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MITO Y ORALIDAD GUARANÍ EN LA OBRA DE BERNARDO OYARZÚN

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Convivió por dieciocho días con los guaraníes en Brasil y tuvo acceso a los lugares considerados prohibidos para el “blanco”. Como artista, viajero e investigador cultural, se convirtió en “un hermano más” para esta etnia indígena del sur brasileño. “Hay algo precioso en la relación que tienen los guaraníes con el fuego, los mitos y la cultura oral”, cuenta Bernardo Oyarzún sobre esta experiencia, la primera con una comunidad indígena fuera de Chile, y de la que parte el proyecto que presenta actualmente en la 8va Bienal de Mercosur.

El artista chileno participa en la sección Cuadernos de Viaje, en la que nueve artistas fueron invitados por la curadora Alexia Tala a desarrollar recorridos por la zona de Río Grande do Sul y, a partir de sus encuentros con territorios y culturas ajenas, crear obras para la bienal.

El trabajo de Oyarzún, que consta de un “monumento tipográfico” hecho en adobe y un video, deriva de su residencia en la aldea de Koenju de la etnia Mbyá-Guaraní, en la que trabajó en colaboración con sus habitantes, investigando sus costumbres, organización social, vida comunitaria y creencias mitológicas. El artista compartió desde el desayuno hasta la cena con los Mbyá. “En su trabajo de campo, Bernardo nunca fue visto como un extranjero; más bien, entró por la puerta ancha porque es de origen mapuche”, señala Tala, curadora chilena.

Oyarzún generó un vínculo especial con los guaraníes. Hubo una conexión lógica por el lado de la etnia, una aproximación alejada de la mirada exótica que bien podría haber tenido un artista con otras raíces. “Creo que alguien que busca el exotismo es extranjero, busca lo ajeno, la morbosidad que tiene la diferencia, una suerte de pornografía antropológica. Yo busco justo lo contrario, busco lo que me pertenece en cada lugar, porque soy un habitante del planeta”, dice.

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Algunas obras del proceso creativo desarrollado por el artista en la aldea se exhibieron en mayo pasado en la Sacristia da Ruína da Igreja de Sao Miguel Arcanjo, entre ellas una serie de cuatro reproducciones en resina de los animales de madera que fabrican los guaraníes como medio de subsistencia, artesanías que son muy buscadas por los turistas que visitan la zona. Con este trabajo, Oyarzún masifica aún más la producción de estos objetos, imprimiéndoles un carácter industrial que cambia los esquemas de creación de los guaraníes. «Era la primera vez que veían una técnica de este tipo. Querían incluso aprenderla y aplicarla como práctica comercial. Pero lo que gatilló la obra fue el mito, porque estos animales han desaparecido. Me lo propuse como un ejercicio de recuerdo, casi nostálgico. Era una forma de ilustrar los mitos guaraníes.», explica.

Ahora en la bienal Oyarzún muestra el proyecto final, Caligrafía, una instalación situada en la entrada de la sección Cuadernos de Viaje que consiste en una gráfica escultórica de adobe dispuesta en el piso con la siguiente cita guaraní, parte del libro sagrado de la etnia: “El alma no se da enteramente hecha, sino que se hace con la vida de la persona, y el modo de su hacerse es su decirse”. El fragmento «se refiere a que los guaraníes creen en la metamorfosis, no en la reencarnación. para ellos, una persona puede convertirse en animal -un ser inferior- si no sigue ciertas reglas de sus creencias», dice el artista.

El monumento tipográfico de Oyarzún es frágil pero imponente, y se puede recorrer. Es prestado desde Occidente para representar parcialmente los sonidos fonéticos que emanan desde las lenguas nativas americanas. “Es indudable que faltan fonemas y morfemas para el inventario y la impronta correcta de las lenguas nativas transcritas. Estas historias, desde su oralidad vernácula, por ahora son sonidos incompletos con gráficas morfémicas remendadas con tildes y otros artilugios gráficos de la escritura de todas las lenguas europeas”, explica.

