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CHILE EN LA BIENAL DE VENECIA | PAZ ERRÁZURIZ Y LOTTY ROSENFELD: POÉTICAS DE LA DISIDENCIA

Las obras de Paz Errázuriz y Lotty Rosenfeld, dos artistas mujeres chilenas de renombre nacional e internacional, incorporan a sus campos de visión las huellas contextuales de un trayecto histórico y político: del Chile de la dictadura militar al Chile de la postransición democrática.

Poéticas de la disidencia, la muestra que presentan bajo la curaduría de Nelly Richard para el Pabellón de Chile en la 56° Bienal de Venecia, contrasta los extremos de un espacio-tiempo disparejo de lo latinoamericano en el que cohabitan, por un lado, el anacronismo visual del congelamiento fotográfico en blanco y negro de cuerpos y geografías al abandono que se esconden en localidades subperiféricas para complotar indiscernibles sublevaciones existenciales (P. Errázuriz) y, por otro, la vastedad del mundo globalizado archi-documentado tecnológicamente en memorias visuales que, desgastadas por la repetición del formato televisivo, necesitan verse remecidas por el cuerpo del arte para refutar la tendencia de los noticieros a tornar anodinas las imágenes que se difunden espectacularmente a gran escala (L. Rosenfeld).

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Vista de la exposición «Poéticas de la Disidencia», de Paz Errázuriz y Lotty Rosenfeld. Curaduría: Nelly Richard. Pabellón de Chile en la 56° Bienal de Venecia, 2015. Foto: Sebastián Riffo. Cortesía: DIRAC

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Vista de la exposición «Poéticas de la Disidencia», de Paz Errázuriz y Lotty Rosenfeld. Curaduría: Nelly Richard. Pabellón de Chile en la 56° Bienal de Venecia, 2015. Foto: Sebastián Riffo. Cortesía: DIRAC

Si las fotografías de Paz Errázuriz hablan de la introversión de hogares indefensos que circunscriben en la privacidad o el encierro tanto sus identidades carenciales como sus frágiles y misteriosos tinglados de la sobrevivencia, los videos de Lotty Rosenfeld comentan sobre la extroversión mediática del capitalismo transnacional, en la que el valor económico se traduce en potencia de redes y mercados.

Las obras de ambas artistas remiten a poéticas distanciadas en el tiempo y en el espacio: las tierras incógnitas y las identidades recónditas que el arte fotográfico de Errázuriz persigue en lo más ínfimo de un habitar restado de circulación pública; la movilidad de tránsito de los flujos noticiosos de la globalización capitalista y la potencia de acontecimiento crítico-artística con la que un montaje expresivo basado en segmentaciones alegóricas le disputan una visualidad alternativa al imperialismo de las cadenas de medios, en el caso de Rosenfeld. Estas poéticas distanciadas en el tiempo y en el espacio señalan lo latinoamericano como una categoría no simple sino compuesta, múltiplemente estriada, que usa la separación y revoltura de materiales heterogéneos como intervalo para redibujar el nexo entre descentramiento, márgenes y periferia.

Vista de la exposición «Poéticas de la Disidencia», de Paz Errázuriz y Lotty Rosenfeld. Curaduría: Nelly Richard. Pabellón de Chile en la 56° Bienal de Venecia, 2015. Foto: Sebastián Riffo. Cortesía: DIRAC

Vista de la exposición «Poéticas de la Disidencia», de Paz Errázuriz y Lotty Rosenfeld. Curaduría: Nelly Richard. Pabellón de Chile en la 56° Bienal de Venecia, 2015. Foto: Sebastián Riffo. Cortesía: DIRAC

Errázuriz, Rosenfeld y Richard, mujeres y activistas, todas de la generación que emergió en la década de 1970 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, se han reunido en este proyecto para explorar temas políticos de dominación y subordinación, representación, poder, cultura y ciudadanía desde la perspectiva de género. Poéticas de la Disidencia tiene además un carácter especial, al tratarse del primer proyecto curatorial para el Pabellón Chileno que resulta de una nueva modalidad de convocatoria abierta.

Durante la inauguración de la muestra en el Arsenale, el pasado 8 de mayo, Nelly Richard destacó que tanto Errázuriz como Rosenfeld «han mantenido una mirada completamente alerta y vigilante respecto de su contexto». «Sus obras son de resistencia y disidencia, pero nunca en un sentido de arte político. Sin ser obras ilustrativas, hacen una crítica muy sutil a los poderes, a la sociedad de mercado, al hiper-capitalismo y a las reglas de clasificación de identidad”, afirmó.

Para Errázuriz, esta muestra significa una valoración del trabajo de las mujeres en el arte chileno. “No sólo me refiero a mi trabajo y al de Lotty Rosenfeld, sino también al de las escritoras y teóricas que nos han acompañado en el trabajo creativo, entre ellas, la misma Nelly Richard, Andrea Giunta, Diamela Eltit y Malú Urriola; un conglomerado de mujeres trabajadoras y comprometidas políticamente”, aseguró.

