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ROLANDO HERNÁNDEZ: “LA BASURA SERÁ PARTE DE LA ARQUEOLOGÍA DEL SIGLO XXI”

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El artista mexicano Rolando Hernández es un experimentador sonoro. Y también un pepenador. Clasifica y separa la basura pero no para vender sus partes reciclables ni transformarla, sino para observarla. Vive al lado de una planta procesadora de basura en Santa Rosa Xochiac en el la Ciudad de México. En el 2013 comenzó un proyecto que consiste en salir a recolectar desechos y llevar un diario de pepenador donde apunta cada hallazgo, cada ruta. Lo que le sucede día a día en la deriva por la ciudad. “Tomo la basura como elemento, pues es algo que trasciende clases, géneros y es generada por todas las distintas comunidades que compartimos espacios en común”, explica.

Llegó en junio pasado a Valparaíso seleccionado por Tsonami Arte Sonoro para realizar una residencia de poco más de un mes en Casaplan, tiempo en el que investigó, clasificó y analizó la basura que él mismo recolectó para crear obras enfocadas en la visibilización de la producción de deshechos de consumo a través del arte. Basuraleza Muerta (Viva) es un laboratorio abierto de creación y obra en simultáneo. “Siempre me ha dado gusto ver esas enormes bolsas volando por el aire. De ahí viene el nombre del proyecto: la basura está muerta porque es un objeto inerte, pero tiene una vida que se la damos con el uso, o el mismo viento que la desplaza. Vive con estas lógicas económicas que están detrás de los desechos”, dice.

Tiene 24 años y es reconocido en la escena del arte sonoro de su país. “Comencé tocando el piano a los tres años y a los seis comencé con la guitarra clásica hasta los 19. A los 16 comencé a hacer música experimental y a partir de ahí hubo muchos encuentros fortuitos que me llevaron a dejar de tocar un instrumento y a dejar de llamar música a lo que hacía. Mi formación ha estado más del lado de la teoría crítica, de la filosofía, de la antropología, del arte contemporáneo, del arte sonoro como forma de pensamiento. A nivel personal, me interesa pepenar”.

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Alejandra Delgado: Cuándo sales a recolectar, ¿en qué te fijas?

Rolando Hernández: Depende del día. Hay días en los que aunque suene raro, no encuentro nada. Está tan mezclada la basura orgánica con la inorgánica que no puedo tomar algo. Lo que he estado encontrando son más objetos: artículos electrónicos, objetos de metal, lámparas y mucho mucho cartón. La gente viene a la exposición y se enoja porque la encuentra rara, pero lo que ellos no saben es que esto (indica con el dedo todo su arsenal de pepenador que está instalado en la galería de Casaplan) se mueve, es mi instrumento para recolectar la basura. He usado la misma ropa todos los días, salgo a caminar y la vuelvo a dejar ahí (es parte de la exposición). Además, voy pesando la basura para tener un registro de cuánto recojo semanalmente.

AD: ¿Vives cerca de un vertedero?

RH: Sí, casi desde siempre, así que ir por ejemplo hacia el metro me hace forzosamente pasar por la procesadora y puedo ver no solamente esta infraestructura hecha por el Estado, sino que también las muchas personas que se dedican a pasar una o dos horas antes de los camiones para poder clasificar la basura y venderla. Todas estas lógicas económicas que existen detrás siempre me han interesado aunque no están visibles en este proyecto. Para mí la basura siempre ha tenido una carga estética fuerte.

AD: ¿Qué cambios has visto en el relacionamiento con los desechos?

RH: Hay una aceleración en el uso, pero también en la vida diaria. La utilización del plástico está relacionada con que nosotros queramos cargar más cosas de las que podemos llevar en las manos. O porque vamos más rápido y es más fácil ponerlo todo en una bolsa que comerlo en algún lugar. En México hay gente que recoge basura como un medio de vida, pero también está la parte oscura, de gente que se hace millonaria con ella, que maneja la basura de manera tan capitalista que les conviene que haya mucha. Yo lo que he estado haciendo es mapear todos los recorridos que hago…

AD: Llevas un diario…

RH: Sí, un diario de un pepenador que es como le dicen en México a alguien que le da un valor a algo que ya está usado. Esta exposición ha tenido más que ver con la exhibición del proceso más que de la obra. Es exhibir todo lo que estoy viviendo, lo que veo en las calles, lo que siento, lo que hago después. Todo.

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LA NUEVA NATURALEZA

En el enorme subterráneo de la antigua casona donde funciona Casaplan, una larga sábana de papel exhibe números en gran tamaño pintados a mano por el artista con témpera negra. “Son estadísticas de muertes atribuidas al medio ambiente según la OMS del año 2016. Y cada cifra es un país, de Afganistán hasta Zimbabwe”, explica Ronaldo.

AD: Es muy difícil encontrarte en la web ¿Te escondes?

RH: Sí totalmente, todo el tiempo.

AD: ¿Por qué te gusta eso?

RH: Me gusta la ambigüedad, en mi trabajo y también siento que mi persona nunca ha estado separada de lo que hago. Entonces, la personalidad fuera de lo personal -aunque suene tautológico- me parece interesante cultivarla con la ambigüedad.

AD: No siempre usaste la basura como materia de tu arte ¿Con qué otros elementos trabajaste?

