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A 10 AÑOS DE DIE ECKE. CONVERSACIÓN CON PAUL BIRKE

Entre marzo y abril pasados, Die Ecke Arte Contemporáneo celebró su décimo aniversario con la reposición de la muestra con la que comenzaba formalmente su calendario expositivo en 2005, una colectiva que reunía el trabajo de los artistas chilenos Rodrigo Canala, Juan Céspedes, Livia Marín, Sebastián Mahaluf, Marcela Moraga, Iván Navarro, Cristóbal Palma y Johanna Unzueta.

Planteada como un ejercicio de recuerdo inmediato -«el acto de retroceder una cuadra»-, la exposición, La Misma, fue la excusa perfecta para sentarme a repasar con su director, el arquitecto Paul Birke, no sólo el recorrido de su galería, una de las más consistentes en Santiago en cuanto a línea, misión y programa expositivo, sino para releer las obras y el trabajo de los artistas que representa, diez años después.

Uno de los representantes más activos de la escena local, Paul Birke nos ofrece aquí su visión como galerista y promotor del arte, particularmente como presidente de la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de Chile (AGAC) y las gestiones que están realizando para que el arte, como el salmón, el cine o el aceite de oliva made in Chile, obtenga la Marca Sectorial. 

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Paul Birke por Jesús Monteagudo

Alejandra Villasmil: La Misma es «la misma» exposición con la que Die Ecke abrió sus puertas hace diez años. Me gustaría comenzar por hablar de esta muestra y su carácter celebratorio, sobre su conceptualización, que se me hace próxima al ejercicio curatorial de la exposición Grado Cero, curada por Jacopo Cravelli Visconti, en la que también participaste, en el sentido de que se plantea como una relectura y rescate de obras de la historia reciente del arte contemporáneo chileno, de cómo el tiempo ha pasado por ellas, y por sus creadores…

Paul Birke: Efectivamente las dos exposiciones nacen de la misma idea, la diferencia es que una está vinculada a una generación de artistas y la otra al inicio del programa expositivo de una galería. Para ambos casos la obra de arte es la escogida para reflexionar sobre el tiempo. En el caso de la galería, quisimos celebrar una década de trabajo con la misma exposición con la cual comenzamos, en el fondo cerrar un ciclo, un círculo, volviendo al origen. De este modo, nos volvemos a comprometer con el lenguaje escogido para iniciar el camino debido a que estamos seguros de que es el correcto.

A partir de ahí queremos detectar qué cambia durante este tiempo y nos hemos realizado algunas preguntas para poder descubrirlo: ¿Qué cambia en una obra en 10 años? ¿Sigue siendo contemporánea? ¿Vale lo mismo una obra?

Creemos que facilita mucho el hecho de tener la misma exposición frente a nuestros ojos para poder responder estas preguntas. Y aquí comienza lo interesante: ¿Por qué la muestra es distinta si son las mismas obras? Para los que la pudimos visitar hace 10 años hoy nos parece incluso más contemporánea que antes. ¿Qué es lo que hay entremedio, qué es lo que se ha acumulado? ¿Pueden las obras madurar siendo que no son entes orgánicos? ¡Somos nosotros los que hemos cambiado entonces! Esta lectura es posible hacerla debido a que el ejercicio está vinculado al recuerdo cercano, al revisitar, al -como lo explicábamos en nuestro comunicado- acto de retroceder una cuadra. Creemos que no es un ejercicio para la memoria… diez años es muy poco para ello.

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Vista de la exposición colectiva que inauguró la programación de Die Ecke, en 2005, con obras de Rodrigo Canala, Juan Céspedes, Livia Marín, Sebastián Mahaluf, Marcela Moraga, Iván Navarro, Cristóbal Palma y Johanna Unzueta. Cortesía de la galería

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Vista de la exposición «La misma», en Die Ecke Arte Contemporáneo, marzo-abril, 2015. Foto: Jesús Monteagudo

A.V: Pareciera que entonces nos quedamos con más preguntas que respuestas, y eso es algo deseable en una exhibición: que estimule una reflexión en lugar de proponer -o incluso imponer- discursos cerrados. Pero me gustaría insistir en algunas de esas preguntas que quedan en el aire. En particular, cómo han ido cambiando esos artistas a lo largo de estos diez años si, como bien dices, con el tiempo quienes cambiamos somos nosotros, más que las obras en sí mismas.

