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INGRID WILDI MERINO SOBRE LA EDUCACIÓN MULTIDISCIPLINARIA EN EL ARTE Y LA REFORMULACIÓN DEL ESPACIO ACADÉMICO

El último proyecto realizado por la curadora, artista visual y académica chileno-suiza Ingrid Wildi Merino (Santiago de Chile, 1963) en Chile fue Dislocación, curaduría en la que invitó a una serie de artistas e investigadores a reflexionar sobre la conmemoración del Bicentenario de la República de Chile. Actualmente, se encuentra en el país realizando un nuevo proyecto: un curso-taller en el Magíster en Investigación y Creación Artística Contemporánea (MICC) de la Universidad Mayor. A partir de una vasta experiencia académica en diferentes universidades de Europa, es invitada por la universidad a realizar este curso, marcado por la particularidad de trabajar con un territorio específico (Barrio Mapocho) y desplazar el trabajo de taller al Centro Cultural Estación Mapocho.

En este entrevista, Ingrid Wildi Merino habla sobre la importancia de la transversalidad en la práctica artística, el estado actual de la academia y el sistema de educación artística en Chile, y arroja sus impresiones sobre los cambios que se suceden en el espacio público y la arquitectura de la capital chilena.

Lucy Quezada: En Chile eres principalmente recordada por tu curaduría de la exposición Dislocación, que reunió obras de artistas chilenos y extranjeros con motivo del Bicentenario en Chile, trabajando temas como la arquitectura, las migraciones y la historia política y económica chilena. Aunque tu trayectoria como artista visual se ha insertado principalmente en el circuito extranjero, tu trabajo artístico y curatorial refleja un interés por problemáticas que cruzan a la escena chilena en su conjunto. En ese sentido, ¿cuáles serían los referentes o filiaciones con las que te identificas dentro del arte chileno?, ¿qué clase de artistas, corrientes y/o manifestaciones del arte chileno consideras que han influido tu trabajo, tanto curatorial como artístico?

Ingrid Wildi Merino: Tengo muchos tipos de referentes o filiaciones dentro del arte chileno que han sido y son parte importante en diferentes momentos para mi desarrollo como artista e investigadora, que se definen en colaboraciones académicas, y enseñanza y análisis de procesos tanto teóricos como artísticos. Además de otros momentos con participaciones o colaboraciones puntuales para curadurías.

Respecto a los referentes chilenos que han aportado a mis estudios artísticos y teóricos, a algunos los he conocido personalmente y hemos intercambiado ideas o colaboraciones, y a otros no los he conocido personalmente pero han llegado a ser parte de mi desarrollo como persona y artista. Algunos de ellos son Raúl Ruiz, Alfredo Jaar, Eugenio Dittborn, Justo Pastor Mellado, Lotty Rosenfeld, Juan Castillo, Sergio Rojas, Patricio Guzmán, Adriana Valdés, Francisco Godoy, Juan Downey, Jorge Teillier Sandoval, Nicanor Parra, Gonzalo Díaz, Humberto Maturana, Francisco Varela, Roberto Bolaño, Juan Luis Martínez, Gabriel Salazar, Claudio Naranjo, Alejandro Jodorowsky, entre muchos otros. Por ejemplo, Raúl Ruiz fue mi profesor en unos seminarios de cine que cursé en Ginebra; en otros casos, realicé colaboraciones académicas donde invité a artistas y teóricos a participar en mi taller en la Universidad de Ginebra, como por ejemplo al artista Alfredo Jaar y el crítico de arte y profesor Justo Pastor Mellado.

También hay diferentes filiaciones desde la enseñanza como profesora y tutora en diferentes universidades para estudiantes y artistas jóvenes chilenos en Europa. Un ejemplo de ello es lo que sucedió en la Akademie Schloss Solitude, en Stuttgart, donde fui responsable de la sección Video, Cine y Nuevos Medios desde 2007 hasta 2009, donde fui tutora del artista Bernardo Oyarzún, para quien gestioné una beca en 2009.

