Apostando al Performance
RoseLee Goldberg ha sido sin duda una de las principales agentes del «renacimiento» y multiposicionamiento de la performance en los últimos años. Su investigación seminal Performance Art: From Futurism to the Present (publicada por primera vez en 1979 y ahora en su tercera edición) es considerada como «la» publicación para entender el desarrollo del género, y de hecho ha sido traducida a más idiomas (ruso, chino, croata, francés, japonés, coreano, portugués y español) que cualquier otra de su clase.
Cuando era directora de la Royal College of Art Gallery (RCA) de Londres, Goldberg creó un programa que fue pionero en su enfoque integrador del comisariado de exposiciones, performance y simposios, al involucrar directamente a los distintos departamentos de la RCA. Como curadora de The Kitchen, en Nueva York, continuó abogando por que las prácticas multidisciplinarias tuvieran su importancia, al establecer un espacio de exposición junto a una sala de proyección de videos y un ciclo de performances. Fue aquí donde Goldberg curó las primeras muestras individuales de Cindy Sherman, Sherri Levine, Robert Longo, Jack Goldstein y The Kipper Kids.
Más recientemente, su visión en la creación de la bienal Performa ha sentado un precedente para este arte que ahora está comenzando a hacerse visible en la programación de los museos, e incluso, en las ferias de arte.
El impacto Goldberg
Uno de los casos más llamativos de la posible influencia que ha tenido Goldberg como promotora de la performance en los establecidos circuitos internacionales de arte es la feria Art Basel, sobre todo tomando en cuenta que, históricamente, la performance ha sido considerada como la práctica artística más anticomercial. El proyecto 14 Rooms, curado por Klaus Biesenbach y Hans Ulrich Obrist, en colaboración con la Fondation Beyeler y Theater Basel, fue una de las grandes atracciones de Art Basel 2014, no sólo al incorporar un componente de espectáculo en vivo a la experiencia de ir de compras a la feria, sino al presentar nombres famosos y populares como los de Marina Abramović, Damien Hirst y Yoko Ono. Una apuesta segura, sin duda, tratándose de performance.
Los grandes museos, atrapados en la política de atraer públicos masivos, también se han sumado. Tate Modern de Londres, por ejemplo, construyó en 2012 The Tanks, «el primer museo del mundo dedicado al arte en vivo y la instalación», un lugar para la contemplación, para el espectáculo y la interacción, para demostrar cómo la práctica del arte contemporáneo ha evolucionado desde los años 50 hacia áreas como la performance, el cine y la acción participativa.
A esto se suma el teatro que albergará el nuevo edificio del Museo Whitney, que abrirá el próximo año en el distrito Meatpacking de Nueva York y, significativamente, el controvertido plan de expansión del MoMA hacia el edificio contiguo del Folk Art Museum -forzando su desplazamiento-, que contempla un gran espacio abierto para la performance.
También en Nueva York, el New Museum acaba de presentar la primera exhibición en un museo neoyorquino del artista multidisciplinar islandés Ragnar Kjartansson, en donde la pieza central, Take Me Here by the Dishwasher: Memorial for a Marriage (2011-2014), involucró a diez músicos tocando una composición en vivo durante el período de la exposición.
Estados Unidos ha elegido a Joan Jonas, aclamada artista del performance multimedia y figura precursora del video-arte, como la representante de su pabellón nacional en la próxima Bienal de Venecia. En Brasil, en la Pinacoteca do Estado de São Paulo, Tino Sehgal -el artista que haciendo performance ganó el León de Oro de la última Bienal de Venecia– presentó hace poco «situaciones construidas», donde actores, bailarines, cantantes y visitantes iban componiendo la obra que ocupó los espacios de circulación del museo. Su trabajo, sin embargo, parece escapar ciertos dictámenes del mercado.
Como nos reseñó Mariagrazia Muscatello, las coreografías de Sehgal «no son de ninguna manera coleccionables y lo que se vende son gestos que no perduran, efímeros, o el derecho a representar y producir su obra en los museos y galerías. Tino Sehgal niega el derecho a hacer videos o fotografías de sus performances, evadiendo así la forma en que los demás artistas de la performance lograron ser coleccionados, convirtiendo el momento experimentado entre los actores y el espectador en el único registro de su obra».
