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PÚBLICO Y PRIVADO, EL ROL DE LAS FUNDACIONES Y ALGUNAS CONSIDERACIONES AL MARGEN DE Ch.ACO

Si se puede hacer un resumen de la última feria de arte contemporáneo chilena, Ch.ACO, que este año celebró su sexta edición, éste se centraría seguramente en la relación entre lo público, como aporte del Estado a la cultura, y lo privado. Un tema hot, que toca de cerca también la crisis europea y que deja al descubierto el punto más sensible de la sociedad chilena, evidenciando las heridas abiertas de la dictadura y sus herencias todavía tangibles: el clasismo, el elitismo, la inaccesibilidad a servicios básicos como salud y educación, y una economía fuertemente neoliberal. Si bien las mesas de conversaciones de Ch.ACO estaban relacionadas al mercado del arte, la polémica que siguió a la feria fue el patrocinio del Estado a un evento de galerías privadas, una excepción dentro del contexto chileno, y que remarca aún más esa división todavía inconciliable entre lo público y lo privado.

Una contraposición que en Europa, sobretodo después de la caída del muro de Berlín, perdió progresivamente su radicalismo ideológico, sustituido en los últimos años por prácticas de democracia directa sobre-estatal y ciudananas.

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El edificio/factoría de Max Mara en los años 50. Hoy, remodelado, alberga la Collezione Maramotti. Cortesía: Collezione Maramotti

En España, en los noventas, ferias importantes como ARCO surgieron gracias al apoyo directo del Estado, que decidió invertir en el arte contemporáneo para borrar los años de la dictadura franquista, creando paralelamente una red capilar de museos de arte contemporáneo en todo el país, una estrategia de comunicación que duró hasta los últimos años post-globalización. Con la crisis económica y los recortes drásticos de presupuesto estatal a la cultura, el funcionamiento de los museos públicos, tanto en España, como en Italia y Francia, está seriamente comprometido. Los museos ya no tienen dinero para adquirir o comisionar nuevas obras de arte, necesitan hacer caja con exposiciones taquilleras y a menudo tienen que alquilar los grandes espacios expositivos a privados para enfrentar los enormes gastos de manutención.

En ese panorama desalentador las fundaciones privadas son una realidad singular, un híbrido de los últimos años, y que en Europa son cada vez más numerosas. Relacionadas a familias de coleccionistas, a bancos privados o algún brand de lujo, funcionan de forma parecida a los museos públicos: tienen una colección propia, organizan exposiciones temporales, ofrecen residencias y proyectos educativos. Se posicionan como una realidad intermedia entre el mercado del arte duro y puro, con su especulación financiera y operaciones de marketing, y el arte como un valor social, educativo, abierto al público, con amplios presupuestos. Una lenta sustitución de roles que obliga a los museos públicos a buscar otra forma de funcionamiento, más sustentable y mas democrática, quizá tomando como ejemplo las numerosas prácticas de activismo que apuestan a una gestión conjunta y horizontal de los espacios comunes, tanto de capital humano, como de financiación.

Para entender mejor esa compleja relación entre espacios públicos y fundaciones privadas entrevisté a dos de las invitadas a los conversatorios de la feria: Marina Dacci, directora de la Collezione Maramotti (Max Mara), de Italia, y Emilie Villez, directora de la Kadist Foundation, de París.

Ambas fundaciones surgieron en los años 2000 de la mano de familias de coleccionistas privados: la Collezione Maramotti en el 2007, y la Kadist Foundation en el 2006, reflejando a lo largo de la última década un cambio, todavía en fase de desarrollo y comprensión, dentro de la cartografía del arte contemporáneo. Las dos están fuertemente relacionadas al mundo anglosajón por distintas razones: la Collezione Maramotti a través del Max Mara Prize (fashion brand de la familia), que en colaboración con la Whitechapel Gallery de Londres otorga cada año una residencia para artistas mujeres británicas; mientras que la Fundación Kadist recientemente abrió un nuevo espacio en San Francisco. Una relación singular para países de cultura mediterránea y latina como Italia y Francia, que deja en claro cuáles son todavía los centros económicos y productivos del arte contemporáneo.

Le pregunté a Marina y Emilie cómo funcionan sus fundaciones y qué opinan de esta nueva cartografía del mundo del arte.