Desde la perspectiva de la filiación artístico-teórica con mi trabajo curatorial, trabajé para la exposición Dislocación con los artistas chilenos Lotty Rosenfeld, Voluspa Jarpa, Juan Castillo, Camilo Yáñez, Mario Navarro, Alfredo Jaar, Javier Rioseco y Bernardo Oyarzún, y también con los teóricos Sergio Rojas, Adriana Valdés, Justo Pastor Mellado, Fernando Balcells, Paulina Varas, Ricardo Loebell y Ramón Castillo, entre otros. Por otro lado, he colaborado también con la Galería Metropolitana, en el contexto del proyecto Dislocación, a través de sus directores Ana María Saavedra y Luis Alarcón, quienes participaron en la edición del catálogo en español de Dislocación y en las conferencias que realizamos para los lanzamientos en Santiago, Valparaíso, Concepción, Temuco y Madrid, en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Mi trabajo como artista visual e investigadora se desarrolla desde el exilio, desde mi propia experiencia de migración que tuvimos que vivir mi familia y yo, manteniendo siempre mi relación con Chile. Mis trabajos artísticos tematizan las problemáticas geopolíticas relacionadas con la migración y los efectos de la globalización que hacen que las personas migren.

Como te decía, mis referentes y filiaciones con Chile son múltiples. Partimos de Chile en 1981. En 1985 viajé de nuevo a Chile pero no para exhibir mis trabajos, sino más bien para ver a mi familia; y desde 2002 viajo casi todos los años a ver mi madre. A partir de esa época vengo realizando diferentes trabajos artísticos en Chile. En mi primera beca en 1994, en la Cité Internationale des Arts (Paris, Francia), conocí a Arturo Duclos, Catalina Mena y Mario Navarro, quienes estaban becados en París, y muchos otros artistas que por razones diversas estaban viviendo en Europa desde la época de la dictadura en Chile. En 2002 cuando viajé a Chile para la realización del video ensayo ¿Aquí vive la Señora Eliana M…? tuve como asistente a Rodrigo Vergara, además de un equipo chileno para la filmación de esta película, liderado por mi prima Loreto Salinas Merino, productora. En 2005 Hoffmann’s House presentó uno de mis videos ensayos (Si c’est elle / Si es ella) en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende en la exposición titulada Memoria de Exposiciones. Mucho más tarde realicé un taller con Raúl Ruiz en Ginebra. En 2006 fui invitada por el curador y teórico Justo Pastor Mellado a exhibir la instalación Retrato Oblicuo (Portrait Oblique) en la exposición Efecto Downey en Fundación Telefónica de Buenos Aires, y en 2007 fui invitada por Claudia Zaldívar a exponer en la Galería Gabriela Mistral y el Museo de Arte Contemporáneo. En 2007 fui invitada por la Embajada de Suiza en Chile a realizar un concepto expositivo, a partir del cual comencé a concebir el concepto para la exposición Dislocación en Santiago de Chile y Berna, Suiza.

Conceptualización de la muestra Dislocación. Cortesía: IWM

L.Q: Teóricos como Gerardo Mosquera y Sergio Rojas han decretado que la tradición del arte chileno es fundamentalmente académica, en el sentido de poder construirse una historia del arte chileno a través de la historia de la enseñanza artística en Chile. En la actualidad, esta situación se contrasta con las más de quince escuelas de arte abiertas a lo largo del país, versus la Universidad de Chile y la Católica, que han marcado pauta a lo largo de la historia del arte chileno. La explosión del mercado universitario, en ese sentido, impacta también a la enseñanza de las artes visuales. Teniendo en cuenta esto y el taller que estás impartiendo en la Universidad Mayor, ¿qué opinas sobre esta situación tan particular del arte chileno? Estando afuera, ¿hasta qué punto la percibes?

I.W: La situación de la explosión del mercado universitario en Chile ha sido bastante mediatizada. Sin embargo, podemos ver realidades similares en otros países, tanto en el contexto latinoamericano como en algunos países de Europa y América del Norte. Sobre tu pregunta de acerca de la cantidad de escuelas de arte en todo el país, creo que son necesarias, dado que somos un extenso país con una extensa geografía con diversidades culturales. El problema no radica en la cantidad de universidades sino cómo podemos sustentar una educación de calidad que sea accesible a todas las chilenas y chilenos en nuestro país. Con esto no quiero minimizar la problemática económica chilena actual sobre el acceso a una educación gratuita. Sólo quiero señalar que la problemática actual chilena sobre la educación es estructural, y posee una genealogía histórica construida desde ciertas miradas republicanas que han facilitado que la educación sea un bien de consumo y no un derecho social, donde el Estado y el gobierno deberían tener un rol central en la planificación educacional y laboral para el futuro de la educación a nivel nacional.

