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Vaticinando un Desenlace Con Roman Signer

En 1992, cuando aún ninguna sala de arte se había mudado al barrio céntrico de la Postdamer Straße en Berlín, en lo que hoy se ha convertido sin embargo en el centro de las galerías de la ciudad, la Galerie Barbara Weiss decide instalarse anticipadamente allí. Luego, apenas los precios de los alquileres de esta zona comenzaron a subir, se traslada la galería a la calle Zimmerstraße. Y finalmente, desde el 2011 hasta la actual fecha, permanecerá en el barrio de Kreuzberg.

Es en esta última sala donde se exhiben actualmente las seis nuevas obras escultóricas del artista suizo Roman Signer. Se trata de un espacio relativamente amplio y de un solo ambiente. Una sala que durante la inauguración de dicha muestra, gracias a su fría e incandescente iluminación, nos ha querido revelar de forma vanidosa todo sus detalles: la procesión de sus tres blancas columnas en el centro, su piso de parqué obscurecido, las seis esculturas apostadas uniformemente en la sala, el intermitente vino blanco sobre la mesa del fondo, el sosegado público, la galerista y el artista.

 

Vista de la exposición Neue Skulpturen, de Roman Signer, en Galerie Barbara Weiss, Berlín, Cortesía de la galería

Vista de la exposición Neue Skulpturen, de Roman Signer, en Galerie Barbara Weiss, Berlín, Cortesía de la galería

 

Esta es la segunda invitación a exponer que se le hace a Roman Signer por parte de la galería. Ya en el 2007, había presentado su muestra Vier Skulpturen (Cuatro Esculturas) en las antiguas dependencias de la Zimmerstraße. Sin embargo, para esta nueva ocasión, Signer ha traído consigo sus Neue Skulpturen (Nuevas Esculturas), que podríamos tender a leer como dispositivos de prueba, la gran mayoría aún jamás utilizados, y que el artista deja acá como piezas en off durante toda la muestra; como si recién desempacadas, y antes de hacerlas funcionar, se pusiesen todas ellas directamente a disposición de la mirada desconcertante de un público no familiarizado con su técnica. Una intromisión repentina en la antesala de los experimentos insensatos del artista.

Tal vez sea aquella belleza incompleta de una obra, aquella que coquetea posibles desenlaces que nunca han de llegar, lo que impulsa hoy esta visita curiosa y no guiada.

La visita a las nuevas esculturas de Roman Signer comenzará con una copa semi llena de champagne sobre una pequeña mesa de madera, como si minutos antes algún visitante por descuido la hubiese olvidado ahí. En su parte inferior, sin embargo, y a través de un agujero en la mesa, una manguera plástica la conecta con la boca de una botella llena de champagne que yace sobre el suelo. Esta obra lleva por título Pommery, y este es además el apellido del fundador de la bebida y actual nombre de la marca. Dado el modo en como los elementos han sido acá dispuestos, podríamos atrevernos a suponer un posible desenlace. Una suerte de accidente prematuro. Si es que llegásemos a agitarla, el gas emanado de la botella haría lo suyo y la copa terminaría entonces por caerse. Pero este accidente no ocurrirá. Por lo menos no hoy.

 

Vista de la exposición Neue Skulpturen, de Roman Signer, en Galerie Barbara Weiss, Berlín, Cortesía de la galería

Vista de la exposición Neue Skulpturen, de Roman Signer, en Galerie Barbara Weiss, Berlín, Cortesía de la galería

 

Un poco más allá, presionada por una correa de plástico de color naranja, nos acercamos a una llanta de bicicleta fijada a una gran muralla de la sala. La obra, Rad (Rueda), es una pieza que pareciese padecer una eterna inmovilidad. Aquel apremio que la obliga a resistir silenciosamente frente al volumen del espacio expositivo y que finalmente no ha de permitirnos hoy girarla.

Muy cerca de ahí, recostada sobre el suelo, la obra Skier in Aluminiumrinnen (Esquís en canaletas de aluminio) emerge repentinamente por debajo de todas las miradas. Son dos canaletas de aluminio dispuestas paralelamente y muy cerca una al lado de la otra. Cada una encierra un esquí blanco aparentemente nuevo. El refinado diseño de los esquís, aquel que los hace ser perfectamente deslizables sobre la nieve, no será puesto a prueba. Encallados en aquel compacto formato, esta vez sólo podrían llegar a moverse levemente.