P.B: Lo que pasa es que cada artista ha cambiado según la dirección que le ha tocado avanzar y en ese camino el artista ha generado una fricción con la vida y esa fricción genera energía, y esa energía es absorbida por la obra o más bien por nosotros, que a su vez la proyectamos en la obra, y es por eso que siendo la misma obra después de diez años no es la misma obra… no se si se entiende la metáfora.

Esto que te describo es lo que le pasa al espectador que participa de la escena local; esto mismo se sintió en Grado Cero pero de manera amplificada. Es increíble pero las obras maduran con el tiempo y algunas resultan tan agradables como un buen vino.

A.V: Y como el buen vino, se revalorizan también a nivel comercial. A tu modo de ver, ¿cómo estas obras –y, más allá, cualquier obra de arte- adquieren un valor de mercado?

P.B: La obra nace con un valor y ese valor puede aumentar o disminuir dependiendo de las circunstancias. Ejemplos hay muchos. Ahora bien, cuando la obra adquiere un valor de mercado es porque entró en el juego de la oferta y la demanda, y ese paso se da cuando comienza el interés del público por el trabajo del artista autor de la obra.

En el caso tradicional, a mayor demanda menor oferta, y eso se traduce en un mayor precio. Lo explico cuando la obra de un artista comienza a ser apreciada por los coleccionistas; puede que ésta se acabe rápidamente debido a que si el artista trabaja solo, las obras las hace con sus manos y el día sólo tiene 24 horas, pues su capacidad de producir tiene un límite. Un ejemplo -y si mal no recuerdo-, según Leo Castelli Jasper Jones pintaba 12 cuadros al año y no había más. Para organizar la demanda, el galerista inventó su famosa lista de espera para las obras. Claramente, esta situación hace que el valor de mercado adquirido por una obra aumente debido a escasez. En este sentido, el arte no se diferencia de cualquier otro producto que se comercie en el mundo.

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Vista de la exposición colectiva que inauguró la programación de Die Ecke, en 2005, con obras de Rodrigo Canala, Juan Céspedes, Livia Marín, Sebastián Mahaluf, Marcela Moraga, Iván Navarro, Cristóbal Palma y Johanna Unzueta. Cortesía de la galería

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Vista de la exposición «La misma», en Die Ecke Arte Contemporáneo, marzo-abril, 2015. Foto: Jesús Monteagudo

A.V:¿Cómo funciona todo esto en Chile, digamos, a nivel de galerías pero también en las ferias, cuando has participado en Ch.ACO por ejemplo? ¿Nos puedes contar de tu experiencia?

P.B: Bueno, esto que ocurre y que te comento pasa en todas partes, es la esencia del mercado del arte, en Ch.ACO, en Art Lima, en ARCO… y lo viven las galerías. La diferencia con otros mercados es que el nuestro se está construyendo, por lo cual es menos intenso y por ende más lento, pero la esencia es la misma, no cambia. Hoy conseguir un Mario Carreño debe costar un ojo de la cara, pero te aseguro que hace 10 o 20 años atrás no era así.

A.V: Hablando ya más en relación con tus intereses como galerista. ¿Sobre qué afinidades te basas para seleccionar a tus artistas? ¿Qué es lo que buscas en un artista? 

P.B: En estos 10 años me he dado cuenta que conocer al ser humano es muy importante antes de comenzar una relación de trabajo, identificar el tipo de persona que hay detrás es el paso previo antes de descubrir las afinidades en común, y esto te lo digo debido a que el riesgo es alto, ya que al principio el 80% de lo que se invierte en la relación es tiempo, el cual hay que cuidar, ya que es poco.

Las afinidades que busco no son muchas y creo que podría sintetizarlas en tres fundamentalmente: que la persona me entregue confianza, que sea profundo y que sea profesional… todo esto dando por hecho que estoy frente a un artista. Y lo que busco en un artista, básicamente lo que me interesa de ellos, es conocer sus proyectos porque creo que ahí está el secreto de lo importante. En estos 10 años me he ido interesando más en el proyecto que en la obra; la obra la veo como el resultado de la o las ideas que están en el proyecto, y lo que me está pasando es que prefiero escuchar a ver. Me imagino que esto debe ser más común de lo que yo creo, pero lo estoy experimentando empíricamente, lo cual me tiene muy estimulado. Me han enseñado que de un proyecto pueden salir una o muchas obras, y que un proyecto se puede cerrar o te puede acompañar toda la vida abierto.

