JAVIER TAPIA: EL CARNAVAL COMO SUBVERSIÓN
Híbrida y contradictoria, la obra de Javier Tapia es una especie de teatralización del mundo. Su puesta en escena está atiborrada de objetos e imágenes heterogéneas, que actúan, chocan y disparan preguntas sobre la cultura pero, más que eso, sobre el modo en que internalizamos y procesamos de manera personal los imaginarios culturales que impactan nuestra biografía. Por su estética y actitud, su obra sintoniza con lo que el lingüista ruso Mijael Batjín llamó “lo carnavalesco”.
Hace ya casi un siglo, Bajtín quebró con el canon académico que fijaba normas excluyentes en la construcción del lenguaje. A la rigidez y exclusión de la regla, Bajtín opuso la diversidad de hablantes y dialectos sociales, elevándolos como los verdaderos protagonistas de un lenguaje en constante proceso de transformación. Su modelo fue la novela de Dostoievski, que él concibió como un campo donde múltiples discursos culturales sostienen una batalla dinámica, sin que ninguno logre imponerse jerárquicamente sobre otro. El lingüista habló de un estado “polifónico” donde todos los signos, las palabras, los estilos y las ideas suenan al mismo volumen. Esta polifonía desjerarquizadora él la analizó bajo la imagen del carnaval y le dio un sentido democratizador muy preciso, como estado de resistencia contra el autoritarismo del régimen de Stalin, que imponía un discurso oficial.
Desde siempre las comunidades han utilizado el carnaval como instancia de catarsis programada, que permite romper con la cotidianidad y escapar, aunque sea por unos días, del ordenamiento social. La homogeneidad impuesta por la normalización desaparece en la heterogeneidad de las expresiones individuales y, con ello, quedan automáticamente subvertidas las estructuras jerárquicas del poder. Esta descomposición de un relato unitario va acompañada de un sentido de humor burlesco, tendiente a desacralizar los símbolos de la respetabilidad. Lo carnavalesco polifónico, entonces, revela lo que está en la base más auténtica de la cultura: la diversidad siempre activa, móvil, contradictoria y mutante, que se resiste a ser fijada. Del mismo modo, la obra de Tapia despliega un campo de signos en pugna, que permite al espectador realizar conexiones en múltiples direcciones. Su operación consiste, simplemente, en orquestar estos signos dentro de un marco (una instalación, una película, una pintura, un dibujo, un collage) para ofrecerlos a la libertad de lecturas de los espectadores. El gesto implica también renunciar a sus propios privilegios discursivos y asumir una especie de deriva incómoda respecto de cualquier relato explicativo sobre su obra. Tal como Batjin concibe la novela, Tapia entiende el lenguaje visual del arte como un producto social que condensa la expresión de la cultura en su conjunto y no de una élite poseedora de la “verdad” y el “buen gusto”.
High Density: Fragments, stories and traditions
La exhibición de Tapia que presenta la Galleri Christoffer Egelund de Copenhague hasta el 17 de mayo ilustra de manera ejemplar su lógica operativa. Se trata de una serie de collages de gran formato, en los que combina con irreverencia imaginarios de distintos orígenes, campos culturales y tiempos históricos. Lo natural y lo artificial, lo “culto” y lo popular, lo pasado y lo presente, lo sagrado y lo profano, lo misterioso y lo obsceno conviven en un caos sistémico que convierte la hibridez en extravagante belleza. Sus collages, realizados en poliestireno expandido (elección irónica de material barato y “anti-artístico”) integran pinturas, imágenes de revistas y fotos bidimensionales, las que son agredidas por la intervención de objetos y materiales pegados con alfileres sobre el soporte, como piedras, plumas, botones o cucharas. De este modo, construye panoramas visuales y táctiles en donde los elementos chocan y se contaminan mutuamente. Ante el espectador se despliega su personal mapa de los cruces, contradicciones y conflictos entre distintas categorías, cuestionando la autoridad discursiva de la política, la historia, el consumo, las relaciones sociales y, sobre todo, del sistema institucional del arte.
Double Headed South
A finales de este año, Tapia realizará un proyecto en Chile junto con el reconocido artista danés Peter Bond. Los trabajos, realizados en dupla, pondrán en escena el resultado de un intenso diálogo creativo entre dos artistas que provienen de orígenes culturales diferentes. Titulado Double Headed South (Dos hacia el sur), la intervención será de un gran alcance, incluyendo exhibiciones, conciertos, un libro y un documental ficción que refleja el proceso de las obras. La instalación principal se realizará en el Museo Nacional de Bellas Artes y está pensada como una gran estructura que el espectador puede recorrer internamente, para encontrarse con múltiples imágenes y objetos que remiten al cruce de memorias colectivas entre Europa y América, entre pasado y presente, entre alta cultura y cultura popular.
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