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Marina Dacci y Emilie Villez en entrevista, en el marco de la feria Ch.ACO 2014. Foto: Michelle Bossy Nicolai. Cortesía: Ch.ACO

Mariagrazia Muscatello: Con la crisis europea están surgiendo cada vez más espacios privados mientras que los espacios públicos tienen cada vez menos presupuesto. ¿Cuál es la relación entre vuestras fundaciones y los espacios públicos como los museos? 

Marina Dacci: En Italia tenemos una situación muy rara, porque hay una fuerte tradición de coleccionismo, pero hay una ley que no permite prestar obras a los museos o a los espacios públicos, porque los impuestos de préstamo son muy altos; por esa razón, muchos coleccionistas decidieron abrir un espacio propio y gestionar su colección de forma autónoma. Eso permite mucha libertad; a veces decidimos hacer exposiciones temporales, otras veces no. Los museos públicos tienen algunas tareas que cumplir: tienen que trabajar en la educación, en la relación con el territorio, en cambio si trabajas como espacio privado, no tienes que cumplir los mismos objetivos y puedes experimentar otras estrategias. En nuestro caso lo que queremos es contar una historia, la historia de un gusto personal, de una colección que se viene construyendo hace más de 50 años y queremos difundirla con un tipo de acercamiento a la educación que no sea tan didáctica, como en los museos, si no más bien, interactiva. Nuestro departamento de educación no tiene un programa tradicional; hacemos visitas especiales de grupo y profundizamos algunos temas presentes en la colección según del interés del público. Por ejemplo, tenemos un enfoque especial relacionado a la conservación de las obras de arte contemporáneo, que es un tema muy importante hoy en día y que interesa a muchos estudiantes. Nosotros los ponemos en contacto con los artistas y les explicamos las técnicas de conservación. Nuestro objetivo es que el espectador pueda mirar la colección en forma libre pero con el soporte de una narración. Queremos restituir al público una experiencia, crear una relación.

Emilie Villez:  En Francia hay una tradición muy fuerte de espacios públicos, donde el Estado siempre ha apoyado económicamente la cultura, pero como todos los otros países europeos hubo muchos recortes y es un periodo difícil, de transición para los espacios públicos. Las instituciones públicas están probando el camino del cofinanciamiento entre público y privado, pero es muy complicado hacer coexistir realidades privadas en espacios públicos, porque no pertenece a la historia y a la tradición de nuestro país, no es como en Suiza o Alemania o Estados Unidos. En Francia se necesita más tiempo, es un momento complicado para los museos. Cuando abrimos en el 2006 no habían tantas fundaciones privadas como ahora, y la mayoría de las fundaciones estaban relacionadas a empresas privadas, como por ejemplo Fundación Cartier, Fundación Vuitton, todas estrechamente ligadas a marcas de lujo. La Fundación Kadist es una realidad distinta, exclusivamente privada, y cuando hablo de privado entiendo que eso proporciona una cierta independencia, porque no tenemos las restricciones que tienen los espacios públicos. En Francia, por ejemplo, cuando pides un financiamiento público necesitas tener muchos contactos y apoyo dentro de la política… nosotros somos independientes. La historia de nuestra fundación es la historia de una familia de coleccionistas, con un tradición filantrópica que se ejerce eligiendo a artistas que trabajan con el tema de lo social y lo político. Hay un comité para las nuevas adquisiciones, compuesto por profesionales de distintas procedencias. Las decisiones se toman conjuntamente. De hecho funciona casi como una institución pública… pero, de nuevo, lo público y lo privado se mezclan en la forma de trabajar.

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Marina Dacci y Emilie Villez, junto a Claudio Iglesias, en el conversatorio de feria Ch.ACO 2014. Foto: Michelle Bossy Nicolai. Cortesía: Ch.ACO

M.M: ¿Qué tipo de público visita sus espacios?

M.D: En principio nuestro público eran profesionales, coleccionistas, advisors, críticos, estudiantes, pero ahora, después de siete años, el público ha cambiado, hay cada vez más gente joven y personas que vienen del extranjero. Los extranjeros que nos visitan tienen que planear su viaje y reservar con tiempo, porque esa es nuestra política; la colección está en Reggio Emilia, una pequeña ciudad al lado de Bologna. Decidimos quedarnos aquí y no abrir el espacio en Londres o en otras ciudades grandes, porque tenemos una relación muy estrecha con el territorio, es el lugar donde surgió también el grupo de moda Max Mara, que es de la misma familia Maramotti, y aunque no enfatizamos esa relación, es una realidad que esa empresa cambió la ciudad. A nosotros, a diferencia de los museos, no nos interesa el número de visitantes que acuden a ver la colección porque no tenemos que justificar nuestros gastos.

