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Mapuche.el Trabajo de Ritual Inhabitual

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La exposición Mapuche, Voyage en Terre Lafkenche (Mapuche, Viaje en Tierra Lafkenche), que se presentó hasta el 23 de abril en el Musée de L’Homme de París, es el fruto de una inédita colaboración entre el colectivo Ritual Inhabitual -conformado por Florencia Grisanti y Tito González García, ambos artistas chilenos residentes en París- y los investigadores del departamento Hombres, Naturalezas, Sociedades del Museo de Historia Natural de París. Amplificando los límites del espacio expositivo se ha constituido como un proyecto de entrelazamiento entre arte y ciencias, donde diferentes discursos se han cotejado para dar cuenta de la cultura Mapuche. Como todo esfuerzo híbrido, porta en sí la riqueza donde la visión cosmológica, las prácticas rituales, la etnobotánica y la fuerza del testimonio de los relatos se han entretejido a la talla visual de la exposición fotográfica. En honor a ello, se han organizado diferentes encuentros, conferencias y performances, que fueron dando otros cuerpos a los retratos de gran formato de las diversas capas de esta comunidad, donde la cultura chamánica, católica, evangélica y jóvenes mapuches raperos del cono-urbano de Santiago han construido el árbol genealógico de este viaje en Tierra Lafkenche.

Ritual Inhabitual desarrolla con este proyecto un cuestionamiento en oposición a esa suerte de falta de valoración que la sociedad hegemónica porta sobre una de las raíces esenciales de la cultura chilena. Un viaje temporal donde el dispositivo elegido por los artistas, para este fin, es el antiguo procedimiento fotográfico de colodión húmedo. No por azar, la imagen resultante de esta estrategia posee una contigüidad espacial con el retratado y un halo onírico en resonancia con la preponderancia que tiene el ritual y el lenguaje de los sueños en esta cultura.

Mapuche, Voyage en Terre Lafkenche nos resulta más que contingente en su gesto de dar visibilidad al pueblo Mapuche. Pertinencia que se merece en un contexto donde las violencias históricamente ejercidas, de despojo identitario y territorial sobre los pueblos originarios, se reconfiguran en un presente contestatario, que el pueblo Mapuche enarbola, de lucha y reivindicación de los derechos autóctonos a la identidad cultural y territorial perdida.

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Mariella Sola: ¿Cómo nace la idea de crear el colectivo Ritual Inhabitual y cómo se va gestando el proyecto Mapuche, Voyage en Terre Lafkenche?

Florencia Grisanti: El colectivo Ritual Inhabitual nace en el 2013, junto con nuestra relación personal, como una  iniciativa  de ordenar nuestro trabajo colaborativo. Tito es cineasta y artista visual, y yo taxidermista y artista visual. Si bien somos un dúo, la idea del colectivo nos parecía más adaptada a lo que queríamos desarrollar, que era una reflexión en torno al lugar que el ritual tiene en las sociedades modernas, y cómo éste es justamente un tema que atraviesa otras cuestiones que tienen que ver con la cultura y las prácticas espirituales. La idea de colectivo nos permitía también la posibilidad de crear proyectos colaborativos donde podíamos invitar a otras personas a reflexionar sobre estas problemáticas.

Mapuche, Voyage en Terre Lafkenche se gesta de la necesidad de descubrir la cultura Mapuche en nuestro país. Nosotros venimos de una generación, que al igual que otras generaciones poco sabe sobre ella; hay una cierta ignorancia como sociedad respecto a nuestra propia historia, y sobre todo del legado de nuestros pueblos originarios. Siendo la cultura Mapuche una cultura tan viva, tan importante y fundadora en nuestro país, nos parecía relevante y necesario darle un espacio de conocimiento, y partimos de esta idea de develar y descubrir en que consistía la cosmogonía Mapuche.

Hicimos dos viajes, uno en el 2015 y el segundo en el 2016. En el 2015 estuvimos mucho más concentrados en descubrir la cosmogonía Mapuche en el seno de las comunidades del Lago Budi, por eso se llama Voyage en terre Lafkenche. El mundo Mapuche está dividido en subculturas que se definen en relación con sus territorios: los que viven en la cordillera tienen prácticas e incluso conceptos diferentes, palabras muy distintas de áquellos que viven en la costa. Decidimos concentramos en Tierra Lafkenche y, para adentrarnos en la cosmogonía,  estuvimos viviendo con una machi un mes, conocimos a diferentes personas que participaban en los rituales y que podían darnos más luces de la importancia que tenía el ritual, y cómo éste influía en la vida cotidiana y espiritual de los Mapuches. A lo largo del segundo año nos dimos cuenta que esta espiritualidad Mapuche había ido evolucionado, así que también nos entrevistamos con comunidades evangélicas y fuimos al encuentro de monjas católicas; fueron encuentros extremadamente ricos y que nos enseñaron a apreciar el dinamismo presente en su cultura, que si bien está muy fundada en la tradición, tiene una capacidad de evolución y adaptación que es fascinante.

