Demian Schopf:los Coros Menores
Los Coros Menores, la primera muestra individual de Demian Schopf en la galería González y González, está conformada por una serie de retratos fotográficos de bailarinas y bailarines de algunas fiestas religiosas del norte de Chile, del altiplano boliviano y peruano. Signadas por un peculiar sincretismo entre elementos católicos y aymaras, dichas fiestas están marcadas por la persistencia de elementos religiosos de la etnia “Uro”, cuyas creencias ya habían sido absorbidos por los Aymaras antes de la llegada de los españoles.
Poco queda de los Uros pero, aunque la mayoría de ellos adoptó el aymara como lengua materna, se ha mantenido su creencia en el dios Wari, asociado al magma, a los volcanes, al fuego subterráneo y a los temblores. Tras la llegada de los Conquistadores –y de su credo–, Wari (o Huari, o también Supay) fue homologado al Lucifer de los católicos. Así (re)nació el Diablo: ahora en la «Diablada» católica-aymara y post-colombina ¿qué mejor patrón para los mineros de la Colonia que el mismísimo Señor del Inframundo o “Tío de la Mina”?
Como parte de su estrategia evangelizadora, la Iglesia fomentó –y fomenta– la persistencia de este culto sincrético al Supay, pero con la condición de que sea asumido como un sub-culto del culto mariano. La Diablada, entonces, no es otra cosa que una procesión –musicalizada y teatralizada– que culmina con los diablos derrotados por el Arcángel Miguel inclinándose ante la Virgen. Ello explica el nombre de la principal protagonista de cada fiesta: la Virgen de La Tirana –que fue un asentamiento uro–, la Virgen de la Candelaria en Puno –donde existen las islas de totora de los uros (conocidas como islas flotantes hoy convertidas en atracciones turísticas)– o la Virgen del Socavón en Oruro (nombre que viene de “Uru-Uru”).
Sin embargo, el espectro de personajes no se agota ahí –en los “Diablos” y en sus “Diablesas” y “Chinas Supay”– porque está estrechamente vinculado, además, a otras problemáticas históricas y sociales de la zona minera del antiguo Alto Perú. Así, el látigo del “Caporal” es el látigo del capataz de los mineros –a menudo esclavos negros o indios mitayos –; el vestido con forma de tinaja del “Moreno” representa al esclavo negro en el lagar pisando la uva para obtener el mosto.
Actualmente, el sincretismo de estas manifestaciones ha sufrido una considerable amplificación que se expresa, entre otras cosas, en los mismos trajes de los bailarines. Debido a la incorporación de elementos de la cultura popular de masas, abundan elementos como las telas fluorescentes –especialmente desde la década de los setenta, cuando la psicodelia llegó a Bolivia y Perú–, los dragones asiáticos, los hilos de oro y un sinfín de variaciones ornamentales made in China.
El traje se ha vuelto un símbolo de status que puede llegar a costar hasta veinte mil dólares, situación que se da en una clase comerciante emergente conocida como “burguesía chola”, y cuyo personaje más característico es el “Ch’uta”. La burguesía chola está constituida por emigrantes que se han asentado en las afueras de las ciudades formado sus propias ciudades, siendo la ciudad de El Alto –en las inmediaciones de La Paz– su ejemplo más emblemático. La burguesía chola continua residiendo –y operando comercialmente (a veces al filo de lo legal)– en zonas periféricas y marginales cercanas a vertederos, lugares en los que Schopf ha escogido tomar los retratos.
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Son estos vertederos que, sintomáticamente, envuelven estas poblaciones marginales como cinturones de basura y que por demasiado evidentes se han vuelto invisibles, donde conviven el fulgor suntuario de hilos de oro y las telas importadas de Asia, con ese otro fulgor, el de la basura. Es el saldo indeleble del choque entre la sociedad de consumo y la emigración campesina, constituida en poder económico, social y político emergente, expresada en hilos y dientes de oro en medio de un basural tornado en un paisaje que nunca dejó de ser distópicamente cotidiano y condenadamente tercermundista, entrópico y expresión de las más brutal desigualdad social y desregulación económica. En Bolivia el mercado se regula solo y es ésta solo una de las caras visibles de esa desregulación.
Demian Schopf: Los Coros Menores
14 de enero al 18 de marzo 2012
Galería González y González, Santiago
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