Creo que es insostenible un modelo como el existente, donde los endeudamientos de los estudiantes alteran la función social democrática de la educación. Esta problemática nos hace reflexionar y preguntarnos para quién es la educación, y obliga a la formulación de la academia con respecto a las artes y el arte contemporáneo. Así se abre un espacio real, crítico, incluyendo reflexiones desde el exterior de la academia. Este problema político y económico de la educación genera que la relación entre academia y arte tenga que repensarse a sí misma: desde dentro y fuera de la academia.

Justamente el MICC, desde las perspectivas de su equipo gestor, se plantea críticamente estas problemáticas sobre la realidad chilena. Este programa se basa en las necesidades de replanteamientos educativos interdisciplinarios, transversales, pluridimensionales con geografías variables al reconectarse con espacios culturales, rearticulando y rearticulándose en relaciones con espacios “otros”, esto no sólo desde el contexto académico. En este caso, el taller que dirijo, Cuando las actitudes devienen formas; al otro lado del río Mapocho, en el Centro Cultural Estación Mapocho, donde invito a los alumnos a relacionarse con el contexto e historia del barrio y sus habitantes, es un intento por abrir el espacio académico, e incluso reformular la concepción misma de lo que se define como “espacio académico”.

L.Q: Esta reformulación del espacio académico resulta refrescante para la enseñanza universitaria de las artes en Chile. Además de ello, el Centro Cultural Estación Mapocho se ubica en un barrio céntrico de la capital y a la vez relegado, que presenta contrastes tan marcados como la Feria Ch.ACO durante octubre y la presencia del mercado La Vega Central a unas cuantas cuadras. ¿Qué te motivó a aceptar esta invitación de trabajar desde/con este lugar tan particular de Santiago?

I.W: Fui invitada por el Magíster en Investigación y Creación Artística Contemporánea (MICC) de la Universidad Mayor a realizar un taller en el Centro Cultural Estación Mapocho. Lo que me motivó a la creación de este taller de investigación artística y teórica es, por una parte, la posibilidad de formar un taller de estudio interdisciplinario con participantes de diferentes campos, para elaborar análisis y complementar perspectivas que excedan a una mirada únicamente estética; donde el estudiante pueda tener acceso a otras áreas y contextos. Para esto decidí contactar a Patricio Lepe Carrión (profesor de filosofía), Simón Castillo Fernández (historiador), además de colaborar con los profesores que son parte del MICC. Vengo realizando este tipo de talleres con colaboraciones desde diversos campos de estudio desde hace muchos años en Suiza, los que han demostrado muy buenos resultados para el análisis en los trabajos de los estudiantes, tanto teóricos (tesis de master) como también prácticos. En el caso del taller en Santiago, la intención es que los estudiantes tengan el máximo de referencias para sus investigaciones en el contexto del Barrio Mapocho, apuntando a la historia de los inicios de Santiago (“chimba” significa en quechua “del otro lado”); por esto también el título Cuando las actitudes devienen formas; al otro lado del río Mapocho. Al respecto me gustaría citar un fragmento de la tesis doctoral del historiador Simón Castillo Fernández El río Mapocho y sus riberas (Espacio público e intervención urbana en Santiago de Chile 1885-1918), el cual provocó en mí el interés para que los estudiantes pudieran iniciar sus trabajos de investigación artísticos:

Dentro de las nuevas áreas en las que ha profundizado la historia urbana, el estudio del espacio público es crucial para comprender aspectos de la forma y la cultura que dan sentido a la ciudad. El espacio público se destacaría, siendo muy breve, como un espacio urbano que expresa en buena medida las relaciones entre la sociedad civil y el estado. Lugar de expresión de las relaciones humanas, de libre circulación y de poder que da identidad y coherencia a una urbe, pero también lugar del poder que vigila, autoriza y restringe los usos que en él se producen. Pues bien, ese espacio público puede sugerirnos bastante acerca de la formación de nuestra cultura urbana: una cultura que en el caso de Santiago sólo comenzó a cimentarse durante las primeras décadas del siglo pasado. Al respecto, una primera aproximación al espacio público es entenderlo como un lugar “producto de una colisión, fugaz e inestable, entre forma y política […] es espacio público en tanto es atravesado por una experiencia social al mismo tiempo que organiza esa experiencia y le da formas”