RH: No siempre he trabajado con la basura, pero sí con lo residual y con la desaparición. Por ejemplo, tengo una obra en la que después de un sueño que tuve rompí un discman que tenía en la casa y lo empecé a utilizar como instrumento acústico. Ahí está la reutilización de un material obsoleto para el siglo XXI. Todo mi trabajo es con muchas bolsas de plástico, con aluminio, por lo que tampoco es que me sea ajeno este proyecto. Muchas veces lo que hago es llegar a un lugar y trabajar con lo que está en ese espacio, como pueden ser maderas o sillas o cualquier otro tipo de material que me interese en ese momento. Entonces sí está esta lógica de ver otros tipos de funcionalidades. Escribo para una revista y también trabajo en un archivo haciendo investigación, catalogando una serie de documentos que estuvieron perdidos 23 años y que en algún momento estuvieron ahí sin ninguna función. Cosas que al final son residuales, residuos que están en un museo y que de pronto se retoman para darle una función histórica, social, historiográfica. Ese aspecto siempre ha estado ahí como línea en mi trabajo.

AD: ¿La basura es más que desecho?

RH: Yo lo diría al revés, el desecho es más que basura. La basura es aquello que ya no tiene ninguna funcionalidad y el desecho es una función en potencia. La basura puede llegar a ser un documento en un futuro. En algún momento habrá arqueólogos que nos van a descubrir y nos van a ver, cuando ya no estemos, a partir de lo que se degrada tardíamente, como son las bolsas de plástico, los corchos, las latas. Esas van a ser las nuevas vasijas de barro, las nuevas máscaras. Todo eso será parte de la arqueología del siglo XXI.

AD: Algunos científicos dicen que ya estamos en la era del Antropoceno…

RH: Sí, la basura se está convirtiendo en nuestra nueva naturaleza, “basuraleza” muerta viva.

AD: Como el cuadro de Dalí ¿Por qué basuraleza?

RH: Es basuraleza porque lo natural también ha sido una invención humana. Lo natural es aquello que filosóficamente hablando, el humano dice que no es lo que él hace, sin embargo, debe estar el humano para enunciarlo de esa manera.

AD: ¿Naturalizaste la basura?

RH: Claro, pero quién no, con tanta naturalidad también tiramos la basura.

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AD: ¿Qué te ha parecido dentro de la lógica de tu trabajo la deriva por la ciudad?

RH: Yo estoy acostumbrado a caminar mucho, camino varias horas por el gusto de caminar. Estoy llegando a un punto en que la demanda del trabajo es tanta que no sé si la retribución es suficiente a nivel de salud. Digo esto porque también estoy intentando utilizar lo que hago, el caminar y escribir, como parte de mi trabajo. Siento que los artistas somos los esclavos perfectos, tenemos una calidad laboral trágica. No hay nada que pueda servir como seguro social, no hay necesidades básicas aseguradas y hasta a veces trabajamos gratis. Y hay gente que se aprovecha de eso, haciendo pagar a los artistas por exponer, con lógicas del neoliberalismo. Creo que ya no estoy dispuesto a trabajar bajo esas lógicas y este proyecto es el primero en el que adopto una posición ante el trabajo. Si bien lo que estoy haciendo no suena (literalmente), no significa que no esté insertado dentro de la historia del arte sonoro. El arte conceptual es parte del arte sonoro, es un poco pelear por retomar estas líneas historiográficas como alguien que hace sonido como yo, pero que se dedica a la recolección para hacer una instalación sonora. El hecho de recolectar tiene que ver con la historia del performance… no creo que me interese mucho que suene sino que re-suene; utilizar estos elementos independientes del sonido como la resonancia o como es el volúmen o la intensidad para trabajarlos como conceptos solamente. La resonancia cobra un significado ambiguo. Entramos de nuevo a mi proceso de trabajo, el proceso mismo de la palabra dentro del campo semántico.

AD: Claro, tu trabajo contiene algo que suena al oído, pero que también hace sentido, es decir, resuena…

RH: Sí. Mi trabajo siempre ha tenido esa parte crítica de mi parte y de parte de los que me critican que dicen ya no hago sonido, sino que llego e instalo cosas. Pero lo que la gente olvida es que esos objetos tienen que sonar en algún momento, aunque estén o no estén ahí. Puede que se caigan o que el viento sople una línea de bolsas que estoy haciendo. Estoy trabajando mucho con tiras de aluminio que guardo y las voy extendiendo. Todo eso tiene un sonido por sí mismo. Es llevarlo un poco a otro lado, que es que el mundo está todo el rato sonando, es un hecho, por qué dejarlo, por qué hacer cosas que suenan, para qué hacerlas sonar yo si el material en algún momento tendrá un sonido.

AD: ¿Y eso te lo critican?

RH: Sí, totalmente. Lo critican mis colegas sonoros y toda la gente del sonido en México. Es una posición política esto de ser un bicho raro. Me gusta esta cosa críptica de mi trabajo. Soy crítico y burlón de estas prácticas sonoras.

AD: En el fondo, lo cuestionas…

RH: Y me cuestiono a mí mismo también.

AD: ¿Por eso no defines tu arte?

RH: Claro, porque no es una forma de hacer, sino de ser y de pensar.

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Alejandra Delgado Flores

Directora de La Juguera Magazine. Periodista por la Universidad de Chile. Desde 2003 ha colaborado en diversos medios de comunicación como The Clinic, Revista Rocinante, El Periodista, La Nación, Radio Tierra, y Radio Valentín Letelier de la Universidad de Valparaíso. En 2009 formó la agencia de difusión de proyectos culturales Medium Comunicaciones. Ha dictado clases de periodismo y edición en Balmaceda Arte Joven, y en Teatro de la Universidad de Valparaíso, entre otros espacios.

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