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El Poder Oculto de lo Invisible

¿crees que puedan ver otra cosa, 
de sí mismos y de los que están a su lado, 
que las sombras que el fuego proyecta 
enfrente de ellos en el fondo de la caverna?

Platón, La República, VII

No hay posibilidad de entender lo invisible fuera de lo visible. Si hoy en día el poder de la imagen parece agotarse en el momento único de la vista, en su επιφάνεια (manifestación) inmediata -hasta el punto que todo lo que se puede ver asume el estatuto ontológico de realidad-, Platón tenía claro que lo visible es una parte reducida de la cosa en sí y que la esencia de la imagen no se resuelve en el simple fenómeno observable en un momento específico.

Esta postura dualística entre fenómeno (lo visible) y noúmeno (la esencia invisible) nutrió una de las más antiguas e irresueltas diatribas de la historia de la filosofía: ¿Qué es más real entre lo que se puede observar a simple vista y que por su naturaleza mutante y expuesta cambia por el transcurso del tiempo, como las imágenes, y lo que es invisible e intangible, la esencia de las cosas, las cosas en sí mismas, lo que podríamos definir hoy como matriz, que eluden el tiempo?. Quizás hay que pensar lo visible en una relación holística y dinámica con lo no-visible para entender cómo ninguna de estas posturas se puedan considerar certeras.

Uno de los híbridos mas conocidos de la historia de la literatura al borde entre lo visible y lo invisible son los vampiros, seres infrahumanos que tenían la característica de no reflectar su sombra en los espejos y de no poder ser fotografiados ni filmados. Bram Stoker en su Drácula observa cómo esta invisibilidad no reflectante sea la prueba de una falta de alma y por ende del mal. Todo lo que no puede crear un imagen de sí es falso y malvado. Este legado que parece insertarse perfectamente en la actualidad, donde la imagen es prueba de lo real sin importar su proceso, abre a otra reflexión sobre el poder de la vista y de la imagen como herramienta de control versus el poder oculto, escondido y por eso dudado, que se ejerce desde la invisibilidad.

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Vista de la exposición "Lo invisible", de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Foucault en su libro Vigilar y Castigar (Surveiller et punir: Naissance de la Prison) del 1975 escribía cómo el ser visto, expuesto, era una herramienta esencial de control social y político. Su idea de Panóptico como modelo de la sociedad post-moderna proviene del dispositivo carcelario de finales del siglo XVIII ideado por Jeremy Bentham e inspirada por los planos de fábricas enfocados en una vigilancia y una coordinación eficaz de los obreros. En este modelo arquitectónico de eficacia económica los vigilantes no podrían ser observados, trabajaban desde la invisibilidad y esto permitía que finalmente abandonaran la vigilancia durante su servicio y que los prisioneros, sabiéndose controlados, incorporaran dentro de sí el «sentimiento de omnisciencia invisible» “introyectando” así el mismo dispositivo represivo. A cada imagen, relato histórico y fenómeno visible corresponde su negativo entendido como proceso constitutivo oculto que concurre activamente a plasmar la realidad.

Antoine de Saint-Exupéry escribía en su libro de culto Le Petit Prince que “lo esencial es invisible a los ojos” y esta afirmación, que puede parecer algo naif por apelar a los sentimientos como último y certero sentido e incluso un oxímoron en nuestra época signada por la dictadura de las imágenes, sugiere cómo desde la invisibilidad (esencial) se conforma la realidad en su sentido último que se puede “experienciar” de forma más inmediata a través de los ojos, en una proporción donde lo que se percibe es algo casi prescindible y secundario.

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Si durante el Big Bang fue primero la luz con sus fotones libres a mandarnos informaciones lejanas sobre el universo, son la gravedad, la energía y la masa obscura las que mantienen el equilibrio y las que permitieron el comienzo de la vida sumando el 96% de las fuerzas respecto al 0,4% correspondiente a la luz de las estrellas. Es la tecnología militar secreta de las ondas radios, lo Sonar y los radares lo que nos permite comunicarnos por redes a través de internet. Son los planes secretos pensados durante la Guerra Fría, el trabajo de espionaje, las cumbres políticas a puertas cerradas, las que signaron y siguen actuando en la constitución del relato histórico por como aparece en su imagen periodística. Es el proceso químico y oculto del relevar, la cámara obscura, que determina lo fotográfico como imagen y que a través del negativo crea el fenómeno de lo fantasmagórico como una imagen siempre en potencia, atrapada en la invisibilidad.

El trabajo de Rosell Meseguer se interroga sobre estos hilos escondidos, tramas sutiles pero consistentes que no aparecen a la vista y que transforman de forma constante la realidad en su relato histórico. En esta exhibición se cuestiona la esencia de las cosas obligándonos a replantear su apariencia superficial, inmediata, simple, buscando por sustracción de infiltrar en nuestro imaginario visual la existencia concreta de lo invisible y su poder constitutivo, materializando la unidad indisoluble entre estos elementos opuestos. Complementar y en definitiva mostrar, cómo desde la oscuridad, desde la invisibilidad, lo secreto y lo misterioso, las imágenes y todos los fenómenos tangibles pueden manifestarse y asumirse en su existencia.

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Vista de la exposición «Lo invisible», de Rosell Meseguer, en La Fragua. Tabacalera, Madrid, 2015. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte

Rosell Meseguer: Lo invisible

La Fragua. Tabacalera, Madrid

Hasta el 17 de enero de 2016

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