Lotty Rosenfeld y Paz Errázuriz en Venecia. Foto: Sebastián Riffo. Cortesía: DIRAC

Poéticas de la disidencia: Paz Errázuriz – Lotty Rosenfeld *

Por Nelly Richard

P. Errázuriz y L. Rosenfeld recogen con especial atención las rugosidades de la textura histórica y social de Chile: de la violencia dictatorial al consenso neoliberal y a las protestas ciudadanas que hoy desafían su hegemonía de mercado. Sus abordajes visuales tocan preferencialmente los cuerpos maltratados en contextos de sobreexplotación económica, de inasistencia pública, de desprotección de los derechos y privación de la justicia, de abandono del lazo social.

En el caso de P. Errázuriz, podríamos llamarle “contexto” a los vecindarios aislados que habitan a duras penas sujetos cuyos desempeños existenciales padecen el descarte, habiendo sido excluidos de los beneficios modernizadores de un esquema de desarrollo que se desentendió de las injusticias sociales y de las desigualdades culturales, del retraso provinciano; unos sujetos que, sin embargo, llevan sus identidades menospreciadas a refinar diminutos artificios de vida con los que transgreden asombrosamente el reduccionismo esterotipador de la marginalidad: la de la indigencia, de la locura, de la prostitución o la ancianidad.

Por su lado, la obra de L. Rosenfeld rastrea como “contexto” el convulsionado escenario del paso de la dictadura a la democracia en Chile, su memoria inacabada (la de la violación a los derechos humanos) y sus actuales conflictos (indígenas, estudiantiles, populares) que, desde el trazado infractor de la cruz que le dice que “No” a la recta del mando y la sumisión, entran en resonancia con el globalismo de las protestas que se levantan en varios puntos del mundo en contra de la violencia segregacionista y exterminadora de los poderes ilegítimos.

En el caso de ambas obras, lo “local” (contexto, marco, enmarcado) anota realidades y corporalidades duramente sometidas a lógicas de dominación social, de explotación económica, de colonización racial, de subordinación genérico-sexual. Los trazados discriminatorios de estas lógicas son cuestionados por la mirada de P. Errázuriz y L. Rosenfeld: una mirada que revuelve las fronteras de visibilidad (calificación) e invisibilidad (descalificación) de los cuerpos mediante agrupaciones y contagios inéditos entre yo y los otros, entre unas y otros, entre los distintos yo que habitan contradictoriamente en cada uno de nosotros.

El vector “Sur” de lo latinoamericano en tanto formación periférica-intersticial recorre las poéticas de P. Errázuriz y L. Rosenfeld con su trama irregular de desfases culturales, de saltos históricos de la modernidad, de rupturas anti-neoliberales en tiempos de globalización, de citas desajustadas entre lenguajes urbanos y dialectos rurales, de precarizaciones sociales de sujetos diariamente vulnerados, de técnicas en desuso y artificios de postproducción, de memorias estoicas de la derrota, de afectividades en busca de un refugio para auto-gestionar lo común, de impulsos utópicos y diagramas creativos de la emancipación.

P. Errázuriz y L. Rosenfeld, dos artistas mujeres, han formulado sus estéticas de la oblicuidad para desalinear las jerarquías simbólicas de identidad, cultura y género con refinados mecanismos del atravesamiento: por un lado, la formación de parejas que encuentran en el estar-juntas o en el crear-juntas el primer resorte asociativo de una desprivatización de lo Uno entendido como propiedad-esencia del ser o como autoría-autoridad de la obra (P. Errázuriz); por otro, la insistencia en la performatividad del cuerpo como soporte biográfico de una memoria político-social que atraviesa lo individual y lo colectivo con la energía multiplicadora del acto de “cruzar” voluntades, deseos e imaginarios de otredad (L. Rosenfeld).

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Paz Errázuriz, Infarto del alma 2, Chile, 1993. Cortesía de la artista

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Paz Errázuriz, Infarto del alma 1, Chile, 1993. Cortesía de la artista

Paz Errázuriz

Sentir, pese a todo *

Por Andrea Giunta

Ciertas imágenes, ciertos textos, como sucede con la fotografía de Paz Errázuriz y de quienes la acompañaron desde la escritura (Claudia Donoso, Diamela Eltit, Malú Urriola), permitieron establecer plataformas de sentidos específicos, en las que imágenes comunes, comparables incluso a las producidas en contextos internacionales, requieren ser leídas desde las emociones específicas que se generaban en la constitución de un tiempo histórico señalado por la vigilancia y la normativa. Es decir, imágenes aparentemente neutrales, imágenes que no denuncian con evidencia –no son registros de manifestaciones reprimidas, de cárceles, del estadio colmado de prisioneros- pero que son entendidas como una forma de victoria en el estado de excepción que dominaba la vida (Agamben, 1995, 2003). Una forma de conspiración de las imágenes que llevaba a ver en ellas mucho más que lo que aparentemente mostraban. La estructura de la conspiración requiere de cómplices. No sólo de quienes la conciben y encienden, sino también de aquellos que pueden decodificar sus mensajes cifrados y el poder que buscan, secretamente, desconfigurar (Giunta, 2009).

