UN ESPECTRO SE CIERNE SOBRE BERLÍN, EL ESPECTRO DE LA PROVOCACIÓN ESTÉTICA: PAUL MCCARTHY
El comienzo del otoño en la capital alemana se vio acompañado por una brisa áspera emanada del gesto estético de la provocación: el artista estadounidense Paul McCarthy (Salt Lake City, 1945), famoso por la radicalidad de su trabajo, inauguró la estación con dos muestras que ejemplarmente consuman su absoluta inhibición de todo tabú e idealidad. Su presencia en la escena global del arte contemporáneo le ha permitido convertirse no solo en uno de los artistas más destacados de su generación, sino también en uno de los más polémicos. Su obra recurre a varios formatos de producción, como video, fotografía, pintura, escultura, instalaciones, acciones y performances. Formatos cuya heterogeneidad se unifica en la razón estética que les posibilita: la tensión entre los imaginarios de la cultura popular y las profundidades más mórbidas de la sociedad. Consecuentemente, los dominios de las pulsiones humanas, la sexualidad, el desenfreno, la violencia, así como la cultura, el espectáculo y la política, encuentran acogida en el sistema de coordenadas de McCarthy, cuyo lenguaje no oculta un deleite en la porosa morbidez del cuerpo, en la licuefacción de su materia.
El paso de McCarthy por Berlín fue singular en varios sentidos. Por un lado, presentó por primera vez una video-instalación como función regular en el programa de Volksbühne Berlin, uno de los teatros mejor reputados de la ciudad. Por otro lado, escenificó su propia inanimidad en uno de los espacios independientes más exigentes de la escena artística local: el Schinkel Pavillon.
Su trabajo para la Volksbühne, Rebel Dabble Babble Berlin, es una obra desarrollada en compañía de su hijo Damon. Se trata de una video-instalación multicanal inmersa en un dispendioso escenario cuyo centro representa un bungalow del Hotel Chateau Marmot en West Hollywood, locación en la que el director de cine Nick Ray, junto a los actores James Dean, Natalie Wood y Sal Minero, condujeron los preparativos para la realización de la película Rebel without a Cause (1955), y que según la leyenda popular fue escenario de opíparos contactos sexuales entre los mismos. La secuencias proyectadas recrean los rumores. Escenifican, a través de un lenguaje performativo escueto, libre de todo tabú, idealización o dramaturgia, un repertorio de situaciones con contenidos sexuales explícitos, impregnadas de emocionalidad, desenfreno, subyugación y violencia.
La video-instalación en la Volksbühne es la adaptación in situ de Rebel Dabble Babble, un trabajo desarrollado por McCarthy unos años atrás, presentado por primera vez en la escena artística de Los Ángeles y Nueva York en 2012 y 2013. Más allá de la inmediatez de las acciones y las insaciables pulsiones que les animan, la obra, desligada de todo compromiso, explora las profundidades más turbias de la industria del cine y el espectáculo resaltando no solo un lado oscuro de la sociedad, sino también las tensiones, dependencias, polaridades y estructuras de poder entre los géneros. Por otro lado, el trabajo proclama su referencialidad estética a través de citaciones de artistas como Vito Acconci, Bruce Nauman y Chris Burden, así como a través de su deleite sensorial por los fluidos y las licuefacciones del cuerpo.
Contraparte de Rebel Dabble Babble Berlin es la muestra colateral de McCarthy en el Schinkel Pavillon. Una exposición que, sin contravenir los propósitos conceptuales del artista, difiere en forma, formato y temática de su inmersión teatral. Centro de la exposición es el cuerpo humano encarnado en una replica sintética del artista: Horizontal (2012). Se trata de una obra hiperrealista de tamaño natural que representa con precisión absoluta los rasgos exteriores del cuerpo de McCarthy, la textura y porosidad de su piel, su pigmentación y vellosidad, su fisionomía y estructura muscular. El trabajo representa al artista en su edad madura dispuesto en decúbito dorsal sobre una mesa cuya simplicidad y llaneza acentúan la inercia del cuerpo, sugiriendo en su conjunto un estado post mortem. La verosimilitud abrumadora del cuerpo junto con la quietud absoluta de su disposición en el centro de la sala de exposición recrudecen el papel del espectador, convirtiéndole en observador de un espectáculo mórbido, en voyeur. Sin embargo, tan pronto se constata la artificialidad del evento –la cual McCarthy pone deliberadamente en evidencia al presentar en el mismo espacio el molde inerte de la escultura– la instalación muta en simulacro, en trompe-l’œil. La tensión desplegada por la obra entre realidad y representación, cuerpo e imagen, ente y entidad, se postula cual directriz programática en la video-instalación That Girl T.G. Drawing Table – Drawing (2011-2013), la cual documenta el proceso de realización de un ejemplar de la serie Life-Cast a la que pertenece Horizontal.
A pesar de las diferencias obvias de las dos muestras su flujo procede de la misma fuente. Desde los comienzos de su carrera, McCarthy aborda el cuerpo como condición fundamental de todo proceso humano, sea cultura, política, o sociedad. En este sentido, el cuerpo deviene instrumento para la construcción de imaginarios y motivos. En la visión del artista, sin embargo, tal construcción no es una afirmación de sentido, sino, por el contrario, un despliegue insaciable de subjetividad. Su obra es un cuestionamiento permanente de la autoridad expresa en las certidumbres que la sociedad occidental ha construido en su historia. Se trata por consiguiente de una trivialización de valores y dogmas, una derogación de paradigmas y nociones de identidad, cultura, poder, o verdad. Sin demérito de su contundencia, este acento crítico articula su mensaje tras la seductora inmediatez de la provocación la cual, entendiblemente, pierde toda acritud en el mismo instante en que una sociedad desarrolla su tolerancia estética. Tras el ingreso de McCarthy en los círculos selectos de la historia del arte contemporáneo y la sucesiva acomodación en el nicho artístico que su trabajo ha conseguido reclamar, no sorprende que la acogida de su obra por parte de un público habituado a la provocación estética tienda a ser mesurada: “Business as usual”, “manierismo”, “repetición”. No obstante, la reducción de los efectos de un lenguaje no es indicio de minucia. Tras el velo de la provocación –cuya definición es siempre cultural– subyace en la obra de McCarthy la densidad de una propuesta que erige su legitimidad como nihilismo y parodia en función de la autonomía del arte.
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