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CEGUERA / INFORME DE LECTURA. CATALINA ANDONIE EN SAGRADA MERCANCÍA

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El único arte en el que estoy interesado es el arte que no entiendo de inmediato.

Si uno lo entiende de inmediato realmente no tiene más uso que como nostalgia.

Lawrence Weiner

 

 

Por César Vargas, Sagrada Mercancía

I

Para un proyecto artístico el riesgo corre siempre por dentro. Y ese riesgo, en última instancia no es redituable más que al interior del artista. Generar las posibilidades materiales para la conciencia crítica de aquel riesgo, es lo que ha definido el trabajo de grupo sostenido entre Sagrada Mercancía y los artistas seleccionados a operar en nuestro espacio. Los procesos curatoriales asumidos bajo este régimen metodológico han abierto una forma de pensar las relaciones estéticas y experimentales al interior mismo de la producción de los proyectos artísticos. Así, esta sociedad de trabajo ha comprendido desde su propia praxis investigativa que la relación entre arte y política no puede ser reducida a una simple batalla de contenidos e intenciones; el riesgo de ello es, precisamente, no correr riesgo alguno.

He iniciado el texto con esta «nota de conciencia», primero, para dejar de manifiesto nuestro ánimo e ideal político-estético como espacio de arte crítico y, segundo, porque la operación artística a la que me encomiendo, Ceguera, de la artista visual Catalina Andonie, pone en juego el asunto del riesgo en el plano mismo de la experiencia artística de Sagrada Mercancía como espacio de exhibición. Esta tipología de proyectos trae, desde su gestación conceptual, el riesgo de asumir ante los ojos del espectador la completa desaprobación estética o la más ingente admiración procesual. Incitan a la polaridad del juicio estético y lo exponen como parte fundamental de su coeficiente de experiencia. En efecto, el sentido productivo y empírico de la obra de Catalina Andonie se ofrece a un límite reflexivo que no acepta consideraciones afectivas de carácter compensatorio, ni medias tintas de ningún tipo.

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II

El proyecto de obra Ceguera se ha propuesto construir y trasformar el espacio de exhibición en una experiencia integral: el ingreso a un ambiente anestésico. La intervención que presenta la artista sintetiza, a través del trabajo de recubrimiento, el carácter cosmético del procedimiento con la dimensión arquitectónica del espacio. La acción es sencilla porque involucra un único recurso material y cromático, pero es dominante porque elimina toda huella, grieta e historia de un espacio caracterizado por la riqueza infinita de accidentes estéticos que componen su derruida visualidad. Este procedimiento de recubrimiento se ha hecho con lana poliéster, que es un recurso industrial proveniente de la construcción y que se usa principalmente para aislar térmica y acústicamente techumbres, tabiques y pisos.

Todo el proceso de adhesión de este material sigue un patrón serial que consiste en aprovechar las dimensiones propias de la fibra y los cortes de distribución que poseen las distintas paredes del espacio. En la uniformización cromático-textil del procedimiento se aprecia el riguroso trabajo de unión que hay en cada uno de los paños de lana que se expanden por paredes, techo, suelo y portón de acceso. La utilización de clavos tradicionales y clavos de alto impacto (estos clavos sólo se pueden adherir con una máquina espacial y fueron usados en el suelo), manifiestan una voluntad de orden y secuencia: una lógica productiva que mezcla el trabajo humano y la dimensión industrial que éste puede asumir bajo el signo de una estrategia de repetición. Esta obra expone algo fundamental a las prácticas visuales del espacio en el cual se desarrolla: nos referimos a la condición decisiva que asume el proceso de montaje en la realización del proyecto. Esto se debe a la curaduría desarrollada bajo una analítica colectiva, pero fundamentalmente individualizada a las potencias reflexivas y procesuales de la artista en cuestión.

