Gabriel de la Mora:lo Que no Vemos lo Que Nos Mira
Miradas sobre miradas. Cuántas veces nos hemos puesto a pensar qué es lo que está debajo de lo que vemos. Cuántas veces lo que parece tan evidente nos revela algo que nunca pudimos imaginar. La exposición Lo que no vemos lo que nos mira, del artista Gabriel de la Mora en el Museo Amparo de la ciudad de Puebla, revela, según el curador Willy Kautz, insinuaciones figurativas, huellas sobre las superficies monocromas de telas envejecidas, cuadros que nunca fueron pintados o fotografías con imágenes borrosas a punto de convertirse en monocromos. Kautz afirma que con el advenimiento de la pintura moderna a principios del siglo XX el monocromo se convertiría en el foco de aquellas vertientes que rechazaban a la figuración en defensa del cuadro pictórico como entidad autónoma, es decir, el cuadro como un objeto en sí.
Esta selección de obras de Gabriel de la Mora coloca en tela de juicio esta narrativa de la pintura moderna situada entre las tensiones de la figuración, la universalidad metafísica y la racionalidad de la pintura pura y objetiva. Para Kautz, de la Mora ha logrado en los últimos años dar un nuevo sentido a esta tradición no-figurativa.
La pregunta obligada planteada al espectador bajo este guión curatorial es ¿qué revelan esas insinuaciones, esas huellas? ¿Qué es eso que nos mira?
Al entrar en la sala encontramos de frente un letrero de ¿neón?. No, de obsidiana. La lectura de la ficha describe su material e informa que la obsidiana antiguamente era usada para realizar espejos. El letrero está en espejo. Es reflejo sobre reflejo.
Así, el monocromo en de la Mora esconde a la primera mirada una multiplicidad de significados. Cada pieza revela en un guiño su interior oculto producto de las experiencias propias de encuentros entre materia y entorno, artista y entorno, o materia y artista.
Producto de esas experiencias es la pieza NO I. En ella, Gabriel de la Mora contactó a cinco artesanos y les pidió revertir un letrero de luz de neón a obsidiana. Los cinco artesanos le dieron un NO a este proceso y le explicaron al artista que esto sería imposible por las características de la pieza de neón y el material de la obsidiana. El quinto artesano fue convencido por el artista, quien le pidió que comenzara a trabajar y que cada vez que se rompiera la pieza la guardara y volviera a comenzar de nuevo hasta que lograra sacar la palabra. Si la pieza era en realidad imposible se mostrarían en el piso los errores o intentos de las piezas que no se hicieran; si se lograra parcialmente se exhibirían en la pared. Después de varios meses se logró terminar la pieza.
El letrero de luz neón Lo que no vemos lo que nos mira es un elemento museográfico hecho pieza y, al mismo tiempo, es la subversión llevada a varios niveles en donde al menos dos negaciones contenidas se revelan: el NO escrito en las letras y el NO de los artesanos. El logro de la realización de la pieza Lo que no vemos lo que nos mira, mismo que le da título a la muestra, revierte este NO a un positivo que va más allá de la conversión de materiales.
Materia y entorno se encuentran en piezas que registran el tiempo casi a la manera obsesiva de Hanne Darboven. En la serie El peso del pensamiento, basada en la frase de André Breton “no hay que cargar nuestros pensamientos con el peso de nuestros zapatos”, el tiempo se contiene en tapetes y juegos de sombras. Tanto en piso como en muro, las suelas desgastadas de zapatos despiertan en quien las mira la capacidad de imaginar esas historias y de ver aquello que aparentemente permanece oculto.
En 92 días/Granizada 22.05.2013, de la Mora muestra un cuadro que estuvo tres meses expuesto a la intemperie y en consecuencia a la primera granizada intensa del año 2013, el miércoles 22 de mayo. Un día antes de quitar la pieza de la azotea, la granizada estrelló el esmalte generando una composición gráfica de círculos sobre la superficie homogénea. Gracias al artista sabemos que al reverso del monocromo están unas fotografías antiguas cuyas figuras se encuentran a punto de desaparecer.
Esta pieza enmarca condiciones fuera de control y registra el flujo del tiempo dentro y sobre el cuadro monocromático. Gabriel de la Mora no cancela el discurso moderno inscrito en el monocromo durante el siglo XX sino que lo revierte con el cambio de significados y con la transformación y el uso de los distintos materiales.
Según mi experiencia el artista guarda al tiempo y a la historia pero al mismo tiempo lo evidencia y lo deja correr. Registra a la historia en movimiento. De la Mora va más allá de la sola purificación del lienzo como una estructuración universal o del cuadro como un objeto en sí, como bien lo señala la curaduría. Pero ¿qué es ese más allá? ¿Qué es eso que no estamos viendo y que nos devuelve la mirada? La respuesta a esta pregunta solo la puede dar el espectador a partir de su recorrido. Los sentidos deben estar alerta para poder percibir cada guiño que exige atención y sutilmente revela lo oculto. Esta muestra espera el encuentro de aquel sujeto expectante, sensible y abierto a percibir los guiños que reclaman su encuentro.
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