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MS: ¿Me podrían hablar de la línea de trabajo del colectivo Ritual Inhabitual que se pone de relieve en la exposición? ¿Y, de qué manera ésta se ha articulado en el trabajo colaborativo que han llevado a cabo con los investigadores del departamento Hombres, Naturalezas, Sociedades del Museo de Historia Natural?

Tito González: El trabajo de Ritual Inhabitual se centra principalmente en la relación que existe entre el hombre y el medio ambiente. Teníamos mucho interés en usar los procesos científicos en la manera de abordar nuestra reflexión y por primera vez como colectivo colaboramos con una institución de manera directa. Así, se incluyó en el trabajo el departamento Hombres, Naturalezas, Sociedades; ellos decidieron integrar en el proyecto a una etnobotanista, Flora Pennec, para recolectar un herbario con la determinación de los especímenes de la cultura Mapuche en tierra Lafkenche. El trabajo realizado por Pennec posibilitó la documentación de las plantas presentes en el bosque nativo que son utilizadas por las comunidades mapuches del Lago Budi. Un herbario con unas 35 plantas –árboles, arbustos, lianas o herbáceos– que viene a ilustrar no sólo la diversidad existente en la región sino la riqueza de usos asociados a ellas. Este trabajo es de gran importancia, ya que pone en evidencia cómo estas plantas son cada vez son más escasas dada la deforestación del bosque nativo en beneficio de las plantaciones de pino y eucalipto, o por la monocultura.

Nosotros paralelamente a este trabajo usamos un formato de trabajo que es la fotografía, y que no correspondía a ninguno de los procedimientos que habíamos usado hasta ahora. Tomábamos así distancia de nuestros antiguos trabajos, para crear un territorio común y virgen en el cual cada uno aprendía al mismo tiempo.

El museo nos dejó una gran libertad en el formato de presentación, y eso es inédito en el sentido de darle a artistas un espacio abierto. El colectivo se amplió también con la integración de Sergio Valenzuela Escobedo, que participó como curador y trabajó junto a nosotros la museografía.

Mapuche, Voyage en Terre Lafkenche pone en relieve que los intercambios del ser humano con el medio ambiente están al centro de nuestras reflexiones, y que justamente en el caso de la cultura Mapuche esto es bien claro y preponderante, pues la relación con la naturaleza hace parte de la vida cotidiana, donde la dimensión ritual tiene un lugar vital y sagrado.

El Museo del Hombre se abrió nuevamente en el 2015 con una reorientación cuyo objetivo principal era justamente cuestionarse sobre la relación del hombre con el medio ambiente. El departamento de etno-antropología se unió al proyecto, ya que ellos observan el comportamiento humano a través de su relación con las plantas y, en este sentido, nuestro trabajo se integraba naturalmente en la medida de cómo se podía conocer la cultura Mapuche a través del uso que hacen ellos de las plantas.

Para ellos era naturalmente científico este estudio, y para nosotros fue una colaboración que enriqueció nuestra metodología. Fue una dinámica dialéctica en cuanto al modo de abordar el terreno de lo desconocido; los artistas pueden abordarlo más fácilmente, mientras que los científicos difícilmente van a abordar algo que no dominen completamente. Lo realmente fuerte de esta experiencia fue confrontar estas visiones diferentes y complementarias.

MS: La elección de trabajar fotográficamente con el antiguo procedimiento de colodión húmedo no es en nada fortuita, pues tiene un carácter reivindicativo en términos políticos e históricos en los cuales ustedes inscriben su trabajo.

TG: Sí, si por ejemplo vamos al contexto histórico: la Conquista del Desierto, que es la guerra que se hizo en Argentina para recuperar el sur de Buenos Aires hasta la Patagonia, que era un territorio perteneciente a los Mapuches desde un acuerdo firmado con la corona de España, que se lleva a cabo entre 1878 y 1885; la Campaña de Pacificación de la Araucanía, que es su equivalente en Chile de la voluntad del gobierno para recuperar la zona de la Araucanía entre 1861 y 1883; y la batalla de Little Bighorn, el 25 de junio de 1876, famosa batalla del ejército estadounidense contra la Alianza de Cheyennes y de Sioux Lakotas que defendieron sus territorios de la presión por la búsqueda de oro.

