradicción cultural que recorre la construcción de la imagen turística de Puerto Rico. El conjunto de estas cuatro obras configuran una especie de catálogo objetual de gran formato, en el cual los objetos se autorrepresentan como «emblemas de poder» formalizados a la estructura geométrica y al estatuto cromático dado por el uso técnico de éstos en sus respectivos lugares de procedencia. Además, y en su sencillo pero riguroso emplazamiento serial, estas piezas expresan de modo inmejorable cómo la forma política y social de los conflictos culturales se presentan inmediatamente como problemas estéticos. El despliegue tonal del color azul en su nivel formal y superficial nos permite ver tras él lo que hay de reflexivo en esta instalación: la constitución del valor cromático como una tecnología de poder capaz de establecer y expandir nuevos modos de control cultural y, al mismo tiempo, uniformizar la administración de la imagen e identidad local como una verdadera pieza de diseño mercantil.

Hemos sostenido que la clasificación cultural que reúne dentro de un conjunto cromático a estos objetos está dada por el señalamiento de locación que éstos poseen dentro del paisaje, es decir, su procedencia arquitectónica y su función social. La determinante formal y política de la elección del objeto se ve muy bien establecida en la primera obra de la serie del proyecto Dislocaciones. Esta pieza ha sido confeccionada con las lonas plásticas de color azul que sirven temporalmente como techo cuando las viviendas se ven afectadas por los desastres naturales propios de la región. El asunto, como podemos ver, es la procedencia y el uso político de este recurso industrial, pues estas lonas plásticas se han transformado en un símbolo distintivo de la ayuda social entregada por la Agencia Federal para Manejo de Emergencias del gobierno estadounidense (FEMA).

Ahora bien, y más allá del dato fáctico que involucra el nivel estético, cultural y político del asistencialismo estadounidense extendido literalmente por la tonalidad azul de la lona plástica, lo realmente interesante es el gesto mismo de construcción de la obra. Me explico: la obra expone una forma de proceder que pone en tensión la reproducción de las dimensione estándar de los techos de las viviendas y la reproducción física del trabajo de revestimiento que el artista pone en funcionamiento para producirla. La economía técnica y el proceso cosmético textil de la pieza ironiza el referente social que significa la ayuda y el modo de conciencia social estadounidense. En un grado de lectura comprometido, la obra hace emerger críticamente cómo la ideología del trabajo social sólo es capaz de existir como trabajo estético del poder. Dentro de la operación crítica y el modo de lucidez que despliega Dislocaciones, esta obra describe el procedimiento reflexivo en su más justo grado crítico por la sencilla razón de que la síntesis formal y cromática logran estar plenamente cargadas del carácter político y estético sin acudir a la lógica de la protesta panfletaria ni a la impotencia de la denuncia.

Uno de los elementos relevantes dentro de la práctica artística de Yiyo Tirado Rivera es la capacidad de mostrar el alcance siempre colectivo de los problemas culturales a los cuales se enfrenta. En sus obras se ha cultivado el desarrollo de una mirada atenta sobre el territorio y sobre los modos de vida de los sujetos en la sociedad isleña. Utilizando distintos lenguajes artísticos, ha ido dejando constancia de cómo esos modos de vida se han ido transformando a causa de una perversa dialéctica cultural que trabaja tanto en la desposesión de la riqueza popular como en la instalación de un proceso cada vez más sofisticado de posicionamiento estético de la imagen mercancía de la isla.

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III 

Con ellos la verdad: un régimen de obra real expone siempre una forma de pensar. Llegar a esa forma implica inevitablemente comprender el sistema de relaciones que la obra misma nos exhibe y por el cual ella tiene lugar. En esto no hay mitología; tras la solución cromática, formal y estrictamente geométrica que reúne las cuatro piezas de la muestra Dislocaciones hay todo un desarrollo reflexivo de las condiciones políticas que organizan dicha condición formal. Sin duda, las obras de Yiyo Tirado Rivera poseen una lucidez poco habitual a la hora de poner en relación la alianza entre arte y política. Sin jerarquía y siempre horizontal, esa relación activa una singularidad que se inscribe a partir del proceso de abstracción geométrica al que somete cada uno de los objetos con los cuales se dispone a trabajar. Nunca es solamente la apropiación de un objeto o un recurso específico, sino la producción de un diagrama en el cual la ecuación objeto-lugar y objeto-arquitectura se cohesionan, en este caso, bajo un régimen cromático que hace emerger críticamente las condiciones políticas y culturales del habitar.

Las tres piezas que consolidan el sentido procesual de esta muestra, o sea, la cancha de tenis, la piscina y la sombrilla, han sido extraídas del conjunto específicamente turístico que compone parte importante del paisaje arquitectónico de la isla. La predominancia temática de estas figuras articula y delimita el campo de investigación. Efectivamente, todo esto tiene que ver justamente con el modelo y la infraestructura arquitectónica de los resort, hoteles y centros turísticos que sostienen la imagen representacional de la isla como un fetiche y como una zona permanente de vacaciones, entretención y goce. En el sentido de una politización del minimalismo, estas piezas articulan una crítica a cómo la isla de Puerto Rico, y El Caribe en general, han sido diseñados como paisajes paradisíacos y suspendidos de cualquier referencia a la utilidad y el trabajo.