E.V: Contamos el número de visitantes pero no tenemos la obligación de tener cierto números de visitantes. Nuestro público es muy profesional, muchos estudiantes de arte, los visitantes tienen que llegar especialmente a nuestra fundación porque no hacemos mucha difusión y estamos situados en Montmartre, que no es el lugar donde están las galerías de arte contemporáneo de París.

M.M:  Hace poco, la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo de Turín organizó un encuentro para crear una red de fundaciones privadas que puedan trabajar conjuntamente. ¿Qué opinan al respecto?

M.D: No creo en ese tipo de networking.

E.V: Es interesante pensarlo, porque hay distintos modelos. En Francia, por ejemplo, la mayoría de las fundaciones están más relacionadas al mundo del lujo, pero existen otros modelos. En el 2005, por ejemplo, nació la Maison Rouge, que es de un solo coleccionista pero que no expone mucho su propia colección, prefiriendo exponer en su espacio diferentes colecciones privadas.

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Emilie Villez en el conversatorio de feria Ch.ACO 2014. Foto: Michelle Bossy Nicolai. Cortesía: Ch.ACO

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Marina Dacci en el conversatorio de feria Ch.ACO 2014. Foto: Michelle Bossy Nicolai. Cortesía: Ch.ACO

M.M: ¿Creen que en Chile podrían funcionar realidades como las vuestras?

M.D: Es mi primera vez en Chile, pero seguramente Sudamérica y Asia son ahora los lugares más interesantes donde poder descubrir algo nuevo. Históricamente hemos estado más orientados a Italia, Europa y luego EEUU. Sin embargo, queremos abrirnos a nuevas realidades, pero no tenemos informaciones y advisors que nos orienten, y esa es una decisión de los coleccionistas de la familia; es un placer para ellos descubrir nuevas realidades de forma autónoma. No necesitamos advisors porque no estamos interesados en el mercado del arte; el espíritu de la colección no tiene el propósito de hacer inversiones con el arte, trabajamos con artistas emergentes o que están al comienzo de su carrera, a veces son colaboraciones exitosas, a veces no, pero no nos importa, porque las decisiones están hecha por pasión e interés personal, no es una operación financiera. Lo que si me gustó de Chile es la atención que se le pone en exhibir las obras de arte, la relación entre los artistas y el territorio, la arquitectura y el arte cinético.

E.V: Nosotros somos muy abiertos a trabajar con artistas internacionales. Hemos tenidos varios artistas latinoamericanos, no muchos chilenos… decidimos abrir el espacio en San Francisco por su relación con el Pacífico y con Asia. Hemos empezado a coleccionar arte californiano y latinoamericano. Lo que me llamó mas la atención de Chile es la relación que hay en el país entre lo público y lo privado; es una discusión a mi parecer muy interesante porque hay una cierta tensión respecto a estos dos mundos. Quizás sea por razones políticas e históricas; lo privado parece estar relacionado todavía a la dictadura y eso complica las cosas. Por eso creo que una fundación como la nuestra sería difícil que funcionara aquí. También me pareció curioso que el focus de las charlas fuera relacionado al mercado del arte. Aquí en Chile el mercado es visto como algo negativo tout-court (simplemente). Nosotros trabajamos de forma constante con el mercado, a veces relacionándonos con galerías privadas, con los artistas para comisionar una obra de arte, pero consideramos el mercado como parte del sistema del arte y nada más. No soy personalmente crítica respecto al mercado del arte, soy consciente que el mercado puede producir cosas malas, como artistas que están demasiado ligados en su producción a estrategias comerciales, pero al mismo tiempo hay galerías privadas y comerciales que respeto mucho, por eso no podría catalogar el mercado del arte como algo negativo, a pesar que aquí sea esta la impresión.

Mariagrazia Muscatello

Crítica de arte, Licenciada en Filosofía por la Universidad de Parma (Italia), Magister en Comunicación y Crítica de Arte (Gerona-España). Ha sido responsable de prensa para la firma de diseño industrial Kartell en Milán, y asistente editorial para Gustavo Gili, en Barcelona. Ha publicado para diversos catálogos y revistas nacionales e internacionales, como “Flash Art”, “Artribune” y “Etapes”, entre otras.

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