Vemos que estamos hablando siempre del mismo periodo globalmente, entre 1860 y 1880, donde se estaban ejerciendo las batallas más violentas entre los estados jóvenes y los pueblos originarios, y que corresponde al auge de la utilización del colodión húmedo, que data de 1851. Entonces, nos parecía interesante hacer coincidir a nivel de época lo que se utilizaría como técnica si en algún momento se hubiese considerado hacer el trabajo de retratar esas culturas y de poner en relieve su importancia. Este trabajo nunca se hizo y nuestra toma de posición política es hacer este trabajo 150 años más tarde como un contrapeso histórico, dado que esta técnica estaba asociada a una fotografía etnográfica, de registro de los pueblos originarios destinados a la extinción en pos de la creación de las nuevas naciones. En  Mapuche, Voyage en Terre Lafkenche el uso de esta técnica en cambio está al servicio de dar valor a la diversidad y la evolución del pueblo Mapuche.

Luego, intentamos contemporaneizar el trabajo incluyendo partes de la comunidad tal vez más alejadas de las tradicionales. En Santiago estuvimos trabajando con jóvenes raperos, estuvimos con comunidades evangélicas y en el claustro de misioneras franciscanas; en general, tratábamos de hacer los retratos en el marco de sus habitaciones para mostrar las construcciones y hacer un quiebre con la imagen tan marcada desde el punto de vista histórico y darle una connotación extensa de recreación de nuevos puntos de vista de una cultura móvil.

MS: Por otra  parte, la imagen resultante de este procedimiento posee un halo onírico y de ritual. ¿Hubo una intención deliberada de resonancia con el lenguaje de los sueños y ritual, tan omnipresente en la cultura Mapuche?

FG: A lo que ha dicho Tito, añadiría que nos dimos cuenta de algo muy importante que sucedía con el colodión húmedo, y que era el error. Trabajar con el error era una manera de evadir la dominación que el fotógrafo puede ejercer sobre el fotografiado. Sobre todo si pensamos en la historia de la fotografía etnográfica, donde el fotografiado era considerado como objeto de estudio, era medido, era descrito científicamente, en términos de género y de raza. Entonces, al utilizar el colodión húmedo con la complejidad que este procedimiento conlleva estamos invitando el error, y esa tercera voluntad se sumó a la voluntad del fotógrafo de fabricar una imagen del fotografiado y a éste de dar una imagen de sí mismo; se superponían tres estratos, donde ese tercer estrato que es el error efectivamente vino a contribuir a dar esta imagen onírica y, como tú dices, entrar en resonancia con el lenguaje del sueño, que es extremadamente importante en la cultura Mapuche. El sueño permite alimentar el tejido social, conecta a las personas, es esencial pues es una forma de lenguaje, de comunicación, y los errores químicos del colodión húmedo son mediadores de esta relación entre el fotógrafo y el fotografiado.

Con respecto al ritual, nos dimos cuenta que este dispositivo fotográfico y su complejidad nos daba una nueva dimensión temporal; a veces pasaban días antes de que pudiéramos llevar a cabo una foto, dando un nuevo soporte a la interacción. Fue la misma técnica y la toma de cada retrato lo que se convirtió en un ritual social. Lo interesante de este dispositivo es que, al ser los tiempos de exposición tan largos, se pierde el control de la propia imagen, dando lugar a esa especie de trance que se deja ver en la fotografía.

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MS: Convocar a las plantas rituales nos lleva a la figura de la Machi, figura arquetípica encarnada en Rosita. ¿Cómo fue el proceso de inclusión de ella en el proyecto?

TG: Nuestro proyecto no se detenía en el trabajo fotográfico: era más importante la transmisión del conocimiento y darle la oportunidad a personas del territorio Mapuche a venir a dar su testimonio. De hecho, Rosita no pudo ser fotografiada. Los machis siempre están acompañados de un asistente que son como un secretario espiritual, y él nos negó la posibilidad de sacar una foto de Rosita. Pero cuando se dio la oportunidad de invitar a algunas personas para que vinieran a hablar sobre el polo de medicina intercultural, sobre el proyecto del Hospital de Puerto Saavedra, decidimos traer a la machi Rosita que es la persona más influyente dentro del funcionamiento del hospital. En tanto figura médica, la machi utiliza diversas plantas para curar las enfermedades o para llevar a cabo rituales de sanación. Actualmente, hay varios hospitales interculturales en el territorio Mapuche en los que cohabitan la medicina Mapuche y la medicina tradicional.