En términos generales no veo mayor diferencia entre el trabajo de un artista local o uno extranjero; pienso que el ser profesional se ha globalizado a raíz de la sociedad de la información, lo cual genera una complejidad nueva, ya que si bien por una parte saber lo que está pasando en otros lugares te da la seguridad para fortalecer el contenido de tu obra, por otra parte el ser original en el trabajo se hace más difícil de alcanzar. En cuanto a las tendencias, veo bastante equilibrio en ellas: hay artistas investigando en el videoarte, en el performance y en la pintura tradicional, entre otros lenguajes, de manera formal o con algún tipo de compromiso, lo cual es interesante, ya que el conjunto de ellas en 10 años más podrá definir las características de la escena local.

Ahora bien, te voy a dar vuelta a la pregunta. Lo que me llama la atención es lo que no se está produciendo a nivel local… puede que sea un problema mío y que yo no la esté viendo, pero sin embargo en la escena local me llama la atención no ver producción de obra denunciando el sistema injusto que tenemos en el país (y no me refiero a la producción actual sino a la que ya se viene viendo aparecer hace algunos años). Sobre todo en el caso de los jóvenes. Ultimamente me ha tocado participar en un par de concursos de arte joven y es muy poco lo que se observa de lo que debiera ser una de las características del arte, que es el de protestar, porque considero que tenemos una cantidad de insumos e información para generar obra como en ninguna otra parte. La historia demuestra que el artista es el primero y esto es lo que me llama la atención: que no sea él en nuestra sociedad.

A.V: ¿Qué crees entonces que hace falta en Chile para terminar de reactivar la escena? Aunque algunos actores del circuito reconocemos que ha habido muchísimos avances en los últimos años, también estamos conscientes de que hace falta mucho más por hacer…

P.B: Partiendo desde un análisis positivo de la situación -y de la cual soy optimista-, lo que nos hace falta es que un Benjamín Vicuña Mackenna se haga cargo de la Cultura en Chile, a la cabeza del futuro ministerio o del Consejo que exista. Que vea en macro y micro el pasado, el presente y el futuro, que ajuste y acelere algunos procesos que avanzan muy lentamente y que junto a su equipo de trabajo produzcan una pequeña revolución cultural, lo cual siempre sirve para reactivar. En el fondo lo que yo creo que hace falta son personas, más que leyes o instrumentos.

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Obra de Juan Céspedes (2002-2015) en «La misma», en Die Ecke Arte Contemporáneo, marzo-abril, 2015. Foto: Jesús Monteagudo

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Obra de Juan Céspedes del año 2002 en la exposición colectiva que inauguró la programación de Die Ecke, en 2005. Cortesía de la galería

A.V: Precisamente, además de tu trabajo como galerista te has estado involucrando en proyectos que buscan reactivar la escena local. ¿Nos podrías contar en qué proyectos extra galería estás trabajando ahora particularmente y qué planes tienes este año para el espacio de Die Ecke en Barcelona?

P.B: En este momento estoy abocado a la actividad gremial, porque acabo de ser elegido (el pasado 29 de abril) presidente de la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de Chile, AGAC, la cual reúne a 12 galerías que trabajan en la promoción y difusión del arte chileno. Con AGAC estamos trabajando en el proyecto para poder obtener la Marca Sectorial, que es un instrumento que otorga ProChile para apoyar la exportación, y por otra parte estamos participando en la mesa que está trabajando en el proyecto de Ley Sectorial para que las artes visuales obtengan la categoría de Consejo al igual que el libro, la música y el cine en el nuevo Ministerio de la Cultura.

Con respecto a nuestra sede en Barcelona, seguimos a la espera que se reactive el mercado español para poder estructurar un calendario de exposiciones con el cual cumplir nuestro objetivo, que es el de darle vitrina europea a nuestros artistas. Por mientras, estamos tomando contacto con Barcelona de manera puntual a través de eventos que nos permiten mantener nuestra presencia, como el Festival de Video Screen y la Feria Loop, también de video, con obras de Nicolás RupcichClaudia Joskowicz.

Alejandra Villasmil

Nace en Maracaibo (Venezuela) en 1972. Es directora y fundadora de Artishock, revista online especializada en arte contemporáneo. Licenciada en Comunicación Social, mención audiovisual, por la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), con formación libre en arte contemporáneo (teoría y práctica) en Hunter College, School of Visual Arts y The Art Students League, Nueva York. Es editora y traductora inglés/español de contenidos sobre arte, trabaja en campañas de difusión y escribe regularmente para publicaciones, galerías y artistas de América Latina y El Caribe.

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