En sus series fotográficas Paz Errázuriz planteó, numerosas veces, conspiraciones de la imagen que pueden ser leídas en términos precisos, contextuales, obrando un significado vedado, fijando una acción que perturba la ley: decir, desde la imagen, aquello que no está permitido mostrar ni nombrar. Por su apariencia neutral podrían considerarse imágenes camufladas. El sentido de estos archivos se activa cuando accedemos a las instancias en las que fueron realizados. Esta liberación del sentido, esta acción en la que la imagen se activa, produce su situación: el momento en el que la imagen dice. Se trata de un momento perceptual e intelectual que funde lo visual con un sentido que es, al mismo tiempo, histórico y emocional.

Contra la naturalización de la idea de que podemos verlo todo, las series fotográficas de Paz Errázuriz se instalan en la dificultad. En ellas resuena un susurro ético: no todos pueden ver, algunas cosas no queremos verlas. Su fotografía puede, entonces, entenderse como una crítica política de las representaciones. Una forma de intervenir en el universo de las imágenes introduciendo, para siempre, a los olvidados.

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Lotty Rosenfeld, No, no fui feliz. Video instalación, Chile, 2015. Cortesía de la artista

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Lotty Rosenfeld, No, no fui feliz. Video instalación, Chile, 2015. Cortesía de la artista

Lotty Rosenfeld

Soy Legión : “+ signo” *

Por Diamela Eltit

La obra de Lotty Rosenfeld en la Biennale Arte di Venezia recorre una multiplicidad de geografías en las que los espacios más minoritarios o locales coexisten con los centros, las voces de mando o los gestos de los oprimidos se suceden y se mezclan con los discursos de los centros y de esa manera la obra busca mostrar de manera plural que sí existen esquinas de sentidos.

Las imágenes están allí con sus propias marcas de tiempo y espacio, de lucha o de mando, de muerte. Y es precisamente el ”+ signo” el que les permite a las imágenes compartir un viaje visual abierto que el ojo del espectador puede ordenar o no ordenar, puede leer como parte de su propia memoria. Nada se cierra en la tarea con los signos porque están en todas partes marcando las pautas de sus relaciones y de las obsesiones por codificar. El audio, por otra parte, siempre primordial y extraordinariamente eficaz en la obra de la artista, pone y dispone los sonidos como parte de un escenario que ha sido modificado para establecer una nueva narración siempre abierta, en parte porque la diversidad de sonidos se niega a la linealidad de sus rutas originales, se agudiza o se vuelve tenue, se desfasa y así opera como una obra sónica de grandes proporciones que llega para completar la escena.

Lotty Rosenfeld realiza un nuevo movimiento en su larga experiencia estética e ingresa a este espacio para construir un «+ signo” virtual. Entiende que en la complejidad de ese espacio es posible proponer una marca tensa que releve la dimensión transformadora del «+ signo”. De manera virtual, ingresando de lleno en su plataforma, mediante el uso de un “dron” la artista acude a la tecnología, una tecnología siempre en movimiento, siempre en proceso de reformulación, para escribir e inscribir en ese espacio el deseo de una circulación estética anclada en los signos virtuales.

El cuerpo más material de la artista alterando los signos en los pavimentos, es repensado, reformulado y rehecho en la virtualidad de la producción tecnológica. De esa manera se ingresa en la esfera de los cuerpos ausentes, inasibles, que sin embargo producen signos, producen riqueza, producen guerra. Es esa esfera activa la que la artista cita y concita cuando su «+ signo” se elabora en los laboratorios de producción de imágenes, en esos lugares maquínicos que le otorgan ficción a la ciencia y dónde la artista repiensa la circulación del «+ signo” en ese lugar donde los tránsitos aparentemente (sólo aparentemente) funcionan sin líneas que regulen las vías. Sin embargo, las líneas existen y los cuerpos cautivos o semicautivos de Assange, Manning o Snowden están allí para confirmarlo. Y eso lo sabe la artista y emprende su propio tránsito otro proponiendo su signo en esos espacios virtuales que, como muy bien lo comprende el «+ signo” , son espacios lineales y vigilados.

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* Breves extractos de los textos publicados en el catálogo Poéticas de la disidencia | Poetics of Dissent: Paz Errázuriz – Lotty Rosenfeld, editado por Nelly Richard.

Poéticas de la Disidencia

Artistas: Paz Errázuriz y Lotty Rosenfeld

Curadora: Nelly Richard

Comisario: Antonio Arévalo

Pabellón de Chile en la 56° Bienal de Venecia

Edificio Artiglierie en el Arsenale

Del 9 de mayo al 22 de noviembre de 2015

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