Con la presencia de Rosita, nosotros quisimos destacar su figura de autoridad espiritual. La cultura Mapuche no es una cultura piramidal, no hay forzosamente un jefe que determine las decisiones colectivas. Por ejemplo, si un colectivo encuentra que el acuerdo que fue firmado entre un Lonko y otra institución no está en acuerdo con algunas personas de la comunidad, ese acuerdo no es válido, pero si reconocen una autoridad espiritual, nosotros no tenemos un equivalente en la llamada cultura de herencia occidental.

También a través de Rosita se podía acceder al conocimiento de las plantas y constatamos que sabemos muy poco en Chile de este saber médico tradicional; estamos más volcados hacia culturas chamánicas prehispánicas de la zona amazónica o de México. Sabíamos que a diferencia de éstas, no había un uso de plantas psicotrópicas, pero por ejemplo cuando se hace el Ngillatún cada persona debe llevar una planta en la mano, una rama de canelo o de maqui,  toda la gente lo debe ir moviendo y sirve como un instrumento, y es éste sonido el que propicia un trance colectivo.

La machi era la puerta de un conocimiento entre el ser humano y el ambiente, y su relación con las plantas. En palabras de Rosita: “Nosotros venimos de la tierra, de la montaña, del universo. Es esta relación con el espíritu de las cosas lo que es importante para nosotros. Las plantas que tienen un espíritu y un poder para salvar los enfermos no tienen la misma fuerza cuando éstas están plantadas en un huerto que cuando ellas vienen de las colinas o montañas. Pero cuando osamos rebelarnos contra esto, somos tratados como terroristas”.

MS: Los textos testimoniales que acompañan las fotos impactan por su fuerza y le dan forzosamente una nueva dimensión a la imagen fotográfica. ¿Cómo fue este proceso? ¿Se va a hacer una edición de ellos?

FG: Esa decisión vino naturalmente cuando nos dimos cuenta de que no queríamos bajo ninguna circunstancia hacer una exposición histórica sobre la cultura Mapuche, o dar lecciones definitorias sobre ella, pues ésta puede ser definida de varias maneras; hay varios procesos históricos que la atraviesan, y de ahí surge la necesidad de que sean los propios Mapuches los que hablen de su propia cultura. Ahí la exposición cobra un valor contemporáneo, es una decisión arriesgada de hacer una exposición sin contenido científico en un museo de ciencias, y el Museo del Hombre fue bastante abierto en dejarnos la opción de entregar contenidos más subjetivos.

Los testimonios no son ilustrativos. En la museografía quisimos hacer prevaler la interacción, una superposición de relatos con retratos y con imágenes de plantas; puede encontrarse su sentido cronológico y cómo las plantas van sosteniendo este árbol genealógico de personas que fuimos conociendo a lo largo de este viaje. Los textos testimoniales vienen a complementar y a contar cuál fue la naturaleza de estos encuentros, y sobre todo de la voluntad de darle la palabra a quienes tienen el poder de contar esta historia, que son los propios Mapuches. Los textos surgieron de un tejido múltiple, digamos, producto de la arqueología de este viaje, que son algunos audios de los films que hizo Tito, de audios Whatsapp, de notas que hice, relatos, sueños, etc.

En cuanto a la edición, estamos en este momento en conversaciones con un editor de fotografía en Francia, con la idea de hacer una edición que pueda acompañar la itinerancia de este proyecto en Chile, probablemente en 2018. Pretendemos que ese libro no sólo sea un libro de fotografía, sino un espacio de reflexión como lo fue la exposición en Francia, un espacio vivo alimentado por los eventos que organizamos todos los meses y por la participación de los Mapuches que vinieron a París, como la machi Rosita y los raperos. La idea de este libro es que haga honor a la naturaleza de la exposición, como una suerte de ágora donde se le dé voz a todas la problemáticas, pero sobretodo que el tema de las plantas tenga rol de espina dorsal. Para nosotros es fundamental darle visibilidad al problema de la desaparicion de las plantas endémicas, a la reducción de sus hábitats debido a la deforestación excesiva y las malas políticas medioambientales. Si esas plantas desaparecen, la cultura Mapuche y su tradicion medicinal y espirtual están en riesgo, pero este patrimonio natural también desaparecería para los chilenos, y eso es algo que nos incumbe a todos.

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Mariella Sola

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