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Bosco Sodi.del Fuego:ni Tanto Que Queme al Santo, ni Tan Poco Que no lo Alumbre

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Bosco Sodi (Ciudad de México, 1970) ha desarrollado su práctica en torno a la manipulación de la materia orgánica, buscando encontrar en ella un sentido secular de la espiritualidad. Empleando y explotando la belleza inherente al pigmento natural, el barro, la cerámica o las piedras volcánicas, el artista crea obras de carácter minimalista que apuntan a conectar al hombre con la naturaleza. Es explorando la crudeza de estos materiales donde Sodi encuentra la comunión entre lo espiritual del gesto creativo –muchas veces incontrolable- y lo sagrado de aquello que, con humildad, nos da la tierra.

Como las materias primas que utiliza el artista varían de lugar a lugar, cada una de sus piezas –sensoriales, ricas en textura- tiene una vinculación única con el sitio en la que fue creada. Guiado por la filosofía Wabi-Sabi, un pensamiento estético japonés derivado de la filosofía Zen que se basa en la belleza de la imperfección, Bosco Sodi busca a través de su obra evocar emociones profundas respecto a la creación estética, el sentido de la consciencia y la aceptación de la impermanencia.

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Para su primera exposición en Chile, en el Museo de Artes Visuales (MAVI) de Santiago, abierta hasta el 6 de mayo, el artista se inspira en los jardines japoneses Karesansui, que evocan un paisaje seco y se encuentran poblados de formas pétreas. En dos de las salas del museo, Sodi dispone un conjunto de formaciones geológicas que han sido extraídas del magma seco del volcán Cerobuco, en México, cuyas superficies han sido esmaltadas y luego quemadas con fuego a altas temperaturas por tres días consecutivos.

Al alterar la textura de la superficie de estas rocas y al desplazarlas a un museo, Sodi reflexiona acerca de la percepción humana del valor del objeto, de la antigüedad de ciertos materiales, mientras explora las tensiones entre emplazamiento y origen, exterior e interior. El título de la muestra, curada por el crítico y comisario chileno Christian Viveros-Fauné, alude, en tanto, a esa condición de equilibrio necesario en la naturaleza, entre el hombre y la naturaleza, y entre los hombres.

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Las instalaciones con rocas volcánicas van acompañadas de pinturas hechas a mano que el artista trabaja colocándolas en el suelo. Esto responde al interés de Sodi por mantenerse físicamente próximo a la mezcla, producción y aplicación de los materiales -pigmentos, aserrín, entre otros- sobre la superficie de estas pinturas-objeto. El medioambiente y el clima inciden, a su vez, en la terminación de estas piezas. El calor del sol, por ejemplo, forma grietas y fisuras en el proceso de secado, otorgando la impresión visual de un paisaje natural sublime. Como en el Wabi-Sabi, estas obras combinan la atención a la composición del minimalismo con la calidez de aquello que proviene de la naturaleza.

Junto a estos trabajos se muestra un registro en video, fotografía y un ladrillo –presentado como objeto preciado, arqueológico o de colección- de un proyecto de 2016 que consistió en la instalación y desinstalación –con la asistencia del público- de un muro alzado en Washington Square Park, en Manhattan. Esta construcción estaba compuesta por mil seiscientos ladrillos de greda únicos hechos por artesanos locales de Oaxaca, y que fueron trasladados a Nueva York siguiendo la misma ruta que lleva a los inmigrantes ilegales mexicanos hacia Estados Unidos. El muro se erigió durante el transcurso de un día. Seguidamente, el artista invitó a los transeúntes a remover los ladrillos y llevárselos a sus casas. Sodi se desprendió del control de la obra reafirmando su preferencia por lo impermanente, pero también poniendo en evidencia un punto creativo de importante trascendencia política en el mundo actual, particularmente en la era de Trump: que todo obstáculo puede ser derrumbado por la fuerza colectiva.

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