La lógica compositiva de estas obras pone un acento especial tanto en el uso y alteración del lenguaje pictórico como en la deconstrucción del lenguaje escultórico usado en el modelo constructivo de los objetos. A esa síntesis formal del uso y apropiación de lenguajes artísticos, se puede sumar la comprensión del arte del diseño como uno de los factores procesuales determinantes a esa síntesis. Los tres objetos son icónicos del inmobiliarios y disciplinamiento turístico del paisaje y hacen una referencia brutal a tres elementos precisos: el juego, el agua y el sol. Es sorprendente el giro reflexivo de cómo esta trilogía de piezas articula críticamente esa conexión entre la arquitectura improductiva del turismo y la geografía natural del territorio.

En el sistema reflexivo de estas obras el asunto del paisaje ha derivado su problemática desde la pintura hacia la instalación. Dislocaciones articula una economía de obras en las cuales el problema del paisaje es pensado como un recurso representacional y, por ello mismo, como un dispositivo ideológico y estético. En ese sentido, creo que estas piezas en especial, y la obra de Yiyo Tirado Rivera en general, plantean muy bien los problemas en el terreno mismo donde estos se dan. Sus obras transitan críticamente del diseño de las formas de vida local al diseño como una técnica formal, vale decir, como una tecnología estética altamente compleja dentro de la autocomprensión de las prácticas culturales y políticas del arte contemporáneo. Pensando bajo ese rigor conceptual, el proyecto Dislocaciones se extiende en un plano estético verdaderamente crítico respecto a las formas de vida contemporánea en las que todo puede ser y todo ha de ser objeto de diseño: un hotel, una sombrilla, un país, una isla, una identidad, un cuerpo, una sociedad. Claro está, este proceso de obra expone problemáticamente uno de los cambios fundamentales en la relación actual entre arte y política. Dicho cambio tiene que ver de forma sustancial con una inversión; a saber, la vuelta de tuercas por la cual la estética contemporánea le enseña a la práctica política su última actualización: el diseño lo incluye todo.

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IV 

Uno de los factores insoslayables de consignar es el origen industrial de todos y cada uno de los recursos utilizados en la realización de las cuatro obras. La síntesis cromática de cada obra remite a su condición industrial, arquitectónica e inmobiliaria. Así tenemos la lona plástica del techo, la pintura de revestimiento de la cancha de tenis, el cerámico cuadriculado de la piscina y la lona de la sombrilla. Por su parte, y como ya sabemos, cada pieza nace estructuralmente de las formas proyectivas primordiales: rectángulo, triángulo y círculo. Esta economía minimalista se sostiene rigurosamente en todas los niveles de relación cromática, industrial y procesual. Ahora bien, las obras que instala este proyecto están sometidas a una reflexión con el habitar y las condiciones específicas de la industria del turismo en la isla de Puerto Rico. Este último plano termina por expandir todo el campo crítico que conecta los recursos utilizados en las cuatro piezas y el campo discursivo original al que terminan remitiendo. Con mucha naturalidad y una aguda lucidez procesual y formal, el proyecto Dislocaciones de Yiyo Tirado Rivera expone un problema tan histórico como político en el que se ha inscrito la relación entre el turismo, el arte y la estética. El filósofo francés Ives Michaud ha testimoniado ese vínculo histórico que sostienen el nacimiento del turismo con el nacimiento de la estética como disciplina autónoma y moderna. Él lo expresa así:

“El turismo no surgió ayer. Empezó en Europa con los viajes a Italia, estos tours que se hicieron a partir del siglo XVIII los jóvenes adinerados y aventureros, y que dieron origen a la palabra turismo. El desarrollo de la actitud del connaisseur en el siglo XVIII, al mismo tiempo que nacía la estética, no se puede disociar de estos primeros viajes. A los tours a Italia pronto se agregaron los viajes hacia el Oriente o el norte de África. El joven con vocación de escritor o artista se inicia en el arte y la cultura, experimentando la diferencia y el exotismo tomando su tiempo”. [1]

Como podemos apreciar el objeto de análisis que el turismo representa en este proyecto adquiere una consistencia discursiva y procesual francamente notable. Tras la solución formal y estrictamente geométrica de las obras de Yiyo Tirado Rivera siempre hay todo un desarrollo reflexivo de las condiciones políticas que organizan dicha condición formal. Ese proceso logra estar presente en cada pieza como una exploración político-estética de la abstracción geométrica contemporánea. Y, en un plano discursivo y conceptual, lo que logra instalar el proyecto Dislocaciones es un diagrama crítico que pone en directa relación de intimidad el turismo y la estética como una de las formas históricas del colonialismo occidental.

 


[1] Yves Michuad,“ El arte en estado gaseosos. Ensayo sobre el triunfo de la estética”. Capítulo IV. “La demanda de estética: hedonismo, turismo y darwinismo”. Pág. 152-153. Editorial F.C.E. 2007.

*Texto de César Vargas para la muestra Dislocaciones, de Yiyo Tirado Rivera en la Liga de Arte de San Juan, Puerto Rico [2 de noviembre – 1 de diciembre, 2018].

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