Ahora bien, el proyecto Ceguera de Catalina Andonie tiene como antecedente directo otra obra de carácter procesual titulada Intemperie. En esa oportunidad, el espacio de recubrimiento fue un sitio eriazo y el material utilizado era poliuretano. Este recurso industrial de aislamiento, utilizado uniformemente sobre las distintas texturas, composiciones y tipos de paredes de aquel lugar, ofrecía una experiencia ampliada de lo que involucra una naturaleza muerta, más bien lo que significa habitar una naturaleza muerta producida industrialmente. El sitio abandonado era recuperado, pero única y exclusivamente para exponerlo como un paisaje muerto social y estéticamente. En un plano descriptivo, la producción de Catalina Andonie se abre tanto a proyectos de intervención como a piezas escultóricas; la primera vertiente desafía la experiencia sensible del espacio y, la segunda, las proporciones de uso objetual del diseño en relación a la escultura. Sus obras en general apuntan a la anomalía estética que producen distintos tipos de síntesis objetuales y espaciales, determinando un juego de asimetrías que involucran decididamente el desconcierto subjetivo ante lo que vemos.

Ceguera es una obra a la que se ingresa y en la que han quedado a libre disposición del espectador distintos tipos de referentes escénicos: minimalista, surrealista, fetichista y esquizoide. Esa multiplicidad de posibles experiencias sensoriales es parte esencial de lo que involucra el aspecto unheimlich de las obras de Catalina. Se nos ofrece un ambiente, una textura, una piel o ropaje en ocasión al cual nos vemos conminados a producir una experiencia para poder territorializar nuestra conciencia del espacio, es decir, compensar su anomalía. El impacto sensorial y fenoménico se acrecienta en la medida que la subjetividad busca una forma simbólica de tener cuerpo para dicha sensación.

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III

La operación estética de Ceguera implica la alteración radical de las condiciones habituales del espacio, expande su registro minimalista como un bloque continuo y somete al sujeto a un vaciamiento de sentido y a una descreencia en el arte. Todo el trabajo físico invertido en esta propuesta está del lado del efecto, su poder es preocupantemente negativo, pero también sumamente sencillo. El énfasis postminimalista se revela en el acto de dejar expuesto cada uno de los elementos que sobresalen naturalmente de la superficie del espacio. Se ha dejado a la vista todo el aparato de recursos que hace que el espacio mismo funcione: el circuito de cañerías de agua y desagüe, la tapa cuadrada de la alcantarilla, las vigas de madera e iluminación, la escalera de caracol, las cajas eléctricas, la puerta de acceso y toda la retícula de perfiles metálicos que componen el portón del espacio. Este gesto de restitución de lo dado en el espacio es parte esencial de la experiencia que logra la síntesis estética en la que se resuelve el procedimiento general de la muestra. La operación de revestimiento hace emerger la precariedad material del inmoboliario y las cosas ya hechas, las presenta como objetos de una industria escultórica no reconocida, pero que, no obstante a ello, comparecen en la inminencia de un reconocimiento referencial a piezas de arte contemporáneo. Los tubos de  iluminación usan a Dan flavin, la tapa de alcantarilla usa a Carl Andre, la retícula metálica del portón usa a Josef Albers. Todos esos elementos metálicos que en otro tiempo fueron pintados de blanco o negro, para poder ser camuflados en las condiciones normales del espacio, se destacan ahora en su banalidad y se autoseñalan como recursos que tocan el plano referencial de otras piezas del mundo del arte.

El proyecto Ceguera produce una detención del movimiento temporal de las cosas, aísla y encapsula el espacio para reparar en el acto de ver, en la desublimación de su tarea. No se ha hecho ingresar obra en el sentido objetual, sino que se ha expuesto el límite material y conceptual de las condiciones de experiencia por la cual lo banal de lo dado puede destituir toda reserva de sentido del juicio éstetico. El poder de esta intervención se condice plenamente con la producción de una experiencia. Sin embargo, ésta acontece supeditada a su negatividad, en el sentido que tener aquí una experiencia del espacio significa precisamente negar toda posibilidad de reconocimiento del mismo. Catalina Andonie ha negado el espacio y lo ha ocultado para que el espacio pueda, por un instante, ser objeto de experiencia para los sujetos a quienes se dirige su obra. La operación estética que ofrece Ceguera decide lo que es común, determinante e interior a toda verdadera experiencia humana: tener una experiencia es tener algo que nunca más volverá.

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