El taller Cuando las actitudes devienen formas; al otro lado del río Mapocho, es un título tomado de la exposición del curador suizo Harald Szeemann When Attitudes Become Form: live in your head, en el Kunsthalle de Berna, en Suiza, en 1969, trabajo curatorial que admiro. Presentaba las actitudes de los artistas en confrontación al contexto político en las artes en Berna, Suiza. Ahora, situando el taller Cuando las actitudes devienen formas; al otro lado del río Mapocho, es un trabajo de estudio para los estudiantes en colaboración con otros docentes: el historiador Simón Castillo Fernández, el profesor de filosofía Patricio Lepe Carrión, la investigadora en arte Jennifer Mc Coll, la investigadora escénica María José Cifuentes, el docente en estudios culturales Cristóbal Bianchi y el arquitecto Arturo Torres, entendiéndose como un trabajo en equipo. Este taller se centra en procesos de investigación de los estudiantes del Master (MICC) “analizando las espacialidades simbólicas” (Alejandro Grimson, “Culture and Identity: two different notions” en Social Identities, 2010), y la historia y memoria del barrio Mapocho desde las subjetividades de los estudiantes, cuestionando los puntos en común y qué es “lo común”, además de interrogarse respecto a qué es “lo público” en el contexto del Barrio Mapocho. Los estudiantes realizan investigaciones sobre las formas en que los artistas podemos relacionarnos o no con los espacios públicos y sus habitantes, poniendo en claro que no se trata de trabajos sobre “estética relacional”, sino más bien -según palabras de Jacques Rancière- con la idea de un arte crítico: “Un arte crítico es un arte que sabe que su efecto político pasa por la distancia estética”, aunque no tenga garantizado su efecto en la audiencia, pero que en cambio elige las tensiones y entrelazamientos de su obra con las potencialidades de sus espectadores.

Ingrid Wildi Merino, La entrevista terminada, entrevista interminable, 2009, video instalación en cuatro pantallas, DVD. Vista de la instalación en la Bienal de Mercosur, Porto Alegre, Brasil, 2009. Cortesía de la artista

Ingrid Wildi Merino, La entrevista terminada, entrevista interminable, 2009, video instalación en cuatro pantallas, DVD. Vista de la instalación en la Bienal de Mercosur, Porto Alegre, Brasil, 2009. Cortesía de la artista

Ingrid Wildi Merino, La entrevista terminada, entrevista interminable, 2009, video instalación en cuatro pantallas, DVD. Vista de la instalación en la Bienal de Mercosur, Porto Alegre, Brasil, 2009. Cortesía de la artista

L.Q: Respecto a este interrogarse acerca de lo público y lo común, se me ocurre pensar en un importante trabajo tuyo en que la arquitectura de Santiago juega un papel importante. Con La entrevista terminada; entrevista interminable fuiste invitada por Mario Navarro a la 7ª Bienal del Mercosur (2009). Partiendo desde ahí y pasando por tu curaduría para Dislocación, además de la participación de investigadores en arquitectura dentro de tu taller para el MICC, ¿cómo tanteas los últimos cambios en el espacio público y la arquitectura de la capital chilena? ¿Qué opinas sobre el impacto de una arquitectura que interviene el paisaje social y natural de Santiago (el ejemplo más elocuente es el edificio Costanera Center del empresario Horst Paulmann, que mira y es mirado desde muchos puntos de la ciudad)?

I.W: Mi instalación Entrevista terminada; entrevista interminable era una obra que reflexionaba no sólo sobre la arquitectura en Santiago, sino cómo el ser humano en el mundo está obligado a relacionarse con la mundialización y economía neo-liberal global. Específicamente sobre tu pregunta acerca de cómo tanteo los últimos cambios arquitectónicos de Santiago, podría decir que desde lo que he leído sobre la construcción y críticas acerca de la utilidad del Costanera Center como mall, comparto las críticas de algunos arquitectos chilenos sobre éste; los esfuerzos críticos que dan a ver la ciudad como máquina de producción de sentido, en una suerte de interconexión entre las experiencias individuales y las representaciones de la cultura, la arquitectura y la arquitectura social juegan aquí un rol fundamental como sustancia de la construcción social de realidades. Resulta imprescindible restituirle a la subjetividad humana el lugar central que debe tener en cualquier perspectiva de integración, ya sea cultural, social, política (y otras) desde la cual debe pensarse la producción del espacio. Estamos tan ansiosos de ser una ciudad y país moderno con hiper conectividad global, sin mirar qué sucede con nosotros, en nuestro entorno más cercano. ¿Pensamos en nuestra historia local? Nos fascina pensar en la modernidad de una forma casi naif ¿Desde dónde se piensa la modernidad? Al respecto, pienso en una cita de Marcelo Molina Schwarzenberg, arquitecto de la revista R8:

Se piensa en ciudades del mundo, más allá de toda escala, sin límite y proporción humana. Los nuevos super edificios están diseñados pensando en las superciudades, en las superestructuras y en la supercultura mediática de la globalidad conectada, informatizada y digitalizada, donde la desaparición de toda individualidad y particularidad local es casi siempre un resultado inevitable. Los nuevos hitos de la modernidad urbana definen una escala referencial radical, completamente diferente de toda relación entre arquitectura y configuración de entorno a la que hasta ahora hemos estado acostumbrados en nuestras ciudades chilenas. Hoy estas estructuras nos hablan de vanguardia, desarrollo económico, modernidad, futuro, tecnología, globalidad, marca, sello, estilo, competencia, ciudad vertical, edificios inteligentes y sustentabilidad, entre otros. En este nuevo paradigma de la modernidad ¿cómo calza el chileno medio dentro de cada uno de estos conceptos? En su condición de ícono cultural e hito socio-referenciador, articulan una nueva dimensión territorial al vincular redes urbanas mucho mayores, donde el habitante común desaparece y se confunde con la masa… La escala de la nueva superciudad determina la escala de sus nuevos hitos, que por cierto, ya no sólo son visuales, sino que en su condición sígnica son mucho más complejos en cuanto a información”. 

Últimamente he visitado el Costanera Center, un edificio que no está para nada pensado para la comuna de Providencia. Conozco muchísimos centros comerciales en Europa cuyas características son similares al Costanera Center, pero mucho más pequeños, donde el consumismo sucede de la misma manera, pero el impacto urbanístico y la cantidad de visitantes es diferente. En Universia se señalaba: “Han salido críticas desde todos los sectores por el emplazamiento del centro comercial, así como por su peculiar fálica arquitectura que se impone en el paisaje e interrumpe lo bello que puede ser mirar hasta nuestra cordillera. Al cumplirse dos años de haber sido inaugurado Costanera Center, las proyecciones no se acercan ni siquiera a los cálculos iniciales de renta. Costanera Center recibe hoy a 90 mil personas cada día -32 millones al año-, según cifras de Cencosud, un cálculo bastante menor al que hacían en 2011: 48 millones en doce meses; es decir, un 33% menos a lo esperado. Al interior del holding aseguran que sus ventas superan a los principales operadores de Santiago (Parque Arauco y Alto Las Condes) y estiman que seguirán “creciendo de manera muy positiva” en los próximos años”.

Estas críticas que sólo remiten al problema estadístico económico que puede tener el Costanera Center no reflexionan sobre lo que en la realidad, y desde muchos aspectos, afecta a la población, además de no abordar el tipo de realidad que crea un edificio de tal envergadura. Desde la Municipalidad de Providencia, el concejal Nicolás Muñoz explica que no se cree que sea un aporte a la comuna (las torres y el mall). Por otro lado, se asegura que trae ingresos a la Municipalidad de Providencia, pero al mismo tiempo eso no basta. Al respecto, el mismo concejal declara: “El compromiso con los espacios públicos, con el respeto al entorno y con un modo de vida distinto al que de alguna manera propone el Costanera Center, que le sacó el jugo hasta el último centímetro cuadrado a su terreno, importándoles poco una visión de desarrollo urbano más compartida”.

Constato, entonces, que seguimos en el sin fin de una compleja relación con nuestra realidad. Como Walter Benjamin decía, el mundo vive tan extranjero de sí mismo que el espectáculo de su propia destrucción conlleva a un goce estético con aberraciones de este tipo. El “angelus novus” (ángel de la historia) sólo es capaz de mirar como espectador hacia el pasado, y contemplar las “ruinas” desde esa distancia llamada historia.

Lucy Quezada

Nace en Talagante, Chile, en 1990. Investigadora, Licenciada y Magíster en Teoría e Historia del Arte por la Universidad de Chile. Actualmente es estudiante del Doctorado en Historia del Arte en la Universidad de Texas en Austin (Becaria Fulbright-Conicyt). Ha publicado en diversos libros, revistas y catálogos sobre arte chileno, y ha participado en encuentros sobre arte contemporáneo e historia del arte en Chile, Venezuela, Argentina, México y Perú.

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