Tal vez la obra más llamativa de la exposición viene a ser un pequeño motor a bencina que ha de girar dos hélices y fijado todo sobre a un par de esquís rojos. Esta obra, Motor mit Propeller (Motor con hélice), es la única de la exposición que ha sido utilizada con anterioridad. Aquellos vestigios de su uso son delatados a través de su descascarada pintura roja. La obra fue puesta a prueba en una colina cubierta de nieve en la región de Appenzell, la zona de Suiza donde Signer nació. Aquel registro no se enseña aquí. Una vez más debemos pesquisar su función a partir de un evento ausente.

 

Roman Signer, Motor mit Propeller , 2013, 118 x 106 x 166 cm, Foto Miguel Rozas

Roman Signer, Motor mit Propeller , 2013, 118 x 106 x 166 cm, Foto Miguel Rozas

 

Roman Signer, Versuchsanlage, 2013, 124 x 206 x 355 cm, Foto Miguel Rozas

Roman Signer, Versuchsanlage, 2013, 124 x 206 x 355 cm, Foto Miguel Rozas

 

En la última esquina de la sala, al otro extremo de la entrada, la obra Blauer Schlauch (Manguera azul) intentará un diálogo más reconciliador con el espacio. Nos encontramos frente a una manguera transparente suspendida desde lo alto de la sala y que deja entrever un liquido azul en su interior. Su extremo inferior cae hasta extenderse por sobre el suelo para ser presionada a su vez por una gran viga de madera que yace sobre ella. Tendemos a reconocer una predominante línea azulada. Un líquido que en definitiva no llega a deslizase, sino que termina por someterse a aquella forma que le ha sido asignada.

Finalmente, arribamos la obra Versuchsanlage (Instalación de prueba). Se trata más bien de un área de prueba. Un modelo diseñado para examinar el movimiento de un pequeño robot de cuatro ruedas. La obra es una construcción en madera instalada sobre seis caballetes. En su superficie existe un agujero. Uno suficientemente ancho como para que pudiese llegar a pasar el robot a través de él dejándolo así caer al suelo. Para amortiguar esta hipotética caída, se ha puesto una pequeña colchoneta por debajo. Sin embargo, el robot jamás ha sido puesto a prueba.

Una vez más las nuevas obras de Signer nos arrastran a la llana merced a un acto interrumpido. Se trata de un conjunto de obras que podríamos en definitiva leerlas como autores de una dilatada y excitante insinuación. Una que, a diferencia de aquellos experimentos con resultados estéticos que ponían en riesgo a Signer desde los años setenta en adelante, ha decidido esta vez protegernos como observadores parapetados detrás de las murallas de una galería de arte. Se trata de una obra que no correrá el riesgo por el disparo de un revolver (Old Shatterhand , 2007), la explosión convertida en espectáculo (Action Kunst-Buffet Bad Bf Basel, 1989), la caída repentina y a gran altura de varios litros de agua (Eimer, 2002), o bien simplemente el agotamiento de los materiales expuestos a situaciones extremas e irreversibles en muchas de sus acciones. Las nuevas esculturas del artista no pretenden asumir con los costos que pudiesen llegar a ser desencadenados por un posible desastre mayor. Un riesgo que a la audiencia, sin embargo, suele embelesar.

Aquellos delirantes actos antes mencionados solían ser documentados para luego ser exhibidos a aquel público consentido de ingeniosas epopeyas. También otros artistas suizos como Jean Tinguely o el dúo Peter Fischli & David Weiss encarnan, bajo aquel contexto, aquella comedia de incongruencias en cadena. Un desenlace no vaticinado que conducirá a resultados siempre singulares. Aquí recae justamente la atracción por aquello no pragmático de una sociedad que se regocija de prever todos sus actos, de anticiparse a los simples hechos; el humor silencioso y a veces demasiado circunspecto de infortunios que nunca arriban y solo podemos llegar a imaginarlos. Aquellos que más bien terminan por congelarse previamente para ser expuestos directamente así en una sala de arte bien ubicada e iluminada como ésta.

Francisco Rozas

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