El Renacimiento Visual de John Berger
Una catarata es algo que obstruye el paso; también un rastrilllo, una verja levadiza. El crítico de arte y pintor inglés John Berger (Londres, 1926) sufría de cataratas, en ambos ojos, el izquierdo y el derecho, hasta que decidió operarse. Cataratas (Gustavo Gili, 2014) cuenta esa experiencia en carne propia: la de descubrir (de nuevo) la luz, la de salir de ese encierro borroso. Y viene aderezado este cuaderno de notas con unos dibujos pulcros, elegantes, hermosos, de Selçuk Demirel.
Nos recuerda Berger que los seres humanos nos movemos y vivimos a través de la luz, igual que los peces en el agua. Y es que la luz otorga una cualidad prístina, “de primicia”, a todo aquello que ilumina. Berger lo sentencia así: “La extracción de las cataratas es comparable con la extracción de una forma particular de olvido”. Y ese olvido podría ser aquel saber con el que Berger nos enseñó a mirar el arte europeo, en su serie documental para la BBC que luego se convirtió en libro: Ways of seeing, de 1972.
Porque sin luz todo es un preludio; y en esa oscuridad, en ese compás de espera, vivía Berger antes de que le operaran de cataratas, antes de que se produjera su renacimiento visual y se pudiese dar a la experiencia renovadora de la luz, que es principio continuo y eterno. Vuelven los colores a la mirada de Berger tras las operaciones: los azules puros, esos azules contenidos en ciertos verdes, ciertos morados y magenta y ciertos grises. Azules que crean el brillo de la plata o de la hojalata. Como si frente a sus ojos corrieran múltiples peces huidizos, dejando una estela de brillos plateados.
Berger comienza a ver más lejos y se le alarga toda medida de longitud, la precisión de los detalles adquiere una importancia olvidada y así los espacios se intensifican, aumenta su percepción lateral, así como de la escala comparativa y se vuelve más consciente de las cosas que le pasan por delante. Imagina múltiples horizontes alternativos que le devuelven, de alguna manera, a la blancura cándida de la infancia, a esos blancos que el tiempo había venido apagando: “Como si la luz y aquello que ilumina llegaran en el mismo instante”, nos dice. Y en la densidad de la tinta negra con la que escribe las notas contenidas en este libro percibe otros colores que se esconden, y con los que gana intimidad, pues se le quedan desnudos frente a los ojos.
Compara Berger la transformación de su experiencia de mirar como quien, de pronto, se encontrase en una escena pintada por Johannes Vermeer. Un sentimiento fresco, cubierto de una suerte de “rocío de luz” que deja aparte el ruido de las sombras; un sentimiento que goza del talento perdido de la mirada. Un talento que “entraña invariablemente cierto esfuerzo y resistencia, así como elegancia y utilidad”. Una nueva visibilidad que no es solo un don, si no también un triunfo. El triunfo de los médicos, así como el triunfo del propio cuerpo.
Después de las cataratas eliminadas, Berger descubre “la cosa en sí y también su lugar entre las cosas”. Es decir, que se re-descubre a sí mismo a fuerza de re-encontrarse con la realidad.
John Berger, Cataratas, con dibujos de Selçuk Demirel, traducción de Pilar Vázquez, Editorial Gustavo Gili, 2014, 63 páginas.
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