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Francisco Smythe y Florencia

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La Agregaduría Cultural de la Embajada de Chile en Italia quiere recordar a Francisco Smythe (Chile, 1952-1998) homenajeándolo con una muestra en Florencia, la ciudad donde realizó parte importante de su obra. Entre el 5 y 29 de marzo, el Palacio Medici Riccardi acoge esta exposición que marca el “regreso” de Smythe a Firenze.

Curada por Antonio Arévalo y Paulina Humeres, reúne obras que pertenecen hoy a importantes colecciones provenientes de las regiones de Toscana, Lazio y Emilia- Romaña, en Italia.

Como adelanto a esta celebración, Antonio Arévalo, Agregado Cultural de Chile en Italia, nos regala estas líneas sobre la obra de Smythe y su etapa florentina.

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Francisco Smythe vivió los cambios culturales de los intensos y breves años de la Unidad Popular, durante los cuales, al compromiso político y ético, se añadió la apertura hacia nuevas fronteras plásticas, como el informalismo español, que marcaron su actividad artística. También vivió los primeros cinco años de la dictadura en Chile, donde fue uno de los padres del arte conceptual, que más adelante en los años 80 se denominaría “Escena de Avanzada”.

Llegó a Florencia en enero de 1979 con una beca de estudios otorgada por el Gobierno Italiano para estudiar en la Facultad de Letras y Filosofía del Instituto de Historia del Arte y Arquitectura de la Universidad de Florencia. Observó el nacimiento de la Transvanguardia y un país en donde prevalecían claramente la alegría y los colores.

Francisco Smythe se vio trabajando en Florencia, esta ciudad emblemática, agregando aspectos significativos a la experimentación visual de esa época. Estamos de frente a una actitud artística descentrada, literalmente excéntrica, fruto de individualidades autónomas que, en el lapso de treinta años, habían tenido que enfrentar un huracán de eventos extremos y opuestos, entre los cuales se buscaba, con una gran dificultad, restablecer un equilibrio.

Y si la historia, la vitalidad cultural, la identidad artística, se fundan en la capacidad de organizar la memoria, Smythe sin lugar a dudas lo ha logrado. Existe un hilo conductor que está relacionado con una energía, una pulsión cómplice y protagonista a la manera de esos momentos de encuentro, de aquel extraño y fascinante esquema.

Florencia fue el centro de su creación. Lo fueron sus obras, su casa, su mujer, las calles y los lugares que frecuentaba cotidianamente. Lo fueron su gente y la lista es impresionante, el corazón pulsante y creativo de esta ciudad hizo parte completamente de su vida.

En Italia sus obras mostraron una clara influencia del expresionismo abstracto americano, incorporando el dripping, la mancha, juegos de transparencias y el uso de materiales extra pictóricos como la fotografía, páginas de prensa y signos geográficos. Recurre a un imaginario fantástico que se relacionaba con su memoria, sus sueños, su infancia y con su tierra natal. Su opción por los colores brillantes y planos sobre fondos blancos o negros mostraban una ruptura con las tonalidades tradicionales de la pintura chilena.

El artista es sobretodo quien captura, quien se adueña de lo que está afuera, para plasmarlo con su propio signo. Smythe poseía esta vocación, una vocación de una enorme libertad y de una continua experimentación. Y si la historia, su vitalidad cultural, la identidad de un artista, se funda sobre su capacidad de organizar la memoria, en Smythe esta era su primera verdad; o sea, un hilo conductor que une nuestros mundos que tienen que ver con una energía, con una pulsión, y yo me siento cómplice y protagonista de la misma forma como todos esos momentos de encuentro, de aquel extraño y fascinante Palimpsesto.

Lentamente crece en él, la exigencia de apropiarse del tejido urbano, del paisaje nebuloso y matutino, de los desolados muros, flores, de las sombras detrás de sus corazones donde se escondía una realidad siempre más íntima y personal, su melancolía.

Francisco Smythe logró, en el paso por esta vida, sembrar signos, porque su palabra visual tenía una necesidad de componer, organizar continuamente, como constantemente sentía la necesidad de evitar el estancamiento, las esperas prolongadas, los retrasos; un afán casi de precedernos y sorprendernos que no han hecho solamente perfumar su pensamiento, sino que hacerlo profundo.

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