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Desde el momento de su concepción y hasta el día de la inauguración de la bienal, la obra fue cobrando diversos significados para el artista. “Cuanto más la observo y escucho los comentarios de la gente, más lecturas va adquiriendo la obra. Este es un trabajo que terminé el día antes de la inauguración; todavía lo estoy digiriendo. Pero hay algo en él que veo ahora, y que tiene que ver con el concepto de ruina. Este monumento tipográfico puede asociarse a las ruinas de los misioneros (San Miguel de las Misiones), a ruinas arquitectónicas y a las ruinas que han quedado de la cultura indígena, las ruinas de su lengua. Hay algo muy metafórico en el acto de escribir con tierra. La tierra se vincula con el paisaje, es efímera, se desvanece así como se desvanece una lengua y una cultura”.

Los relatos mitológicos de los guaraníes también quedaron recodificados en un video, Xiví ha`e gui kaguaré, presentado a la manera de un “retrato vivo” o “pintura en movimiento”. Oyarzún muestra el rostro en primer plano de un guaraní contando en su lengua, y sin traducción, el mito de un jaguar y un oso hormiguero. El joven guaraní está vestido con ropa de una marca internacional, su rostro decorado con pigmentos naturales originarios.

A Oyarzún le llamó la atención la conexión que tienen los guaraníes con la cultura “blanca”. “Son amantes del fútbol, escuchan reggaetón y son trilingües, hablan portugués, español y guaraní. Algunos incluso están aprendiendo a hablar inglés. Los Caciques no tienen más de 40 años y se conectan con el mundo a través de Internet. Todas las culturas sufren estos metabolismos; inevitablemente, hay cambios, sincretismos, superposiciones de capas y culturas distintas. Yo no creo en las culturas puras, creo en la contaminación cultural”.

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El mito narrado en el video de Oyarzún comienza con el encuentro en la selva entre un oso hormiguero y un jaguar, que en el orden natural de las cosas tienen fuerzas comparables. Cada uno empieza a fanfarronear y a hacer alarde de sus propias fortalezas. Los animales plantean entonces una competencia: quién defeca la mayor cantidad de huesos de animales, una evidencia simbólica de supremacía depredadora. El oso hormiguero no es un animal depredador, así que le propone al jaguar que la competencia sea con los ojos cerrados. El jaguar accede. Al defecar ambos, el oso intercambia los excrementos y le dice al jaguar: “Ahora miremos”. Miraron y el jaguar vio que sus heces estaban compuestas por hormigas, mientras que las del oso tenían solo pelos de animales. Dice el tigre: “Cuando me enojo, soy terrible”, así que se irguió contra un árbol y desde gran altura rasgó la corteza. En vista de esto, dijo el oso: “Yo también soy feroz cuando me enojo”. Al asirse de una rama, parte el árbol y le gana al jaguar. Se dice que por esto el jaguar le teme al oso hormiguero y no lo depreda hasta el presente.

“Los guaraníes cuentan historias preciosas, la mayoría de ellas relacionadas con los animales y la naturaleza. Lo que más me llamó la atención es que no hay ego en eso. Lo que hablaba el Cacique Ariel era lo justo y necesario. Eso es mesura. El mito del jaguar y el oso hormiguero habla de eso también. La moraleja es que no hay que caer en los excesos”, relata el artista, cuya obra siempre ha abarcado temas como la identidad, el paisaje, el territorio y el mestizaje.

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Alejandra Villasmil

Nace en Maracaibo (Venezuela) en 1972. Es directora y fundadora de Artishock, revista online especializada en arte contemporáneo. Licenciada en Comunicación Social, mención audiovisual, por la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), con formación libre en arte contemporáneo (teoría y práctica) en Hunter College, School of Visual Arts y The Art Students League, Nueva York. Es editora y traductora inglés/español de contenidos sobre arte, trabaja en campañas de difusión y escribe regularmente para publicaciones, galerías y artistas de América Latina y El Caribe.

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