ÁNGEL Y FERNANDO POYÓN. LO MESTIZO, LO POPULAR Y LO QUE SE CONSIDERA “MAYA”
La Colección Poyón es un proyecto de los artistas Ángel Poyón y Fernando Poyón, desarrollado junto a la curadora guatemalteca Rosina Cazali, que investiga y reúne evidencias de diversos mecanismos de representación sobre lo que se considera “maya”. Parte de esta colección, además de trabajos recientes de los artistas/hermanos guatemaltecos, se exhibieron hasta el fin de semana pasado en los espacios El Lobi y Km 0.2, respectivamente, ambos en Santurce, Puerto Rico.
Según Cazali, las piezas de la Colección Poyón “exploran estéticas que se construyen a partir de la exotización y subordinación que se ha designado a los pueblos mayas en la historia moderna, tanto desde la mirada ladina como de la indígena. A manera de un gabinete de curiosidades, la colección relaciona de manera temporal postales, libros, fotografías, registros de obras arquitectónicas, esculturas, monedas, trajes, personajes cómicos, audios, extractos de películas y videos de distinto origen, para evidenciar formas de dominación históricas y vigentes”.
Tradicionalmente el coleccionista individual o la institución que colecciona piezas mayas (principalmente de origen prehispánico o textiles) se imagina en el rango de “hombre blanco, con influencias gubernamentales y poder económico”. Este es un proyecto a propósito, donde se invierte ese mecanismo de dominación: Ángel y Fernando Poyón, dueños de la colección, son “mayas” del municipio de San Juan Comalapa, del departamento de Chimaltenango en Guatemala.
Ambos vienen desarrollando obras muy personales desde los años 90 en un contexto que es el resultado de las tradiciones que los varios grupos étnicos que conviven en la región han desarrollado a través de los años, formas que, en general, se presentan como expresiones de un arte mestizo, sincrético, que a menudo desobedece los paradigmas occidentales, y que, asumiendo sus diferencias históricas y culturales, elabora imágenes alternativas que recusan los modelos metropolitanos.
Aunque hermanos, hay grandes diferencias en cuanto al enfoque temático y formal en el trabajo de uno y otro artista, como se puede ver en la exposición Aquí estamos, presentada en Km 0.2. En el caso de Ángel Poyón, “existe una insistencia en mantener una visión relacionada claramente con la cosmovisión maya ancestral y en hacer uso de formas relacionadas con las culturas populares guatemaltecas”, escribe Francisco Najera en un texto para la muestra. La obra de Ángel Poyón, entonces, “obliga a tomar conciencia de otras maneras de percibir y de expresar el mundo, ajenas a los conceptos occidentales que, en general, consideramos únicos y absolutos”.
Por otro lado, su apropiación de imágenes empleadas por las compañías nacionales e internacionales en las campañas publicitarias que fomentan el consumo de sus productos, y que muchas veces llegan a convertirse en formas de arte popular, muestra su conciencia del aspecto político que estas representaciones poseen. Otros trabajos, en tanto, expresan en forma directa la resistencia civil y la lucha de los pueblos maya por sus derechos civiles, luchas relacionadas con las de otros pueblos colonizados en distintas regiones del planeta.
Fernando Poyón, por su lado, tiende a enfatizar la relación de su comunidad con el mundo occidental, comentando de este modo acerca del tipo de relaciones que se dan entre nuestros pueblos y el mundo global. Así, Nuevas formas de verse, nuevas formas de organizarse [2017] muestra un mapa transformado en un rompecabezas al que le faltan muchas piezas y en el que las implicaciones políticas “mundo global’, “norte/sur” y “países occidentales y no occidentales” quedan anuladas. Otras piezas del artista hacen referencia a los deseos de los guatemaltecos más pobres, para quienes el sueño de la inmigración es la única posibilidad que tienen para salir de una pobreza que resulta de las múltiples formas de injusticia social enraizadas, no sólo en nuestro continente, sino en todo el mundo.
“Como afirma Ticio Escobar, el que lo estético posea un sentido social no significa una ausencia de forma, ya que cuando lo estético funciona socialmente, es la forma lo que permite que el aspecto social de las piezas adquiera un sentido no sólo específico sino de mayor intensidad. Es de esta manera que las obras de arte logran establecer un diálogo, no sólo con su entorno histórico-cultural, sino con las culturas e historias del resto del planeta; diálogo que relaciona las formas simbólicas de comunidades locales con las de las comunidades ajenas a su entorno”, según Najera.
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