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Alicia Herrero.el Misterio de las Medidas y los Desbordes

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Por Gonzalo Aguilar

Hace tiempo que la medición es objeto de una disputa política. Es más, en los últimos años esta disputa se ha agudizado y vuelto omnipresente: ¿cómo medir la pobreza, la desigualdad, el crecimiento, las inversiones o el consumo? Todos los días nos enfrentamos a estas preguntas, y los medios y los dirigentes a menudo no parecen ocuparse de otra cosa. La medición, que sin duda está en el origen de la política y de la economía, también lo está en el origen del arte. Desde los antiguos, pasando por los pitagóricos y por los renacentistas (Leonardo escribió en el Tratado de la Pintura que, tras aprender ante todo perspectiva, el joven debe aprender “las medidas de cada cosa”), hasta llegar a algunos vanguardistas del siglo XX, como Kurt Schwitters o Marcel Duchamp, quien ha hecho de la medición un campo de experimentación estratégico. Para hacer tres stoppages étalon (que podría traducirse como tres detenciones estándar), Duchamp arrojó tres hilos de un metro de extensión al piso y, con la forma en que quedaron, trazó unas siluetas que trasladó a unas reglas de madera onduladas a las que denominó de “metro reducido”. Las figuras resultantes serán después los hilos que conectan a los pretendientes con la máquina en la parte inferior de El Gran Vidrio. En esta obra como en otras (pienso en el Readymade Malheureux que hizo en Buenos Aires o en su participación en el film The Witch’s Cradle de Maya Deren), Duchamp no sólo relaciona la medición con la construcción artesanal del objeto, sino que también con el deseo. El deseo, que justamente es aquello que no se puede medir, es bombardeado por el artista en una mezcla rara de burla e indagación.

Toda esta masa de cuestiones y problemas estéticos, económicos y políticos, son el punto de partida de Una teoría visual de la distribución de Alicia Herrero. Entre Duchamp y su obra se interpone un movimiento artístico que no puede ser dejado de lado: el conceptualismo. Herrero, como otros artistas del presente, se plantea la superación del conceptualismo a través del trabajo con una dimensión sensible. Y el terreno que eligió para esa superación es, justamente, el de la puesta al desnudo de la medición y sus misterios. La muestra se divide en Instrumental, que elabora los cálculos monetarios en términos cromáticos y poéticos, y Mobiliario, que convierte tópicos del análisis económico en objetos que ocupan lugar en el espacio. La estadística, las coordenadas, las planillas de cálculo, los gráficos de torta y de barras son usados para vincular el arte de la economía y la economía del arte. La elección no podía ser más acertada, porque en la medición se despliegan la numeración (abstracta, mental, cuantitativa, supuestamente previsible) y la materialidad (sensible, física, inclinada a lo aleatorio) sin, en apariencia, tocarse. Herrero hace colapsar esta diferencia e incursiona, según sus palabras, en la “condición visual y constructiva del universo estadístico”, con estrategias que enfocan en conceptos visuales, que ya no son enteramente conceptuales ni estrictamente visuales. La coloración, la combinación de patrones o estándares (para usar el término duchampiano), los materiales de uso cotidiano (acrílicos, maderas, telas plásticas, acetatos, aluminios) y la investigación interactúan con una contundencia estética que nos lleva al borde del delirio, allí donde toda medición tambalea, pero a la vez se hace presente aun en aquello que no se puede medir. ¿Cómo pensar el misterio que une la medición monetaria y artística? Herrero avanza hacia ese misterio sin reducirlo a dimensiones didácticas o argumentativas: su tarea no es la de explicar, sino la de poner las cosas en el ambiguo terreno de lo sensible. El delirio no es la obra en sí, sino el efecto que se produce al combinar cifras con expresiones sensibles, medidas y desbordes, colores y números como sucede con el mercado capitalista del arte.

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Una de las estrategias básicas para investigar estas relaciones está en la asignación cromática, que no se hace según valores simbólicos: con una mirada propia del arte concreto, esto es, pre-conceptual, Herrero trabaja con las vibraciones, las combinaciones y los colores puros.

¿Qué debemos ver en un mobiliario: los contrastes o las referencias a mediciones de la desigualdad o de las evasiones? ¿El azul tiene una motivación pictórica o es un código arbitrariamente asignado? ¿El ascenso de una línea significa que las ganancias son mayores? ¿Qué se mide en Mise à nu, la relectura que hace Herrero de El Gran Vidrio duchampiano: el deseo de los pretendientes, el esqueleto numérico de la obra, las distorsiones interpretativas a la que ha sido sometida, su relación con el mercado y con su límite (ya que no tiene precio) la representación de la distribución y la concentración de la riqueza? Otras medidas, que se superponen con el original de Duchamp, profanan El Gran Vidrio y lo vuelven a astillar o a hacer pedazos.

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Herrero trabajó en muy distintos soportes artísticos asuntos relativos a la economía del arte y sus grandes subastas: hizo retratos en Sotheby’s. En Una teoría visual de la distribución apunta al centro de toda medición: el pattern o patrón, es decir, la necesidad de tener un modelo que permita comparar y poner en relación. Estos patrones (y la ambivalencia de la palabra es justa) provienen de la estadística (por ejemplo, el gráfico de torta), pero Herrero los usa como si fueran formas con potencia estética: un gráfico de la función seno puede transformarse en un mobiliario de función falsa y a la vez sugerir una representación marina; la desigualdad global puede convertirse en un gráfico de torta tan bello como siniestro. ¿Qué es entonces un patrón, un algoritmo? Una lucha en la mirada, en la experiencia, en el valor que les damos a las cosas.

La investigación intelectual y sensitiva que Alicia Herrero lleva a cabo se suma a la operación cromática y al uso estético de los patrones. El resultado es impactante: no se trata de una tesis de teoría del arte ni de una clase sobre economía contemporánea. Una teoría visual de la distribución se abre al misterio del arte, de la economía y de la medición y, con sabiduría, no lo disipa. Simplemente, lo hace más intenso y poderoso.

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ALICIA HERRERO: UNA TEORÍA VISUAL DE LA DISTRIBUCIÓN

Galería Henrique Faría. Buenos Aires

Del 15 de noviembre al 27 de diciembre de 2017

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