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Paula Salas:el Barrio del Molino

Paula Salas (Chile, 1982) centra su labor en los procesos comunitarios de creación de identidad, integrando herramientas de distintos campos, como la antropología, retratos etnográficos y archivos coloniales. Su motivación es cuestionar los prejuicios históricos que marcan la vida de la población. A partir de la observación y vivencia de la cotidianidad del contexto social, Salas desarrolla particulares métodos de investigación, en los que elige materiales y técnicas que explotan el imaginario local y, a la vez, son atractivos para el público.

Como parte de los festejos por los 20 años de la Fundación Cultural Plaza Mulato Gil de Castro, la artista desarrolló una investigación sobre el barrio Lastarria, en Santiago, en la que entrevistó a decenas de vecinos acerca de sus historias, recuerdos, esperanzas y miedos del pasado, presente y futuro del sector. A partir de esta pesquisa se instaló en el Museo de Artes Visuales (MAVI) un mapa del lugar sobre el que se escribió la información entregada por los colaboradores.

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Vista de la instalación El Barrio del Molino, de Paula Salas, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago , 2014. Foto: Angela González

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Vista de la instalación El Barrio del Molino, de Paula Salas, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago , 2014. Foto: Angela González

“Con este método participativo se buscó comprender la identidad cultural local desde las voces de sus habitantes”, afirma Salas. El nombre de esta intervención mural es El barrio del Molino y da cuenta de los resultados de una serie de encuentros que unieron a vecinos y foráneos frente al mismo propósito: descifrar y al mismo tiempo crear una imagen propia del sector. “Lo que se mapea en esta imagen es la construcción de una identidad compartida a partir de memorias cotidianas y sensaciones colectivas. Su vida, como obra, es inseparable de la de aquellos que le dieron vida al mapa”, explica.

“En este proyecto el mapa se aleja de su propósito original de documentar un sitio desconocido y lejano, con el fin de transformarse en una herramienta para construir autoconciencia comunitaria. El rol del artista-cartógrafo en este contexto no es el del científico aislado, sino el de un iniciador de conversaciones. En definitiva, se transforma en archivo vivo de experiencias e instrumento de reflexión”, indica.

Un caso es el del artista Juan Pablo Langlois, vecino del barrio desde hace muchos años, que relató a la artista durante su investigación que en sus tiempos de estudiante de arquitectura no existía el Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM, antes UNCTAD), ni el edificio del MMDD, sino que en esa manzana entera sólo existían casas antiguas. «Era una manzana muy especial eso sí, porque se podía circular libremente por los jardines de las casas, no habían rejas ni muros. Luego echaron todo abajo para construir el UNCTAD. Eso, por supuesto, debió haber sido un gran trauma para los vecinos», cuanta Salas. «Las experiencias de Juan Pablo me hicieron ver el barrio como un palimpsesto en el cual la historia se marca en el territorio continuamente, como heridas. Empecé a pensar el barrio y su identidad como un flujo, una sustancia cambiante en contraposición a mi idea anterior del barrio como una sucesión de hitos históricos», agrega.

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Vista de la instalación El Barrio del Molino, de Paula Salas, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago , 2014. Foto: Angela González

Vista de la instalación El Barrio del Molino, de Paula Salas, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago , 2014. Foto: Angela González

Vista de la instalación El Barrio del Molino, de Paula Salas, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago , 2014. Foto: Angela González

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Vista de la instalación El Barrio del Molino, de Paula Salas, en el Museo de Artes Visuales (MAVI), Santiago , 2014. Foto: Angela González

Durante la muestra, el proyecto sigue abierto para los aportes de los visitantes del museo. Hasta ahora se han recopilado más de 100 nuevos testimonios que han dejado los colaboradores en la instalación. «Ayer leí uno de ellos que simplemente marcaba un punto en el mapa y decía: ‘aquí se quebró mi vida hace dos semanas’. Me sorprendió la intimidad de la confesión. Aunque no explica ningún detalle de la situación, lo que dice da a entender el territorio como una parte esencial de las personas, una especie de cuerpo ampliado cuyas cicatrices recuerdan para siempre la historia de como fueron hechas», dice la artista.

Conversando con los residentes, trabajadores y paseantes, un tema recurrente a lo largo de esta investigación fue el miedo a perder la identidad. Muchos mencionaron sus aprensiones a que Lastarria se transforme en otro Bellavista, o que el Barrio Italia se vuelva más atractivo, o que Santiago Centro finalmente absorba y homogeneice esta zona. Al parecer el barrio es percibido desde sus habitantes como una isla exótica, un sitio único y en peligro de extinción. Esta sensación de riesgo se podría asociar a la notoria autoconsciencia y preocupación de los vecinos por su sector. Muchos expresaron su orgullo de vivir en Lastarria y contaron los años que llevan en el barrio como su «trofeo personal».

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Trabajador del barrio lastarria, puesto de Cerrajerría. Parte de la investigación de El barrio del Molino. Cortesía de la artista

Este trabajo es el cuarto que realiza la artista utilizando como herramienta mapas colaborativos. Uno de ellos lo realizó en Holanda y otro en el barrio cívico de Santiago, en el 2012, junto al colectivo Conversación de Campo. «En este tipo de trabajo investigo la construcción de una identidad colectiva a partir de un territorio. Me interesa entender cómo se arma la identidad local de un barrio, qué historias se repiten, qué sensaciones, qué ideas, qué miedos comparten los vecinos. Además, durante el proceso de investigación y en las obras intento mostrar el aspecto colaborativo de la identidad. Me preocupa dar cuenta de que la identidad de un barrio, incluso de un barrio tan antiguo como Lastarria, es obra de los vecinos. Quienes construyen el barrio en términos simbólicos al menos, no son los alcaldes, dueños de hoteles o restaurantes, sino los habitantes locales que día a día con sus palabras y acciones reescriben la identidad de Lastarria», concluye.

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