Mientras, en Londres, el público hace fila durante horas frente a la Serpentine Gallery para ver a -y participar con- Marina Abramović en su «performance sobre la nada», 512 Horas, «una experiencia en la que el público se convierte en el cuerpo performático, participando en la entrega de un momento sin precedentes en la historia del arte de la performance», según el comunicado de prensa.
Y es que en nuestra actual sociedad cosmopolita, cada vez más individualista y virtual, la promesa del contacto íntimo y directo que ofrece la performance parece ser el antídoto perfecto. «La performance está llegando a un público más amplio ahora», dijo a The Art Newspaper Hans Ulrich Obrist, co-director de las Serpentine Galleries en Londres y co-curador de 14 Rooms. «La era de Internet ha hecho más urgente la necesidad de experiencias en vivo».
Pero, ¿es ésta necesidad legítima? ¿De dónde viene, quién la crea? ¿Presentar y coleccionar performance son actos impulsados por la pasión más que por un deseo práctico de inversión?. Si bien RoseLee Goldberg considera que «lo que se está comprando es una relación con el artista», otros sospechan que el mercado finalmente se pondrá al día. O como dijo el artista Christian Falsnaes en una reciente entrevista con Kaleidoscope: «En el capitalismo post-industrial, hay un mercado para todo».
Performance Now
Goldberg ha producido no sólo una bienal exclusiva de performance y varias publicaciones, sino una muestra itinerante, Performance Now, que reúne obras de 21 artistas de todo el mundo que han estado creando performances desde el 2000 a la actualidad, un período que ha sido testigo de un crecimiento exponencial en el campo.
Co-organizada por Performa e Independent Curators International (ICI), en Nueva York, esta muestra ya se ha presentado en Wesleyan University, Connecticut, EEUU; Middlebury College Museum of Art, Vermont, EEUU; The Jewish Museum and Tolerance Center, Moscú, y ahora se instala en el Delaware Art Museum de EEUU.
Esta presentación en Delaware, la primera que el museo dedica en toda su historia a la performance, reúne a algunos de los artistas ya aquí mencionados: la misma Abramović, Allora & Calzadilla, Jérôme Bel, Christian Jankowski, Jesper Just, Ragnar Kjartansson, Spartacus Chetwynd, William Kentridge y Clifford Owens, entre otros.
Junto con esta exposición itinerante, el museo presenta Retro•active: Performance Art from 1964-1987, que ofrece una visión histórica de la performance bajo la curaduría de Margaret Winslow, su Curadora Asociada de Arte Contemporáneo. Seis obras seminales de los artistas Chris Burden, Dan Graham, Joan Jonas, Paul McCarthy, Yoko Ono y Carolee Schneemann trazan este momento crucial en el desarrollo de la performance, y proporcionan un contexto para los trabajos más actuales incluidos en Performance Now.
Ambas exhibiciones incluyen objetos, material efímero, sonidos, y videos presentados en monitores y grandes proyecciones a la pared, revelando cómo la performance, un acto vivo, puede ser capturado por los artistas y transformado en un nuevo trabajo que contiene el mismo poder y contenido de la obra original.
Un siglo después de que los Futuristas italianos insistieran en un compromiso más directo con su público y solicitaran a artistas de varias disciplinas -danza, cine, teatro, música, arquitectura y diseño- unirse a su causa, la performance multidisciplinaria, de cruces de medios y variada en formato de los artistas visuales contemporáneos se ha convertido en algo fundamental para nuestra comprensión del desarrollo de las ideas y sensibilidades del arte actual. En el 2005, cuando Goldberg puso en marcha Performa, predijo que la performance se convertiría en «el medio artístico del siglo XXI». ¿Ha llegado su momento? ¿O estamos frente a la última apuesta de capitalización de los grandes curadores, ferias y museos?.
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